Hay dos maneras históricas de circulación de la mercancías, que a veces se suele confundir; la primera representa los primeros estadios de la economía mercantil, la génesis del capitalismo y se representa a través de esta fórmula Ma-D-Mb, la segunda fórmula de la circulación de mercancías, ésta plenamente capitalista, es: D-M-D’. En la primera fórmula (la mercantil) se utiliza el dinero como lo que es en un contexto de mercado: como un medio para facilitar el intercambio entre una mercancía Ma que se vende para conseguir otra Mb. En cambio en el intercambio capitalista se invierte capital para una vez operado a través de las mercancías, obtener más dinero: expresada de otra forma; C-M-C+P, donde el capital inicial C se compone del llamado capital constante Cc y el capital variable Cv, y donde el capital constante es el utilizado para comprar maquinaria, edificios para las fábricas y oficinas, propaganda, impuestos y demás mientras que el capital variable es el utilizado para comprar fuerza de trabajo.

Y esto es un gran descubrimiento de Marx: el empresario capitalista no compra el producto del trabajo del proletario, compra su fuerza de trabajo por un número de horas diarias, y puede decidir en qué emplea dicha fuerza el trabajador. Precisamente esto explica que al elaborar la mercancía se obtenga el capital inicial C y un incremento –la plusvalía P- pues el empresario paga el salario –tanto directo al trabajador como los impuestos que se descuentan del salario bruto y que en realidad es una parte no despreciable del salario del trabajador.

¿Y cómo se obtiene esta plusvalía? La plusvalía es una relación entre dos elementos; es la relación existente entre trabajo necesario y trabajo excedente. Este último es el que se apropia el capitalista y lo utiliza para lo que estime necesario: Cubrir sus gastos personales, acumular, etc. el trabajo necesario se llama precisamente así porque es el necesario para el trabajador y es el que paga el empresario por la fuerza de trabajo –supongamos- de ocho horas diarias de la persona, pero el trabajador en realidad realiza en cuatro horas lo que el patrón paga y los gastos varios de su producción (el gasto en capital del empresario, tanto capital constante como variable), y dispone este último de la producción de las otras cuatro horas diarias para obtener un capital extra: este capital es precisamente la plusvalía. Y hablamos de un excedente en todas las ramas y en todas las empresas, ajeno por tanto a las mejoras tecnológicas, que todos los capitalistas llevarán a cabo si no quieren ser excluidos por capitalistas competidores y a cualquier subida coyuntural de precios, pues rápidamente los productos tenderán a su “precio justo” si no quiere verse excluido el empresario por la competencia intercapitalista. Observemos además que esta plusvalía sólo se convierte en capital si se invierte en el ciclo para continuarlo, pues el dinero fuera de este circuito de “revalorización” deja de ser capital y, lógicamente, se invierte sobre todo en capital constante pues ningún empresario es “tan loco” como para contratar gente para no poder explotar en su beneficio la fuerza de trabajo que ha pagado.

He aquí por qué el empresario tiende a pagar lo mínimo posible y a alargar la jornada laboral lo máximo posible: es la única forma de aumentar la plusvalía. Y aquí tenemos otra ley fundamental descubierta por Marx: el decrecimiento de la tasa de ganancia:

Si llamamos a la tasa de ganancia g, ésta viene dada por el cociente entre la plusvalía obtenida y el capital empleado: g = P/(Cc + Cv) Si dividimos por Cv ambos términos de la fracción nos queda: g = (P/Cv)/((Cc/Cv) +1) donde Cc/Cv se conoce como la tasa de composición orgánica del capital y a P/Cv como tasa de explotación. Aquí se ve con meridiana claridad que la única forma de mantener la tasa de ganancia es aumentando la tasa de explotación y ésta tiene unos límites físicos: debe pagar al menos lo mínimo para que se repongan los trabajadores que serán explotados y el tiempo de jornada laboral viene limitado por las horas que tiene el día aunque se los tuviera trabajando sin parar el día entero. Este es el demonio que nunca podrá vencer el capitalismo por sus mismas condiciones: la tasa de ganancia siempre irá decreciendo inexorablemente cuando el sector está maduro.

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