La figura del Au Pair es una de las muestras más claras de los roles machistas y patriarcales que se le asignan a las mujeres por condición exclusiva de su sexo. Más del 90% de los Au Pairs son mujeres, ya que las familias de acogida creen que desarrollarán su trabajo con los niños mejor que un hombre, considerando innato implícitamente un sentido maternal que hace de la mujer el sujeto ideal para el cuidado de los más pequeños por su simple capacidad reproductiva.

 

La gran mayoría de las familias de acogida prefieren una mujer que un hombre, pues consideran que por el mero hecho de ser del sexo femenino están más capacitadas para el cuidado de niños y niñas. Recordemos que los au pairs están comprendidos en edades de entre 18 y 30 años. ¿Qué hace pensar a las familias que una mujer de 18 años está capacitada para cuidar de unos niños más que un compañero de la misma edad? La simple capacidad de reproducción. La sociedad da por hecho que las mujeres tenemos instinto materno, que tienen que gustarnos los niños, porque para ser una “mujer completa” debemos ser madres, porque tenemos una capacidad innata para educar y cuidar a los más pequeños por tener unos órganos reproductivos determinados, y no por la capacidad y ganas de la persona, sin interferir el sexo.

Se utilizan diferentes argumentos para justificar la preferencia por la elección de las mujeres en este ámbito, pero todos se sintetizan en la capacidad innata de las mujeres tanto en el cuidado de niños y niñas, como en tareas de limpieza, o en una responsabilidad para con los pequeños que no se da en los hombres. Como ya se ha dicho, todo ello es fruto de la división sexual del trabajo realizada a lo largo de la historia que sitúa a la mujer por inercia en este tipo de tareas.

La figura del hombre Au Pair es una excepción a esta regla, pero no por ello deja de mostrar el carácter machista de este trabajo. Aunque la elección de hombres para el cuidado de niños y niñas es ínfima, cuando se elige a un hombre para desarrollarlo se hace por dos razones mayoritarias: en un sentido paternalista, cuando se trata de una familia en la que no hay una presencia determinante de la figura paterna, para suplirla, o cuando las tareas domésticas son consideradas “más duras”, en el sentido de que requieren mayor esfuerzo físico.

Además, la gran mayoría de hombres Au Pairs tienen a su cargo siempre a niños, considerando los padres y madres que un chico puede entenderse mejor con niños de su mismo sexo, “pues juegan de forma más bruta”, apareciendo de nuevo la división entre los niños y niñas sobre actividades y juegos en función del sexo. Y viceversa, las mujeres deben entenderse mejor con las niñas para inculcar “valores femeninos”, o por cuestiones absurdas que determinan a la mujer en un estereotipo determinado desde la infancia, como la ropa o el peinado. En definitiva, cada cuidador con los niños de su propio sexo, para marcar una diferencia desde la infancia.

Puede darse el caso, aunque no demasiado común, de que la familia acoja a una pareja. Aquí vemos la irrebatible división sexual del trabajo. Ella, se encarga de la limpieza y los niños. Él, de la jardinería, trabajos pesados, y los niños también, pero en menor medida. Si son varios y de diferentes sexos, ella se encargará de las niñas y él de los niños, como ya hemos mencionado.

En definitiva, en el trabajo como Au Pair podemos ver uno de los tantos reflejos de una sociedad machista y patriarcal que hace una división sexual del trabajo que relega a la mujer al cuidado de otros. La lucha de las mujeres debe ir unida a la lucha de nuestros compañeros para acabar con la asignación de este rol y conseguir que el desarrollo de esta clase de trabajos no sea una cuestión de un sexo u otro, siempre bajo una perspectiva de clase que permita la emancipación de la mujer obrera y de su clase, de este sistema capitalista y patriarcal.

Tamara

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