Puede que el poder del Estado burgués sea debilitado por el auge del movimiento de masas, pero de ninguna manera será aniquilado de este modo, si el ímpetu de las masas se disipa en el juego de la contrarrevolución, el capital se verá en seguida más fuerte, saliendo más vigoroso de la contienda, erigirá una dictadura fascista y restaurará la “paz laboral” en los términos dictados por los propietarios.

Se puede constatar en todos los países industrializados de Occidente la tendencia a poner punto final al servicio militar generalizado, formando unidades de élite para combatir sublevaciones y acciones de guerrillas, sustituyendo a los soldados proletarios por asesinos profesionales con un equipamiento y entrenamiento técnico perfectos. La fraternización de un ejército profesional con las masas revolucionarias es puramente utópica.

Parece que crece la tendencia a cerrar los ojos a las condiciones militares de una revolución, en el mismo grado en que el aparato represivo se especializa en la liquidación de disturbios y sublevaciones.

Sólo cuando se le garantiza la “democracia burguesa” el capital se muestra condescendiente y dispuesto a destituir a sus vicarios fascistas. A la aparente democracia parlamentaria sigue la dictadura abierta, fascista, de la burguesía, a ésta, a su vez, la forma parlamentaria de dominación, etc., hasta que el proletariado haya comprendido por fin que la victoria militar sobre el enemigo de clase no puede ser sustituida por ninguna otra forma de lucha.

El partido comunista es, lo mismo que la teoría revolucionaria, de la que es expresión en el campo de la organización, una flecha, una flecha en manos del proletariado. Pero la flecha carece de toda utilidad si uno se limita a jugar con ella entre las manos, exclamando de vez en cuando, totalmente arrobado:”¡Una hermosa flecha, sí, señor, una hermosa flecha!”, en lugar de dirigirla contra el enemigo de clase, la burguesía.

En el caso de que no se tenga perfectamente clara la cuestión del contenido y de las formas de la lucha revolucionaria, corremos el peligro de crear una organización de partido que, en el mejor de los casos, resulta inepto para la dirección de las masas revolucionarias, si no es también lo cual ya es mucho peor una rémora para la marcha de las mismas.

Las luchas de clases del pasado han impulsado el desarrollo del socialismo científico. Y éste se ha convertido en un firme cimiento de la revolución socialista mundial. Esta teoría tiene que ser, sin embargo, si es que quiere desempeñar la función práctica que le corresponde, desarrollada conforme a las indicaciones de la experiencia y de la evolución de las circunstancias.

Los revolucionarios rusos -y ante todo Lenin- habían expuesto la necesidad de preparar y organizar sistemática y pacientemente la sublevación armada, adaptando sobre todo los principios organizativos del partido a esta tarea; Lenin llegaba a la conclusión de que el proletariado ruso necesitaba “una organización militar de revolucionarios profesionales”. Se refería con ello al partido.

Quien desconozca las enseñanzas de la historia estará condenado sin remedio a repetir los errores del pasado.

No se ayuda a nadie con una mitificación de los obreros industriales, y menos al mismo proletariado. ¿Qué es lo que han querido decir Engels y Lenin al constatar el hecho de que si bien el portador de la conciencia revolucionaria es el proletariado industrial, éste, por sí solo, con sus solas fuerzas, únicamente puede desarrollar una concienciación “tradeunionista”, meramente sindicalista?

En tiempos de Marx y Lenin la intelectualidad se identificaba -salvo algunas individualidades aisladas- tanto por su procedencia como por su situación social con los intereses de las clases explotadoras; en la actualidad una parte de la intelectualidad adopta una posición intermedia, menos por razones de su origen que por motivos de su función dentro del mecanismo de producción.

Hoy día los portadores de la conciencia revolucionaria no son las organizaciones de los trabajadores, sino más bien los sectores revolucionarios del estudiantado.

Una aportación fundamental del enriquecimiento de la teoría revolucionaria ha venido de sus controversias teórico-prácticas con el revisionismo de los partidos comunistas tradicionales [eurocomunistas] y con el socialdemocratismo.

Las masas no están, en absoluto, tan contagiadas de la moral burguesa como para ver un problema ético en el uso de la violencia como arma de los enfrentamientos sociales.

Esperar pacientemente hasta que los obreros industriales se organicen y entren en la lucha revolucionaria es, con toda seguridad, el medio menos adecuado para incorporar al proceso revolucionario a sectores todavía hoy día pasivos. El mero hecho de reducir el concepto de proletariado a los obreros industriales hace que el lema según el cual el proletariado debe ejercer en todo una función directiva sufra una total tergiversación.

Hace el juego a los enemigos de clase el que, en nombre de un esquematismo abstracto, se pone a impedir o difamar lo que hacen los sectores ya movilizados del campo anticapitalista.

Área Ideológica del CC del PCPE

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