El capital necesita permanentemente valorizarse y acumular. Para lograrlo ha de conseguir la aceptación más o menos consentida por parte de la masa a la que explota, permitiendo las menores fisuras.

Lo consigue gracias a disponer de la más acabada e imponente máquina para la dominación de los explotados y sometidos. Una máquina que funciona todos los segundos y minutos de los 365 días del año sin el menor descanso. Máquina que ha descubierto el movimiento perpetuo, incesante; en su dominación se cumple que el sol no se oculta; que incluye todos los espacios en los que se mueve el ser humano y acapara medios de adoctrinamiento y coacción como jamás ha tenido clase dominante alguna. Medios masivos de desinformación con su rama colateral permanente de estupidización; sistemas educativos en disposición continua de enseñar a ignorar (Galeano); consumismo imbecilizador; propaganda mentirosa en pie de guerra contra las masas; sistemas políticos que cada vez más ponen en evidencia su inutilidad y perjuicio para las mayorías; ocios y espectáculos denigrantes en su superficialidad, provistos del sinsentido de embrutecer; consumismo vomitivo; etc.

Todo ello, no lo perdamos de vista, dirigido a conseguir la más profunda y esclavizadora integración de la clase trabajadora en su sistema de explotación, que no se consideren como tal clase y, por supuesto, que no visibilicen el persistente conflicto existente entre clase explotada y la explotadora, para que no se produzca la menor disensión.

A simple vista parece que su dominio podría ser eterno. Pues no, hemos de plantearnos nuestra actividad entre la clase obrera y las masas convencidos, y convenciendo, de que son vulnerables y vencibles. Por diversos elementos que atacan su línea de flotación. Y es preciso señalar uno ante todo: el Partido. Y una de sus armas más fundamentales y precisas. Veamos. El Partido necesita ahora y siempre capacitar, instruir, promocionar cuadros dirigentes en todos los ámbitos de la lucha de clases, en el movimiento obrero, sindical, vecinal, estudiantil, cultural, de ocio, etc. Dirigentes templados, curtidos en las más diversas coyunturas de la lucha de clases

Pero sobre todo, ahora y siempre, el Partido necesita cuadros comunistas. O sea, cuadros que a las capacidades del dirigente añadan su profunda lealtad a la clase obrera y al propio Partido, orientando todo su accionar en la convicción de la consecución del socialismo, de la dictadura del proletariado.

Y ¿cómo es un cuadro comunista? ¿en qué consiste? En que a la revolución no le dedican los ratos libres, por el contrario……. Sin embargo, incluidos el más veterano y el último ingresado en el Partido, ninguno de nosotros somos la máquina de movimiento perpetuo del capital. En primer lugar dedicamos un montón de horas a ser explotados de una forma u otra; necesitamos descansar, disponer de ocio, nos gusta el cine, leer, bailar o pasear,………, gozamos de gustos propios; padecemos y disfrutamos del afecto de familiares y de amistades, nos relacionamos y necesitamos de su contacto y de su comprensión. Al mismo tiempo se precisa …… estar al frente de la lucha de masas.

Pero ser cuadro comunista implica dedicar toda la vida a la revolución. Eso que a simple vista parece muy grandilocuente, ampuloso e inalcanzable, no lo es tanto. Debemos comprender el sentido exacto de la autopetición que nos hacemos. Si la afirmación de profunda lealtad a la clase obrera y al Partido, y la convicción de alcanzar el socialismo, rige, a pesar de esas limitaciones indicadas más arriba, la propia experiencia vital; si estas convicciones son cuerpo y sangre de nuestra experiencia vital; si el desempeño de nuestra convicción comunista es una de las propiedades de todo nuestro accionar vital, que forma parte natural de nuestra forma de vida diaria, que todos los pormenores y situaciones de la vida forman parte de nuestra vida y condición de comunista de partido, comprenderemos entonces que todo instante conlleva su oportunidad revolucionaria.

Esa propiedad integrada en la centralidad partidaria, entregando a la labor partidaria todas nuestras posibilidades, por supuesto teniendo en cuenta los factores limitantes personales de cada cual -trabajo, familia, descanso, etc.,- posibilitan que el Partido sea esa colosal estructura siempre en condiciones de orientar cualquier fermento revolucionario, situado siempre en la mejor disposición revolucionaria. Pues el Partido es condición imprescindible para destruir la maquinaria capitalista.

En el X congreso hemos dedicado buena parte de nuestros debates a la política de cuadros, la tarea sigue siendo afinar todo lo posible, limar las esquirlas que todavía queden, asumiendo lo que dice el título del artículo: Un gran objetivo genera gran energía y convicción.

Nosotros tenemos ese gran objetivo: el socialismo y el comunismo.

Julio Mínguez

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