Rosa Parks había trabajado muchas horas ese día y estaba cansada. En Montgomery (Alabama) cogió un autobús para volver a su casa, lo cual siendo mujer, negra y viviendo en el dantesco infierno de los Estados Unidos de América en los años 50, era ya un acto militante.

Rosa vio un sitio libre, lo ocupó. Lo hizo hacia la mitad del vehículo, en la parte en la que los negros podían sentarse siempre que ningún blanco quisiera hacerlo también.

Entonces llegó el momento. Un joven de raza blanca subió al mismo vehículo en el que iba Rosa Park y se dirigió a la zona donde la mujer negra había hecho un paréntesis en su cotidiano agotamiento. De forma casi automática, el conductor le dijo, displicente, que le cediera su asiento al hombre blanco, pero Rosa se quedó quieta y no se levantó.

Al verla sentada, imperturbable ante la certeza de la represalia, el chófer la amenazó: "voy a hacer que te detengan", a lo que ella respondió: "puede hacerlo!"

Y a estos, a los policías, Rosa también les espetó, de frente, las verdades sobre sus prácticas racistas, ganándose no sólo el arresto, sino, además, una multa.

Tras la acción de Parks, Martin Luther King, luchador antisegregacionista, organizó una huelga contra el racismo en los transportes públicos. La protesta duró 382 días, un año y casi un mes, tiempo durante el cual más de treinta mil hombres y mujeres de raza negra no cogieron, ni una sola vez, el autobús en Montgomery, sin importarles la distancia que tuvieran que recorrer caminando.

Finalmente, el Tribunal Supremo estadounidense se vio obligado a romper su silencio y a declarar que el racismo era contrario a los principios de la Constitución de los Estados Unidos. Asimismo, el Gobierno de ese país, cómplice hasta entonces del atropello a los negros, tuvo que abolir la segregación racial en los transportes públicos.

Al igual que la abolición de la esclavitud, este dictamen judicial se debió a las necesidades de los capitalistas de multiplicar sus ganancias, pues los hombres y mujeres de raza negra también pagaban sus billetes, como aquellos esclavos, ya libres, que pudieron comprar mercancías en los comercios de los blancos.

Este juego perverso, en el que el interés económico se cubre con el manto de la Justicia, no es lo que nos debe nutrir a las y los comunistas; eso queda para nuestro acervo histórico. Lo que debemos hacer nuestro es la convicción de que, por desfavorables que puedan sernos las circunstancias, será la defensa de los principios éticos, la respuesta que habremos de hallar, siempre, a cada interrogante de nuestro quehacer político. En definitiva, es a eso a lo que Fidel, iniciándose el siglo XXI, llamó Revolución.

(http://www.cubadebate.cu/noticias/2010/05/01/cumple-hoy-10-anos-el-concepto-de-revolucion-de-fidel-video/).

ML. González

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