En un año en el que serán multitud las referencias y los análisis que, desde las aparentemente más diversas perspectivas, se realicen sobre la Revolución de Octubre y la Unión Soviética, habrá un hueco mediático que sólo las personas más avezadas e implicadas en la actualidad del desarrollo de la lucha de clases serán capaces de encontrar. Excomunistas, socialdemócratas, revisionistas, libertarios, trotskistas, liberales, académicos “objetivos”… y toda la pléyade imaginable de tertulianos y analistas verterán sus verdades sobre lo que supuso Octubre y la construcción del Socialismo en la sexta parte de la geografía mundial. Todos opinarán y puntualmente situarán la fecha en la que esta magna obra de la clase obrera y el campesinado ruso, fracasó y se convirtió en una horrorosa experiencia a la que dedicarán los más diversos adjetivos (totalitaria, burocrática, social imperialista…)

Por el calificativo que usen podremos saber donde situarán el giro que según ellos defraudó o traicionó las legítimas aspiraciones “democráticas” del hambreado y derrotado pueblo ruso y, de repente, términos olvidados como gobierno provisional, Kerenski, marineros del Kronstad, NEP, XX Congreso o gerontocracia, se sumaran a los más mediáticos y comúnmente usados por la burguesía de burocracia, gulag, Katyn, juicios de Moscú o Chernobil. Todos unidos en lo que pudo ser y nunca fue y, en muchos casos, añorantes del enemigo que al desaparecer segó de golpe su razón de ser.

Muertos que por su olor no son más que excrementos del capitalismo, pero que por su renovada máscara de oportunismo prestarán su enésimo servicio al sistema que los parió y sigue cebando en contra de los intereses y necesidades de la Humanidad.

Pero en estas líneas no nos ocupa el propósito de hablar de quienes viviendo siempre enfrentandos a la URSS como instrumentos útiles del Imperialismo cumpliendo su única razón de ser, lo volverán a hacer de nuevo en 2017, sino de nuestro Partido y de sus militantes; los y las comunistas que, orgullosos de su historia y conscientes de su presente y futuro, militamos en el PCPE. De los y las militantes que con orgullo siempre fuimos los prosoviéticos porque sabíamos que la única forma consecuente de ser comunista era ser solidario con la Unión Soviética. Unas generaciones de militantes enraizadas en la mejores tradiciones del comunismo español y de la III Internacional para los que los logros de la Patria de Lenin y la sangre de los 20 millones de Héroes de la Gran Guerra Patria eran tan suyos como las luchas de nuestra clase obrera o de los más de un millón de víctimas y mártires de la Guerra Nacional Revolucionaria y de la represión fascista. Amábamos a la Unión Soviética y éramos leales al PCUS porque solo de esa forma se podía ser comunista en España y enfrentar la basura política e ideológica del carrillismo que, desde 1956 con la aprobación de la política de reconciliación nacional y Congreso a Congreso y Comité Central a Comité Central, logró arrasar al PCE y conducirlo a la traición absoluta del Eurocomunismo y el abandono del Leninismo en el IX Congreso.

Militantes comunistas que organizados en el PCPE desde Enero de 1984, al mismo tiempo que librábamos la más dura batalla por la defensa del sindicalismo de clase en CC.OO. luchando contra la burocracia sindical eurocomunista que, a la vez que firmaba los Pactos de La Moncloa y permanentes acuerdos con la patronal y sus gobiernos, proclamaba su apoyo a Solidarnosk y renegaba de la FSM. Militantes comunistas que lo entregamos todo en el trabajo unitario contra las bases yanquis y la OTAN y, a la vez, jamás dudamos en defender como propias las propuestas de paz de la URSS y concebir al Pacto de Varsovia como el mejor garante de la Paz en el mundo. Militantes comunistas que en la lucha solidaria con Cuba, Afganistán, Palestina, la Nicaragua Sandinista, el POLISARIO o las guerrillas centroamericanas, proclamábamos orgullosos el apoyo internacionalista que incondicionalmente prestaba la URSS a quienes luchaban por la autodeterminación de sus pueblos y la libertad. Militantes comunistas profundamente comprometidos con el movimiento vecinal, feminista, ecologista, de las AMPAS o de pensionistas… de nuestros barrios y ciudades que siempre tuvimos como referencia inequívoca de la sociedad por la que luchábamos las conquistas sociales de la URSS y los países socialistas. Jóvenes comunistas organizados en los CJC que en las asambleas de nuestros institutos explicábamos con orgullo la realidad de la juventud soviética enfrentándola a la realidad de paro, precariedad y droga que asolaba las plazas de nuestros barrios. Militantes comunistas para los que palabras y nombres como mir, drusba, tovarich, SS20, kalashnikov, Coros del Ejército Rojo de Boris Alexandrov, politburó, Brezhnev, Chernenko o Andropov siempre fueron significado de internacionalismo y de la seguridad de sabernos fuertes y victoriosos sobre la sociedad capitalista contra la que luchábamos a diario en todos los frentes para derrotarla y sumirla a cenizas. Militantes comunistas que participamos y dirigimos por orientación de nuestro Partido las Asociaciones de Amistad España-URSS y con nuestro trabajo llenamos las salas de conferencias y teatros de cientos de pueblos y ciudades del estado español.

Esos y esas éramos los prosoviéticos. Aquellos a los que en 1986, a instancias del PCE ,les prohibieron los tribunales burgueses usar la sigla PC. y el liquidacionista de Julio Anguita proclamó su desaparición en 1989 y los mismos que le dijeron alto y claro al propio PCUS que su razón de ser no se extinguía con la disolución de la URSS; que se equivocaban los que nos consideraban una construcción artificial y que se lo íbamos a demostrar con nuestra empecinada y científica defensa del Marxismo-Leninismo y nuestra permanente intervención en el desarrollo de la lucha de clases en nuestro país.

Ahí y en la autocrítica por no haber denunciado antes y públicamente la contrarrevolucionaria Perestroika, se demostró la solidez de un Partido tan profundamente internacionalista como arraigado en el seno de la clase obrera y los pueblos de España.

Por ello es que a los 100 años de Octubre decimos con orgullo que sólo nosotros y nosotras somos los prosoviéticos. Los únicos que sabedores de la fortaleza de la construcción del Socialismo en la URSS jamás ayudamos a dividir al movimiento comunista internacional; los únicos que jamás miramos para otro lado cuando se trataba de defender el Socialismo y la URSS.

Ese es nuestro patrimonio y por eso, como hicieron en el siglo pasado, los medios del sistema volverán a silenciar nuestra voz militante. Saben que nuestras palabras son la misma semilla fecunda que extendieron los bolcheviques en 1917; ese es el miedo que nos tienen.

Por suerte tenemos las páginas de UyL para explicar las grandes conquistas y los avances que la existencia de la URSS durante más de 70 años supuso para el pueblo soviético y la Humanidad. Con estas líneas empezamos una serie de artículos temáticos que serán una colección indispensable de textos para conocer con profundidad la realidad de ese pueblo que no solo se atrevió a tomar el cielo por asalto, sino que lo conquistó.

Julio Díaz

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