Por correlación de fuerzas, dentro del marco de la lucha de clases, se debe entender  la forma en que las distintas fuerzas sociales se agrupan, con el objetivo de imponer sus particulares intereses de clase, dependiendo de su capacidad para hacerlo, en un momento determinado.

En el marco del Estado español, esta correlación de fuerzas viene marcada por la situación en la que se encuentran las diversas clases sociales y las posibilidades con las que cuentan para mantener su hegemonía o adquirirla, si aún no la tiene. Esta correlación de fuerzas está íntimamente ligada a la que se da en el marco internacional, donde el imperialismo, ya sea de los EE. UU., la Unión Europea u otros países capitalistas, influye de forma decisiva en las distintas burguesías nacionales dependiendo de su puesto en la cadena imperialista.

Así pues, para determinar la situación de estas fuerzas sociales, debemos examinar, aunque de forma somera dada la limitación de espacio de este artículo, los siguientes aspectos. Por un lado, la burguesía, trata por todos los medios de sobrevivir en un marco de profunda crisis estructural del sistema, agravada en estos momentos por la pandemia de la COVID-19. El proceso de concentración del capital que se da en esta fase imperialista hace que la oligarquía consiga desplazar amplias capas de la pequeña y mediana burguesía, arruinándolas y "proletizándolas", eliminando de este modo una competencia a sus intereses en el mercado. De igual forma, las grandes empresas de la oligarquía (participadas mayoritariamente por capital extranjero), que controlan los sectores económicos estratégicos y que acumulan casi toda la riqueza del país, imponen, de forma férrea, sus condiciones en el marco institucional del Estado, dictando las pautas necesarias para consolidar su posición de dominio absoluto sobre el mercado, incluido el mercado laboral, así como su hegemonía de clase.

Ante la agudización de la crisis general del sistema, la burguesía se ha visto obligada a facilitar el acceso a sus instituciones políticas a la socialdemocracia y oportunistas con el objetivo de prolongar, en lo posible, el pacto social y así seguir manteniendo su actual dictadura. En esta crisis, todas sus superestructuras están quebrando, desde la monarquía al poder judicial, pasando por la institución parlamentaria, que se ha convertido en un circo incapaz de dar soluciones a los problemas que afectan a la mayor parte de la población del Estado español y donde los partidos políticos que representan a las distintas facciones de la burguesía se encuentra enzarzados en una batalla que nada tiene que ver con la situación real en la que se encuentra la clase obrera y los sectores populares, quienes comienzan a ejercer una incipiente presión.

De otro lado y como eje antagónico, la clase obrera en el Estado español se encuentra hoy tratando de hacer frente a la brutal acometida que la oligarquía viene desencadenado contra sus derechos y condiciones de vida, agravada por la deficiente e ineficaz gestión de la crisis sanitaria provocada por la pandemia. Hoy por hoy, las trabajadoras y trabajadores no estamos luchando por obtener nuevos derechos o por mejorar nuestras condiciones de vida, sino que estamos luchando por no perder derechos ya adquiridos y porque nuestras condiciones de vida no empeoren. Y esto extendido a todos los ámbitos de nuestra vida. Se pelea, cuando se hace, para que se cumplan los convenios, para que no cierren esta o aquella fábrica, contra la precarización laboral, contra las jornadas extenuantes, contra el paro, contra los desahucios, contra el desmantelamiento de los sistemas públicos de salud y enseñanza, por mantener las pensiones, ya de por sí exiguas e insuficientes, etc. Es decir, la clase obrera se encuentra a la defensiva.

Esta situación viene determinada, en gran medida, por las maniobras de la patronal que, contando con el apoyo de organizaciones sindicales colaboracionistas, neutralizaron el movimiento obrero desviándolo hacia formas de actuación exclusivamente enmarcadas en el ámbito institucional, propiciando consecuentemente la pérdida de su autonomía e independencia como clase en la defensa de sus intereses. Se desmantelan y desarticulan las tradicionales herramientas y métodos de lucha de la clase obrera, sustituyéndolas por el pacto o acuerdo social que estrangula cualquier forma de lucha que se salga del marco puramente institucional. Unido a esto, el avance de leyes represivas como la Ley Mordaza (Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo, de protección de la seguridad ciudadana) y las sucesivas reformas del Código Penal, entre otras, han permitido a la oligarquía neutralizar en gran medida las movilizaciones de las masas trabajadoras e imponer su dictadura, sin olvidarnos del enorme poder que tienen sus medios de comunicación para interferir en la vida cotidiana de toda la población.

De igual forma, la atomización del movimiento sindical, más preocupado por la supervivencia de sus siglas que por lograr una efectiva unidad de acción, hace que el movimiento obrero no pueda presentar un frente reivindicativo amplio y unido frente a los ataques de la patronal.

En este marco, es claro que la correlación de fuerzas favorece a la oligarquía frente a la posición de resistencia de la clase obrera.

Por ello, es absolutamente necesario que la clase obrera cuente con su partido de vanguardia, que la oriente y dirija en su lucha contra los ataques de la patronal y por su emancipación. El Partido Comunista de los Pueblos de España, tras la celebración de su XI Congreso, asume como una de sus tareas prioritarias lograr la necesaria implantación del Partido entre la clase obrera, con el objetivo de contribuir a cambiar la correlación de fuerzas  a favor de la clase obrera y demás sectores populares, pues las condiciones materiales para derrotar el caduco sistema capitalista están ya dadas.

"Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo nacen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización". (Marx, Prólogo a la Crítica de la Economía Política).

F.J. Ferrer

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