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Editorial Mayo 2017

Siempre, en toda situación histórica, las advertencias sobre los peligros de guerra corren el riesgo de percibirse como predicciones apocalípticas que responden más a la subjetividad del mensajero que a la realidad de los acontecimientos. Hay una tendencia social, sustentada en instinto de supervivencia, que viene a querer ignorar los peligros de guerra ante el terror que provoca ese posible escenario de violencia extrema.

Pero las advertencias de los peligros de guerra no son juegos de futurología para las organizaciones comunistas, sino que éstas son producto de un riguroso análisis de las contradicciones internas del sistema de dominación, y de las necesidades de éste para mantener y perpetuar sus privilegios.

Las dos agresiones militares, en buena medida propagandísticas, de los EE. UU., realizadas en los días previos al cierre de este número de Unidad y Lucha, son una nueva y clara advertencia de los reales riesgos de guerra en la escena internacional.

Por un lado, el 8 de abril EE UU lanzó 59 misiles Tomahawk sobre la base militar siria de Shayrat, después de organizar previamente el asesinato de un centenar de personas con armas químicas para imputar su responsabilidad al gobierno de Bashar El Asad. (Este ataque, que tuvo un coste aproximado de sesenta millones de euros, fue realizado desde navíos de guerra con base en territorio español). Y por otro lado, el 12 del mismo mes, EE UU lanzó una superbomba en Afganistán, con el pretendido pretexto de eliminar a un grupo de la resistencia islámica atrincherado en un sistema de túneles.

Hay que decir que las dos acciones militares tienen fines fundamentales de propaganda. Como acción militar los dos ataques carecen de cualquier eficacia, y tienen el objetivo de sacar pecho ante las demás potencias mundiales, fundamentalmente ante Rusia y China. La base atacada en Siria estuvo de nuevo en funcionamiento apenas cuarenta y ocho horas después del ataque, y el lanzamiento de la superbomba en Afganistán, cuyo coste de fabricación es de 16 millones de dólares, no presenta un balance de daños significativo para las fuerzas del ISIS. Este tipo de armamento de tan elevada potencia, además, tiene una ineficacia total para las acciones armadas contra la guerra de guerrillas de pequeños grupos extendidos por amplios territorios.

Se puede concluir que el objetivo de EE UU es el de dejar constancia de sus capacidades militares como fase previa a una conflagración mayor, que enfrentaría ejércitos muy poderosos con un tipo de armamento de altísima capacidad de destrucción. Una amenaza dantesca que se extiende sobre toda la Humanidad.

El PCPE viene analizando en sus tesis políticas, desde muchos años atrás, que la lógica de la guerra es inherente a la última etapa de la formación capitalista. Que la guerra es parte consustancial al proceso de acumulación capitalista en su fase imperialista.

Pero, en el escenario de la crisis de sobreproducción que estalló en el verano de 2007, los peligros de guerra imperialista se incrementaron, como consecuencia de la desesperación de las clases dominantes por no encontrar una salida a la misma. El riesgo de guerra, tras más de diez años de desarrollo persistente de esta crisis económica, adquiere una dimensión mucho mayor que la que hemos valorado hasta ahora.

La pugna interimperialista, entre grandes potencias, por el control de las materias primas, de los mercados, de las vías de comunicación y de las áreas geopolíticas, se agudiza de forma extrema. Para esas grandes potencias la guerra es una cuestión de supervivencia pues, en la lógica del sistema capitalista, el proceso de desarrollo en clave imperialista implica la necesaria destrucción de las potencias menores por las potencias mayores. Y, entre las potencias más grandes, la pugna es por destruir a la otra equivalente. Sobrevive una o sobrevive la otra, pero dentro del capitalismo no es posible el equilibrio permanente del terror sin destrucción de sus oponentes.

La consecuencia de todo ello es la lógica de la guerra, como parte intrínseca del sistema, y como violencia necesaria para intentar reactivar el proceso reproducción ampliada del capital y mantener el sistema de dominación.

El imperialismo yanqui -no sin contradicciones entre sus distintos grupos internos- ha elegido a Trump como el Presidente necesario para enfrentar esta situación de profunda crisis, que está suponiendo un debilitamiento de los EE UU como potencia mundial ante sus competidores. Sus acciones no son las acciones de “un loco”, sino las acciones que precisa el capital monopolista de ese país para tratar de recomponer su posición en la competencia mundial capitalista.

El Movimiento Comunista Internacional se enfrenta a la responsabilidad de levantar un amplísimo Frente Mundial Antiimperialista para combatir esta peligrosa coyuntura histórica para la Humanidad.

El PCPE ha defendido esta estrategia de acumulación de fuerzas desde los años ochenta del siglo pasado. Hoy, esas convicciones se reafirman ante el preocupante desarrollo de los acontecimientos internacionales. Por ello es el momento de pasar a la práctica, organizando en nuestra realidad inmediata un gran movimiento de masas en defensa de la paz y contra la guerra imperialista.

Un Partido fuerte en momentos de grandes responsabilidades históricas.

En estas condiciones, que colocan al PCPE ante responsabilidades históricas excepcionales, se convierte en un factor de primer orden la unidad del Partido.

Es posible levantar un gran movimiento de masas en España, contra la guerra imperialista, a partir de un PCPE fuerte y unido que enfrenta sus responsabilidades con capacidad de liderazgo y reconocimiento social entre la clase obrera y los sectores populares.

La defensa de la unidad del Partido adquiere, hoy, una singular dimensión revolucionaria

Son muchos y variados los sujetos llamados a participar en la organización del frente contra la guerra imperialista, pero el papel del Partido Comunista es insustituible por su responsabilidad en la dirección política y en la organización de la lucha de masas más allá de movimientos episódicos e inestables en el tiempo. Es la capacidad político-ideológica del Partido el factor determinante para que ese gran movimiento contra la guerra imperialista tenga capacidad de confrontar con el sistema de dominación y abrir, con este movimiento, el camino hacia un desarrollo superior de la lucha de clases que termine planteando la cuestión del poder como el factor que ha de determinar el desenlace de esta coyuntura histórica.

El imperialismo, también con su barbarie, está abriendo el camino hacia la revolución socialista. El PCPE ha de cumplir su tarea histórica.

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