Tanto a un lado como al otro del mundo,  a las mujeres que trabajan en las fábricas, talleres y maquilas de América Latina o el Sudeste Asiático como las trabajadoras de supermercados, tiendas y grandes superficies en Europa y el Estado Español las une un cordón umbilical de explotación y precariedad. Obreras fabriles, campesinas pobres, dependientas y cajeras están unidas por la sobreexplotación y la discriminación a las que las somete el capitalismo  patriarcal, que por su desarrollo ha colocado siempre a las mujeres trabajadoras en peores condiciones laborales.

 

La división de la OIT en América Latina asegura que "el trabajo femenino tiende a verse como complemento del salario masculino, no como un derecho propio, y esto favorece el ajuste salarial a la baja y las jornadas de trabajo más extremas en duración, distribución semanal e intensidad".

El mercado de trabajo mundial determinado por la división sexual del trabajo la situación de las mujeres está marcado por brecha salarial, segregación sectorial, paro, empleo vulnerable, conciliación… la obligación culturalmente determinada por el patriarcado del trabajo de cuidados lo desarrollen las mujeres y los roles que se les asignan desde niñas, están en la base de la discriminación a la que se enfrentan después en el mercado de trabajo, la estructura del ámbito familiar se extiende y replica en el laboral. Así los sectores y las ramas de empleo remunerado que implican cuidados (enfermería, guarderías, tareas domésticas, etc.) son desempeñados comúnmente por mujeres.

En el estado Español, según un estudio de la Fundación Adecco, en base a sus contrataciones, el perfil de la mujer trabajadora, es la de una joven de entre 18 y 30 años que posee estudios elementales (59,6%), de las que un 18,27% son extranjeras, lo  más demandado: camarera, limpiadora y dependienta.

El comercio es el sector económico con mayor número de mujeres empleadas, seis de cada diez. En las grandes superficies, hay dos componentes que hacen que el empleo femenino sea aún mayor: la eventualidad y la temporalidad.

La desigualdad de género sigue siendo uno de los males endémicos del sector, se da una segregación horizontal y vertical dentro de sus plantillas: las mujeres copan la mayoría de los puestos más bajos del escalafón y los de menor retribución.

Según un estudio  de la Dirección General para la Igualdad de Oportunidades, la brecha salarial en el caso del comercio es un 25%, y llegaría a alcanzar el 50% si se analiza la remuneración por rendimiento. Además, difícilmente acceden a puestos de responsabilidad, segregación en sentido vertical, en el sector servicios las mujeres ocupan, de manera casi exclusiva, los puestos de trabajo menos considerados social y económicamente.  

En la crisis estructural capitalista actual, la mayor parte de los empleos que se pueden crear son en el sector servicios, lo que conlleva una mayor precarización, la burguesía pretende remontar su tasa de beneficios, gracias a la destrucción de fuerzas productivas y el aumento de la tasa de explotación de la clase obrera, en especial de la mano de obra femenina, tanto en el sector servicios remunerado con el trabajo de cuidados que las mujeres hacemos de forma gratuita.

Solo con unidad y organización, las mujeres trabajadoras que realizamos estos trabajos ya sean remunerados o no, conseguiremos combatir la explotación  y la discriminación en la que vivimos. Las comunistas del PCPE creemos que la incorporación de las mujeres trabajadoras a la lucha de la clase obrera por su emancipación contra el sistema capitalista y patriarcal es imprescindible y solo su participación garantizará la construcción de una nueva sociedad.

Tatiana Delgado

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