“La organización debe formarse como producto de la lucha”

Rosa Luxemburgo

Analizando retrospectivamente el proceso de debate, el Plenario y los documentos finales de nuestro X Congreso, es inevitable concluir que el futuro del PCPE -como herramienta revolucionaria formada al calor de la lucha de clases desde 1984- pasa por sus células y el trabajo que éstas sean capaces de desarrollar en todos los frentes.

Que nuestros Estatutos, en su artículo 35, sitúen a la célula – estructura de base del Partido- como su órgano fundamental, es expresión inequívoca de la voluntad colectiva de dotar a nuestras células de una reforzada capacidad de intervención política que nada tiene que ver, ni en la concepción, ni en la práctica, con un Partido formado por “agrupaciones pequeñas”, vacías de su capacidad de difundir la política del Partido y organizar y dirigir a las masas en su ámbito de trabajo.

Para un Partido Comunista, Marxista-Leninista, Revolucionario (perdón por el pleonasmo), la articulación de sus células en el terreno de la intervención concreta, y el papel que éstas juegan en la estructura partidaria y en el desarrollo práctico de su política como expresión de su dinámica de trabajo, es el núcleo central de su organicidad y única forja posible para la formación integral de su militancia como cuadros comunistas.

Conclusión que, como el resto de las Tesis que aprobamos, nos sitúan absolutamente a contracorriente de lo que la ideología dominante propone como actual y eficaz y es práctica asumida por la totalidad de los partidos de la nueva y la vieja socialdemocracia. Pretender fiar el éxito político de una determinada propuesta a la supuesta capacidad o habilidad de un cierto número de dirigentes, que asumen la totalidad del protagonismo del proyecto, y en el que el papel de la militancia queda reducido a un acrítico refrendo de los proyectos de una omnímoda dirección y/o, lo que aun parece peor, al trabajo en las redes sociales, nunca será una opción asumible por los y las comunistas. Consecuentemente, del X Congreso salimos militantemente enfrentados a la falaz idea de formar cuadros de la Revolución de forma diferente a lo que, sin ningún rubor, definimos como una propuesta clásica que bebe y es continuidad de las mejores tradiciones del comunismo español y de la III Internacional.

No hay atajo posible al trabajo militante, organizado y dirigido desde una célula, para lograr el avance de nuestra propuesta política entre la clase obrera y el pueblo y ejercer realmente de vanguardia. El reconocimiento y prestigio de la militancia comunista, como ya afirmara el III Congreso de la Internacional, al escribir que “la primera condición para la aplicación seria del programa consiste en la participación de todos los miembros en el trabajo en común, continuo y cotidiano”, sólo se gana en la lucha diaria y concreta organizada y participada desde la célula en la que cada militante se encuadra.

Por todo ello, tras el X Congreso, la mayor responsabilidad en el ejercicio de la dirección que le corresponde al Área de Organización del CC, es llevar un seguimiento concreto y evaluable al trabajo de la células, y conocer qué debaten, qué tareas se derivan tras cada una de sus reuniones, y qué grado de cumplimiento se alcanza, cuánta prensa distribuyen, en qué centros de trabajo desarrollan una intervención específica, en cuántas estructuras de masas y/o conflictos sociales intervienen, qué planes de formación implementan...; en definitiva, un conocimiento real del trabajo que cada célula desarrolla para ayudar a impulsarlo y para, haciendo de la realidad el criterio último de la verdad, desterrar definitivamente de nuestras filas la retórica.

Julio Díaz

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