El último período de la vida política española ha sido de un intenso trabajo entre bastidores. La amañada evolución de las expectativas electorales en los meses previos, y los mismos resultados de la jornada del 24M, así lo ponen de manifiesto. Los centros de poder (internos) de las clases dominantes han trabajado de forma continuada para buscar una salida controlada a sus inmensas dificultades de todo tipo en esta etapa.

 

Aquí se pasó de los titulares a cinco columnas anunciando que PODEMOS sería la primera fuerza política electoral, de celebrarse las elecciones en ese momento (noviembre de 2014), a un escenario posterior menos polarizado donde las cuatro fuerzas políticas (PP, PSOE, PODEMOS, Cs) se distribuían por igual la tarta electoral (abril de 2015), a la escenificación final del retroceso de los emergentes, y su resultado tal como lo hemos constatado el día 24M.

Crisis en la cúspide y lucha ideológica

Crisis en la cúspide y Segunda Transición. Esas son las claves fundamentales para entender -al menos en parte- las elaboradas estrategias que desarrollan las clases dominantes para conservar su dominación, usando para ello las elecciones como mecanismo que les permite mantener, una vez tras otra, la legitimación social de su barbarie.

Los datos principales de los resultados electorales son conocidos. El bipartidismo duro (PP-PSOE) suma el 52% del voto en números redondos, hace ocho años la cifra se situaba en el 71%. El castigo principal lo sufre el PP, que pierde casi dos millones y medio de votos. El PSOE no es el PASOK, y resiste mejor, aunque se desgasta. Los emergentes no lo son tanto. Por un lado es Cs quien se convierte en tercera fuerza, y PODEMOS se desdibuja en una serie de candidaturas que hacen difícil cuantificar con suficiente aproximación su real peso electoral. IU sufre un castigo electoral que afectará de forma significativa a su futuro, aunque consigue algunos puntos de resistencia.

Por otro lado estas Elecciones ofrecen dos resultados a los que se les otorga un valor emblemático, los Ayuntamientos de Barcelona y Madrid. Colau y Carmena. Enfrentar el gobierno de los dos principales municipios del país desde plataformas de reciente creación es una aventura de incierto recorrido, pero sí que es posible asegurar que las debilidades organizativas y de dirección política abren el escenario, en esos ayuntamientos, de un recorrido errático que no irá más allá de determinado giro “social y democrático”, sin incidencia alguna en un cambio político de fondo; pura gestión transitoria del capitalismo.

El índice de la participación en las Elecciones (64,93%) ha bajado un 1,3% con respecto a las de 2011. No se ha producido un aumento de la participación, las expectativas auspiciadas por los medios de agitación y propaganda del sistema no han llevado a las urnas a la parte más descreída de la sociedad. No ha habido un vuelco electoral.

Las candidaturas auspiciadas por PODEMOS se unirán al PSOE, y a otras fuerzas sistémicas, en la gestión de muchas instituciones. Colocando algunas coartadas justificativas de escasa consistencia política, iniciarán su camino de participación en la gestión del capitalismo como “fuerza de orden”.

El PCPE tiene que mejorar su trabajo

El dato negativo, que por nuestra parte tenemos que señalar, es el muy escaso resultado electoral de las candidaturas del PCPE. No conseguir romper nuestra baja barrera de votos, después de tantos años de crisis capitalista desde el 2007 y de nuestra continuada participación en una gran cantidad de luchas obreras, requiere de un análisis sereno, donde valoremos qué trabajo hacemos en lo electoral y cual es la realidad de nuestra política de masas en los últimos años. También hay que evaluar la forma en que damos la lucha ideológica contra la dominación capitalista.

No cambiará la actual situación de la lucha de clases en España mientras la propuesta revolucionaria no adquiera un grado mayor de reconocimiento por parte de la clase obrera y de los sectores populares. Es lo único que realmente introduciría algún elemento político nuevo.

El PCPE ha concluido en su análisis que las fuerzas del bloque dominante español desarrollan en estos últimos años una estrategia de “segunda transición”, con el objetivo de tratar de recomponer su maltrecha situación y conservar su hegemonía. El resultado de las elecciones del 24M pone de manifiesto que ni tan siquiera han necesitado emplearse a fondo en esa estrategia, y que les ha bastado con algunas maniobras de distracción para evitar el estallido social y el aumento de la conciencia de combate de la clase obrera.

Han aparecido sujetos políticos nuevos para hacer posible este nuevo escenario de legitimación de la paz social, pero ni tan siquiera son fuerzas de sustitución. Sencillamente son fuerzas de acompañamiento.

Este medido entusiasmo por “el cambio” traerá también un desengaño suave, en un plazo de tiempo no muy largo. La fecha definitiva de las próximas Elecciones Generales marcará en buena medida los ritmos de ese proceso.

Una nueva etapa y prioridad de la lucha de masas

El inicio de la gestión socialdemócrata (Colau, Carmena, PODEMOS, …) podrá tener un primer período de gestos que ayuden a mantener la ilusión y las expectativas de que algo realmente va a cambiar. Pero finalmente se terminará imponiendo la realidad incuestionable de la continuidad del paro, los salarios de miseria, la obediencia a la UE y al FMI, la continuidad de la participación en la guerra imperialista y la falta de futuro para la juventud. La continuidad de las duras condiciones materiales de vida se manifestará en clara contradicción con las ilusionadas expectativas de mejora que se han trasladado a las urnas.

El PCPE tiene que demostrar su capacidad para intervenir en esa situación. No solo desde el punto de vista de señalar la razón de nuestros análisis previos -que también-, sino para elevar la conciencia y la capacidad de interpretación de cómo los intereses en juego tuvieron la capacidad para tender una celada a la clase obrera y a los sectores populares para distraerlos de la lucha consecuente por sus derechos.

Si el Partido y la Juventud elevan su capacidad para liderar las luchas de las masas, esta importantísima tarea  política se podrá abordar con posibilidades de éxito.

Permanentemente tenemos que elevar el listón de nuestras exigencias para ganar el lugar que queremos ocupar como organización de vanguardia del proletariado de este país.

En esta etapa tenemos que dar pasos decisivos para hacer realidad nuestras propuestas para elevar la capacidad de lucha de la clase obrera. Nuestra política de alianzas, expresada en el Frente Obrero y Popular por el Socialismo, tiene que pasar del papel a las calles. Y ello requiere el impulso de la organización de los Comités para la Unidad Obrera (CUO) en los centros de trabajo, y de los Comités Populares (CP) en los barrios obreros. Entendidos ambos como organizaciones reales de las masas proletarias.

Cada organización del Partido, y de la Juventud, tiene que elaborar sus propios planes de trabajo con objetivos concretos, y disponer a toda la militancia para que haga de esta tarea el elemento central de su intervención política.

El Comité Central tiene la máxima responsabilidad en la dirección de esta línea política, dedicando a ello todos los medios a su disposición.

Sin dirección revolucionaria de las masas no hay proceso revolucionario de toma del poder.

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