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"No viviré abandonada o atada. Tengo un mañana y por ese mañana marcharé, revolucionaria, rebelde. No tengo miedo de los tornados que ocupan el horizonte. Provocaré un seísmo en todo el mundo y marcharé con un ejército unido".

Son los versos que Mariam Abu Daqqa escribió en una carta al jefe de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Ahmed Shukeiri, cuando supo que el llamamiento a filas no incluía a las mujeres. Era 1967 y pronto estallaría la Guerra de los Seis Días con Israel… Una tarde, mientras estudiaba debajo de un albaricoquero, un primo llegó y le propuso ser fedaya, guerrillera. "Por fin lo había conseguido. Hombres y mujeres, fedayines de la guerrilla nacionalista palestina, luchando juntos"

Mariam Abu Daqqa, dirigente del Frente Popular para la Liberación de Palestina, es solo un ejemplo de varias generaciones de mujeres palestinas que asumieron, en primera persona, la lucha de su pueblo desde el tiempo de la colonia inglesa hasta el día de hoy; respetadas por su resistencia y determinación celebraran este 8 de marzo trabajando por la emancipación en dos frentes: contra la violencia machista y patriarcal y respondiendo a la ocupación y los procesos de colonización perpetrados por Israel.

La Autoridad Nacional Palestina ha decidido considerar festivo el 8 de marzo, una iniciativa bien recibida por la población para rendir homenaje a las mujeres, aunque el camino hacia la obtención de sus derechos será largo. Según la Oficina Central Palestina de Estadística, las mujeres representan en torno al 50% de la población de los territorios ocupados, solo participan en el 19% de la fuerza de trabajo. El 75% de las personas que frecuentan las universidades en Palestina son mujeres y la tasa de escolarización entre las mujeres palestinas es superior al 87%. La cuota de mujeres parlamentarias es actualmente del 20%.

El patriarcado y la violencia machista son una realidad en Oriente Medio, también en Palestina: el 37% de las mujeres palestinas es objeto de violencia emocional, física (23,5%), económica (55,1%), social (54,8%) y sexual (11,8%) según el Departamento Central Palestino de Estadísticas. A esto se añade el caso de las jóvenes menores de 16 años obligadas a casarse, para que permanezcan en el hogar.

Al machismo doméstico se le superpone la violencia estructural, la generada por la ocupación: mujeres que se ven obligadas a parir en los checkpoint israelíes, un 10% según el Ministerio de Salud palestino, entre 2000 y 2007, pues no se les concede permiso para asistir a los hospitales. Durante los cuatro primeros años de Intifada hubo 61 partos en los puntos de control con el resultado de la muerte de 20 mujeres y 36 bebés.

La educación es otro aspecto que se ve afectado por el muro del apartheid y que tiene un efecto negativo especialmente en las niñas y adolescentes, que dejan de ir a la escuela por temor a los checkpoints que tienen que atravesar para alcanzar el centro educativo y para evitar ser humilladas.

El informe de 2016 de la Asociación de Derechos Humanos Adameer (“Vidas ocupadas: encarcelamiento de mujeres y niñas palestinas”) señala que, desde el inicio de la ocupación en 1967, las fuerzas israelíes han detenido y arrestado a más de 10.000 mujeres palestinas, sobre todo en las calles, puestos de control militar o durante redadas nocturnas (106 mujeres y niñas detenidas en 2015, un 60% más que en 2014). Actualmente hay unas 60 mujeres presas en cárceles y centros de detención.

En estas condiciones, las mujeres, como parte del pueblo palestino, se han visto obligadas a afrontar otra situación de emergencia y a anteponer, de nuevo, la supervivencia y la lucha nacional por encima de sus derechos. Las palestinas, han tenido que moverse con mucha inteligencia entre dos tipos de reivindicación, la lucha de género y la de sus derechos nacionales, conscientes de que sin su participación cualquier éxito en la lucha nacional es imposible.

Tatiana

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