Cuando hablamos de la doble opresión de las mujeres trabajadoras en el capitalismo, podría entenderse que las mujeres que deciden vivir abiertamente su orientación sexual se “ahorran” parte de la opresión relacionada con el ámbito familiar.

Nada más lejos de la realidad, pues las mujeres sufren la opresión de mano del patriarcado en el capitalismo sólo por el hecho de ser mujeres.

También se podría suponer que la actuación de estas mujeres pone en peligro la institución de la familia por cuestionarla como pilar básico de sustento del sistema y que, por eso, el sistema las oprime todavía más. Otra falacia. Hoy en día se puede afirmar que el capitalismo está asimilando los nuevos modelos de familia. Y que mientras exista capitalismo, existirá la familia para resolver el trabajo de cuidados invisibilizado y no remunerado.

La situación real de las mujeres trabajadoras que deciden no seguir las normas impuestas por el modelo de familia patriarcal, es la misma de sobreexplotación y doble opresión que la de cualquier mujer trabajadora, con las dificultades añadidas de querer vivir acorde con un modelo que rompe con las normas hegemónicas.

En el caso de mujeres trabajadoras lesbianas, bisexuales, o incluso heterosexuales, que deciden mantenerse sin pareja y sin ser madres, sufren obstáculos económicos como consecuencia de la discriminación laboral de género frente a un hombre trabajador que decida lo mismo.

Una pareja de mujeres trabajadoras lesbianas que deciden formar una familia, parte de la misma desigualdad como núcleo familiar de tener sueldos inferiores a los hombres, además de sufrir las mismas discriminaciones que las mujeres heterosexuales en el ámbito laboral. Y en este caso, hay que añadir las dificultades jurídicas que todavía existen para reconocer la doble maternidad en una pareja de mujeres.

Pero las que viven una peor situación, tanto a nivel laboral como jurídico o sanitario, son las mujeres trans. A ellas siguen negándoles la autodeterminación de su identidad de género. Se les permite cambiar su nombre, pero para cambiar su género a nivel de registro civil tienen que pasar por un auténtico calvario físico, mental y emocional.

Además, todas estas mujeres, valientes y luchadoras por vivir abiertamente su sexualidad en contra de lo establecido, no se libran de recibir delitos de odio por ello, así como de la sexualización y cosificación a la que el sistema patriarcal somete a todas las mujeres.

Las mujeres lesbianas y bisexuales son concebidas por un amplio sector masculino como objetos sexuales susceptibles de satisfacer todas sus fantasías y cerca del 80% de las mujeres trans (según datos de la FELGTB), deben recurrir al trabajo sexual ante otras alternativas laborales en las que son discriminadas por la discrepancia entre su identidad sentida y su nombre legal.

Esta situación de agresiones y abusos por la orientación sexual afecta igualmente a los hombres gais y trans, aunque con menor discriminación y obstáculos, así como con un mayor empoderamiento por parte de ellos, que se detecta, por ejemplo, en el mayor número de denuncias por delitos de odio.

La defensa de todas las personas oprimidas y de los derechos democráticos forman parte de los fundamentos del Partido marxista-leninista para conectar todas las luchas y subvertir el sistema social opresor, construir una sociedad basada en producir para satisfacer las necesidades humanas y no para obtener ganancias.

Los logros de las luchas de las mujeres y del colectivo LGTBI por defender la diversidad sexual en las últimas décadas son sustanciales, pero también son frágiles y reversibles. El intento de organizar las luchas de forma parcial y transversal nos aparta de la lucha de clases y encorseta estas luchas dentro de la estructura capitalista.

Por eso es necesario avanzar en la conciencia de clase uniéndonos en la lucha por la construcción del socialismo-comunismo, como sociedad donde quepan todas las realidades posibles porque la explotación y opresión de un ser humano por otro ya no sea posible.

Gloria Marrugat

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