Las primeras semanas de diciembre son unas malas fechas para el estudiantado debido a que suponen el inicio de un largo periodo de pruebas que acabaran culminando en los exámenes de evaluación. Ya sea en las universidades como en los centros de medias o FP estas fechas marcan un pistoletazo de salida más o menos largo para preparase los exámenes. Como cada año por estas fechas el estrés, las cefaleas, el insomnio y los ataques de ansiedad son la tónica habitual que padecen los jóvenes como pago a los sobreesfuerzos que realizan.

 

Este año las perspectivas no son para nada halagüeñas para los hijos e hijas de clase trabajadora los cada vez más prohibitivos precios de grado post grado o master hace que los universitarios no puedan permitirse el lujo de fallar en estas pruebas lo que los empuja a conductas nada saludables como excesos de cafeína e insomnio durante semanas para lograr unos resultados suficientes para mantenerse en la universidad un año más.

Por otra parte la presión adicional de las pruebas de reválida que con la LOMCE se empiezan a implantar en los institutos hacen que ya desde edades más cortas tengan que lidiar con unas tasas de estrés muy altas ya que la presión por mantenerse en el mundo académico con este plan es extenuante. No sabemos aún  cómo esto puede afectar en su desarrollo pero lo que si se sabe a ciencia cierta que altas cotas de estrés durante estas edades supone un lastre para su desarrollo tanto psíquico como físico.

En estas fechas empiezan acudir a los ambulatorios y los servicios de urgencias jóvenes que debido al sobre fuerzo o al estrés necesitan medicación para poder sobre llevar estos periodos sin dolores u otras molestias. Así mismo esto no acaba aquí ya que la competitividad es tan dura que el posterior shock de las notas también supone en algunos casos un desencadenante de patología ansioso-depresiva.

No hace falta ser expertos en salud para saber que el día a día que vivimos los trabajadores durante nuestra jornada laboral genera altos niveles de estrés y ansiedad y que estos a su vez generan múltiples patologías como la depresión o las crisis de angustia. Cada día más se tiende a fomentar los mismos valores de competitividad e individualismo en al juventud y eso no augura nada positivo para una generación condenada desde la cuna a luchar en condiciones muy adversas para labrarse un futuro, los estudiantes son presionados para que se amolden al máximo a esos cánones que, desde la unión europea y la patronal, nos imponen como el trabajador “servicial y  eficiente” sin parase a pensar en cómo esto puede afectar a la salud.  Así el día a día se traduce en jornadas maratonianas durante meses enteros sin poder ver la luz del sol, socializarse con los compañeros o sencillamente llevar hábitos de vida saludables solo para poder obtener una nota que mejore, en el mejor de los casos de manera infinitesimal, nuestras condiciones laborales en un futuro que cada día se vuelve más incierto.

Pau Roman, médico de familia

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