El referéndum sobre la independencia de Escocia se resolvió finalmente con la victoria del NO por un margen de más de 10 puntos.

Este asunto, que desde España se seguía con especial atención debido a los paralelismos evidentes con el caso de Cataluña, no resulta del todo sorprendente debido a lo igualado con que ambas opciones llegaron al día de la votación, lo que en general suele indicar que al final triunfará la opción más conservadora, quizás por aquello de “mejor lo malo conocido...”

El referéndum, acordado por los gobiernos escocés y británico, y organizado por el primero, consistía en una sola pregunta relativa a la independencia o no del Reino Unido, pero no cabe duda de que se ha celebrado sin que la mayoría de los interrogantes esenciales hayan sido aclarados por ninguno de los principales dirigentes de ambas opciones.

Parece claro que una de las principales fuerzas impulsoras del voto al SÍ era no sólo el sentimiento nacional escocés, sino también el rechazo a las contundentes políticas de recortes que el gobierno británico (actualmente del Partido Conservador) está llevando a cabo desde hace meses. Estos recortes, que pretenden aumentar la edad de jubilación o eliminar casi 500.000 puestos de trabajo en el sector público, fueron recibidos como un jarro de agua fría por una población escocesa que se planteaba también qué pasaría con los ingresos resultantes de la extracción de petróleo de los pozos del Mar del Norte (territorio escocés), siendo todo ello bien aprovechado por el gobierno del Partido Nacional Escocés (SNP, siglas en inglés) de Alex Salmond para plantear una campaña muy dirigida a las zonas más deprimidas de Escocia, donde efectivamente el SÍ ha resultado ganador (Glasgow, Dundee, North Lanarkshire y West Dunbartonshire).

Pero, al mismo tiempo, la polarización propia de este tipo de votaciones ha impedido discutir con calma acerca de los asuntos que son realmente determinantes para la clase obrera y los sectores populares escoceses. Muchos defensores del SÍ han obviado que ese voto estaba siendo un voto también a favor de la pertenencia a la UE y a la OTAN, y por tanto a sus políticas anti-obreras y contrarias a los pueblos. Cabe, en este caso, preguntarse si existe realmente autodeterminación cuando la alternativa es seguir en la UE o seguir en la UE, o si se ejerce este derecho realmente cuando se vota entre permanecer en la OTAN o permanecer en la OTAN. Para los y las comunistas la respuesta es bastante clara, pero como suele ocurrir los debates han ido por otro lado.

Al mismo tiempo, llama poderosamente la atención un elemento que se ha pasado por alto en los últimos meses: ¿cómo se entiende que un gobierno como el británico, que reprimió con enorme brutalidad al pueblo irlandés, haya sido tan fácil de convencer para celebrar un referéndum sobre la independencia en Escocia? ¿Por qué Escocia sí e Irlanda del Norte no? Quizás, sólo quizás, en esto tenga algo que ver lo que David Cameron, primer ministro británico, está ya planteando: que los diputados escoceses no participen en las votaciones sobre asuntos que afectan a Inglaterra. La mayor autonomía para Escocia y, previsiblemente también para Gales e Irlanda del Norte, implicaría también a Inglaterra, actualmente sin poderes autonómicos, y la exclusión de los diputados del resto de territorios dejaría al Partido Laborista (mayoritario entre los diputados escoceses) sin una gran parte de sus representantes en un parlamento. Una maniobra arriesgada pero que dejaría a los principales opositores a Cameron muy tocados en los años venideros.

Veremos hasta qué punto se cumplen ahora las promesas realizadas a toda prisa por los principales dirigentes políticos británicos y si de toda esta situación sale algo beneficioso para la clase obrera, que tanto en Inglaterra como en Escocia padece uno de los sistemas laborales más “flexibles” del mundo.

Á.G.

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