A principios de junio, el parlamento se estremeció. El PSOE dio un golpe en la mesa y con el apoyo de diferentes partidos políticos (desde el espectro de derechas al de izquierdas) consiguieron arrebatarle el gobierno al PP. Se nos presentó como un gobierno con aires nuevos y nos quitaba el ambiente anquilosado de un PP muy conservador.

El nuevo gobierno fresco creó el ministerio para la Transición Ecológica. Un ministerio, dirigido por Teresa Ribera, que se encarga de los temas relacionados con medio ambiente, energía, desarrollo sostenible y con la lucha contra el cambio climático.

Ahora bien, quién es la ministra y qué nos va a ofrecer. Teresa Ribera es licenciada en Derecho, ha tenido experiencia en cargos técnicos de la administración pública, en consejos asesores de corte internacional, como el consejo asesor global en cambio climático del Foro Económico Mundial o en el Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales. También participó en el la XXI Conferencia sobre Cambio Climático celebrada en París en 2015. Como podemos ver, la ministra no es ajena a las cuestiones medioambientales. Dado el perfil, podemos afirmar que es la ministra con más experiencia y más preparada en temas ambientales de las últimas cuatro legislaturas.

Consciente de que quizá no pueda agotar la legislatura, Teresa Ribera quiere marcar el camino a los siguientes gobiernos de cómo actuar.

Tiene a Nicholas Stern como referente para realizar la transición a un modelo energético y económico bajos en emisiones de dióxido de carbono. Con esto se posiciona ante las dos grandes visiones energéticas dentro de los sectores ideológicos de la burguesía. Uno, en el que la cabeza visible es el presidente de los EE UU, Donald Trump, que es negar el cambio climático y seguir consumiendo combustibles fósiles como hasta ahora y, el otro, que diseñó Nicholas Stern, un modelo en el que “todos” salgan ganando en la transición. Este último modelo requiere de una intervención del Estado en la economía para poder regular y realizar políticas que favorezcan a las energías renovables.

Algo similar se puede ver en España. Mientras que el gobierno de Zapatero realizaba una política más favorable a las energías renovables, el gobierno de M. Rajoy empezó a retirar las ayudas a este sector. Así se llegó a implantar el coloquialmente llamado “impuesto al sol”, penalizando a los poseedores de placas solares fotovoltaicas. El último gobierno del PP no llegaba a los extremos de Trump pero era un obstáculo para el sector de las energías renovables.

¿Qué quiere decir este debate ideológico entre las diferentes visiones de la energía? Pues en definitiva nos es más que una pugna económica por ver quién domina el mercado energético. Las empresas que viven de abastecer el mercado con combustibles fósiles hacen sus grupos de presión para que se sigan consumiendo sus mercancías. Mientras, el otro sector (y que es del que nunca nos acordamos) son las empresas que obtienen beneficios gracias a la venta de la tecnología que nos permite poder usar la energía solar y eólica principalmente. Este último sector, que se nos presenta como bueno, no está exento de abusos sobre los trabajadores como el de los combustibles fósiles.

Nuestra ministra parece a priori posicionarse a favorecer a las empresas que tanto producen los instrumentos para usar el sol o el viento (como la empresa vasca Gamesa), como los complejos industriales que nos abastecen directamente de electricidad como puede ser Abengoa.

La visión de la ministra es keynesiana (una intervención del Estado en la economía) para llevar a cabo la deseada transición, es decir, políticas socialdemócratas en el mejor de los casos.

Manuel Varo López

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