Escuchando a diario las noticias sobre el avance de la pandemia del corona virus uno no puede más que deprimirse: nos damos cuenta de que los sistemas de salud de los países más avanzados no están preparados para afrontar un reto de tal envergadura, por no pensar en las personas que viven en países sin un sistema de salud pública. Salud pública?

El virólogo del hospital universitario más grande y más importante de Alemania habla todos los días en la radio sobre la pandemia y las medidas que deberían tomar las autoridades estatales. En su intervención del lunes explicó la utilidad (o no) de las mascarillas que consideró útiles para que el portador infectado no diseminara el virus pero no para evitar el contagio. El problema actual es que en los hospitales y centros de salud se quejan los profesionales de que faltan miles de mascarillas que los puedan proteger a ellos y sus pacientes. Por eso, dijo el virólogo, es necesario que se compre, primero, mascarillas para este colectivo y no para uso de personas particulares, porque lo que no se debe permitir es que en los mercados haya demasiada demanda y, por tanto, aumente el precio del producto por escasez. En ningún momento cuestionó, ni él ni la periodista que hizo la entrevista, que sean los mercados los que repartan un recurso de primera necesidad en el sector de la salud.

El mercado es lo más sagrado en una economía capitalista (aunque a los capitalistas y sus esbirros políticos les gusta llamarla economía libre y social de mercado) y es la entidad que en los últimos años se ha introducido en todos los ámbitos de la mayoría de las sociedades (excepto las pocas socialistas, como Cuba), hasta convertirlas en sociedades capitalistas. Antes hubo un sistema económico llamado capitalista dentro de un marco social y político, pero desde los años setenta a esta parte vivimos la expansión de una ideología que se llama “neoliberal”. En el fondo es históricamente la ideología del capitalismo desde sus inicios, por eso pensamos los comunistas que el capitalismo muestra con la vuelta neoliberal su verdadera cara. Y qué es?

El neoliberalismo pretende monetarizar todos los aspectos de la vida humana incluido las necesidades básicas como nuestra salud y las relaciones sociales hasta las amorosas (hay interesantes estudios sobre la búsqueda de pareja en tiempos neoliberales). En los años 80 se empieza a considerar la salud un bien privado de consumo individual dando una vuelta de 180 grados a la idea de salud pública en su origen. Las primeras cajas de salud (o cajas de enfermedad) surgieron al mismo tiempo que la construcción de los estados nación en los siglos 17 y 18 junto con la Revolución Industrial. La creación de un sistema de salud generalizado no fue obra de misericordia sino una necesidad de la industrialización y de la producción capitalista al descubrirse el valor de la población como factor productivo: obreros y obreras enfermas no pueden crear valor, por tanto habría, que curarlos rápidamente para que vuelvan a su puesto de trabajo. El Estado asumió la tarea de organizar y controlar el sistema de salud. El gasto de la salud lo pagaron en parte los empresarios y una parte se dedujo de los salarios. Después de la Segunda Guerra Mundial invirtieron sobre todo los estados occidentales mucho dinero en los sistemas de salud. Inglaterra creo en 1948 un Servicio Nacional de Salud (National Health Service NHS) e impulsó de esta manera el estado de bienestar. La sanidad pública se ha convertido en una de las prestaciones sociales mejor valoradas por los británicos – hasta que el socialdemócrata neoliberal Tony Blair empezó a desmantelar y privatizar parte del sistema público.

Podemos mencionar como ejemplo las residencias de tercera edad como paradigma de privatización en el sector de la salud. Allí viven personas después de su vida laboral y ya no están disponibles para el mercado laboral, por tanto al estado le interesa bien poco la financiación de estas instituciones y las convierte en un mercado dónde las empresas de salud pueden invertir y sacar beneficios. En estos centros se han elaborado procesos de economización que se pueden expresar monetariamente, es decir en euros y céntimos, todas las actividades de las cuidadoras, incluida la atención afectiva, es decir el tiempo que se toman para hablar y escuchar a los ancianos.

El personal trabaja bajo condiciones a menudo inhumanas y salarios precarios, en su mayoría mujeres. Lo mismo ocurre con hospitales y clínicas especializadas y no con la atención básica porque da menos beneficios. Los máximos beneficios los sacan las empresas que han conseguido reducir gastos, es decir personal. Las decisiones del médico ya no están determinadas por los objetivos de sus terapias sino por el gasto que puedan generar. El objetivo principal de un hospital privado ya no es la salud de sus pacientes sino el beneficio de la empresa y del empresario por tanto los pacientes ahora son sus clientes.

En tiempos de corona virus falta el personal que la ideología neoliberal obligó a reducir a los administradores de la salud (se aplicó tanto en el sector privado como en el público) y si el hospital puede comprar en el mercado las mascarillas necesarias para su personal depende mucho de la cuenta de pérdidas y ganancias de la empresa. Aunque para la parte empresarial tampoco es tan grave: las pérdidas las asume el estado y las ganancias se convierten en dividendos para los inversores.

Drahreg

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