El pasado 13 de agosto falleció en Madrid a la edad de 86 años Basilio Martín Patino, uno de los principales directores enmarcados en el llamado “cine de autor”, es decir, básicamente, en el cine hecho por quien no acepta las presiones y limitaciones impuestas por el cine comercial y obedece a sus propios criterios artísticos.

Martín Patino nació el 29 de octubre de 1930 en Lumbrales (Salamanca) en el seno de una familia católica. Sus padres eran de derechas de toda la vida y sus hermanos, bebiendo en esas fuentes, abrazaron fervorosamente la vida religiosa. Sin embargo, y por extraño que parezca, Martín Patino eligió un camino muy diferente asumiendo posturas anarquistas. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca, y posteriormente obtuvo el título de director por la Escuela Oficial de Cine de Madrid. Pese a ello no se dedicó al séptimo arte hasta que, tras coquetear con el mundo literario y el de la publicidad, fundó el Cineclub de la Universidad de Salamanca y publicó la revista Cinema Universitario. Corría entonces el año 1953. Y la España franquista y su cine ramplón y casposo estaban en pleno apogeo. “Un cine, según el famoso pentagrama de Juan Antonio Bardem, políticamente ineficaz. Socialmente falso. Intelectualmente ínfimo. Estéticamente nulo. Industrialmente raquítico”.

Ante ese panorama desolador, Patino organizó en 1955, junto a la revista Objetivo, en cuyo consejo de redacción estaban el mencionado Bardem y el también cineasta comunista Ricardo Muñoz Suay, las Primeras Conversaciones sobre Cine Español, igualmente conocidas como Conversaciones de Salamanca, ciudad en la que tuvieron lugar del 14 al 19 de mayo de aquel año. Se trataba, pues, de denunciar una cinematografía embobada por las castañuelas y los géneros de guardarropía, y reivindicar un cine más actual y realista, que fuera verdadero testimonio de los problemas que ocurrían en la España cutre y reaccionaria de aquellos años. En definitiva reflexionar sobre el cine español, su imprescindible renovación y su futuro. Un futuro que a partir de entonces, y siguiendo la línea iniciada por Berlanga (“Bienvenido Míster Marshall”, 1953) y Bardem (“Calle Mayor”, 1956), daría, ya en el marco del “Nuevo Cine Español”, obras como “La tía Tula” (1964), de Miguel Picazo, “La caza” (1965), de Carlos Saura o “El espíritu de la colmena” (1973), de Víctor Erice.

Prohibido en el franquismo

Por su parte, Basilio Martín Patino, contribuirá, en ese anhelado renacer del cine hispano, con películas como la magnífica “Nueve cartas a Berta” (1965), crónica abrumadora de una sociedad pacata y provinciana, y con los excelentes documentales, todos ellos prohibidos en el franquismo: “Canciones para después de una guerra” (1971), radiografía implacable de la posguerra a través de numerosas canciones populares; “Queridísimos verdugos” (1973), testimonio inquietante, valiente y surrealista acerca de la pena de muerte y el poder y “Caudillo” (1974), según el director salmantino, “un retablo y una reflexión sobre la guerra civil”. En todo caso, una trilogía de excepcional valor sociopolítico y cinematográfico de un cineasta que siempre buscó la causa de su rebeldía para que conozcamos mejor el mundo del que procedemos. Por todo ello, gracias camarada Patino.

Rosebud    

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