“...Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos” (Evangelio según San Mateo 16, 13-20).

A partir de esta sentencia de Jesús hecho Cristo, la Iglesia Católica ha legitimado la construcción de lo que a lo largo de la historia ha sido una herramienta de opresión del pueblo, pivotado en el poder papal (Pedro) que por mandato divino, ha ejercitado el liderazgo político del Vaticano.

La historia de la Iglesia Católica está plagada de crímenes desde su origen. Cuantificar los millones de muertos que en nombre de Dios sirvieron de abono a esa maquinaria de poder, es tarea imposible.

Baste señalar las cruzadas contra los turcos selyúcidas y sarracenos o el exterminio de los cátaros, la ardiente condena inquisitorial de la herejía y el protestantismo o los más de 6 millones de muertos tras la conquista de América. Y es que “mejor quemar a un hereje que abandonarlo en sus errores” (Agustín de Tagarte 345-430)

A la diestra del Dios Padre y la siniestra de Constantino el Grande, y a partir de ese momento, de la totalidad de los representantes del poder político, militar y económico, la Iglesia ha sabido mantener su posición e influencia, arrancando la Edad Media del mundo romano y sobreviviendo al protestantismo, más acorde a la modernidad y a la hegemonía del capitalismo y su concepción del mundo, hasta la actualidad.

En España la Iglesia ha sido y es omnipotente, omnisciente y omnipresente más que el mismo Dios. La Reforma protestante aquí no arraigó debido a la implacable persecución a la que fueron sometidos los luteranos por la Inquisición española, lo que allanó el terreno a que el catolicismo continuara compartiendo los “iura regalia”i siendo la herramienta política preferida de la clase dominante hasta la Constitución de 1978.

A partir de este momento, aunque la Iglesia va “decrescendo” en su “salus animarum”ii (según la serie histórica recopilada por el CIS, en 12 años el número de los españoles que se consideran católicos ha descendido 10,4 puntos), su influencia y poder político y sobre todo su función crematística, se mantiene en buena salud o incluso mejora.

En España, se estima que el patrimonio inmobiliario eclesiástico está formado por 100.000 posesiones. Es decir, el 80% del patrimonio histórico-artístico español. Estos inmuebles a día de hoy están exentos del pago del IBI. El número de inmuebles poseídos y el dinero exento en impuesto va creciendo año tras año, puesto que en virtud de la Ley y el Reglamento Hipotecario, los obispos pueden emitir certificados de dominio y poner a nombre de la la Iglesia todo tipo de bienes inmuebles que pertenecían a los pueblos o que no se llegaron a registrar nunca (inmatriculaciones). Desde el año 1998 hasta el pasado año más de 30.000 propiedadesiii

La asociación Europa Laica estima que se pierden unos 2.000 millones de euros al año en impuestos gracias a estas exenciones y unos 300 millones por los beneficios de los bienes inmatriculados.

Pero además, el Concordato entre el Estado “aconfesional” español y la Iglesia, también concede a esta el “sacro” privilegio de financiarse con los impuestos que pagamos mayoritariamente la clase obrera. La famosa “x” del IRPF no es lo que a las quinielas futbolísticas un empate, sino un triunfo del parasitismo episcopal sobre nuestra emancipación, puesto que supone un premio a los servicios prestados antaño y presente de adoctrinamiento de parte de la clase a favor de los intereses de la oligarquía moderna, heredera de aquella casposa burguesía terrateniente con la que todavía convive.

Este año, la Iglesia Católica recibirá 284 millones de euros por esta casilla. Pero la partida destinada a fines sociales, por arte de birlibirloque también acaba en gran parte en la saca de la Iglesia, debido al control que esta tiene sobre ONGs, asociaciones o fundaciones que realizan proyectos de “interés social”. Una versión actual del “Reddite ergo quae sunt Caesaris Caesari, et quae sunt Dei Deo”iv. Tampoco en estos tiempos es sencillo distinguir las dos planos de la oración.

El fomento de la educación privada católica desde los estamentos públicos es otro de los pilares sobre los que se asienta el poder católico actual en España. Por un lado la presencia de la religión como asignatura corroborada por los acuerdos de 1979, en que los obispos designan al cuerpo docente pagado por la administración pública. Y por otro,  la financiación de los más de 2200 centros educativos católicos que supone una inversión estatal de más de 4.600 millones de euros.

Las asociaciones y entidades vinculadas a la Iglesia son incontables y crean una red a lo largo de todo el territorio de estado español. Están intricadas en todos los aspectos de la sociedad. Sobre ellas destaca el Opus Dei, una Prelatura personal de la Iglesia Católica, tal y como la misma reza, que ha llegado a controlar puestos de alta responsabilidad en los gobiernos estatal y autonómico, la judicatura... y amasado ingentes cantidades de dinero con la titularidad de un sinfín de empresas.

No cabe duda de que el nudo que Franco dejó “atado y bien atado” continua férreo en nuestros días gracias a eso de que “...lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.” (San Mateo 16, 13-20).

Kike Parra


iSímbolos del poder de la monarquía como la espada,el cetro o la corona.
iiSalvación de almas. Según en Codex Iuris Canonici, 1752, la salvación de las almas es el fin del ordenamiento canónico.
iiiDatos del Colegio de Registradores
iv Devolvedle, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (Mateo 22, 15-21)
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