Ayuso es el personaje más mustio y espeluznante del momento. Ha convertido la sanidad madrileña en un espectáculo oscuro y lúgubre que el alcalde Almeida trata de alumbrar con una navideña y kilométrica bandera española porque, según sus cálculos, el rojo y el gualda tienen poderes curativos para acabar con la crispación e incentivar al comercio.
En cuestión sanitaria también andan muy clarividentes. Ayuso se embarcó en junio en un proyecto que sorprendería al mundo: la construcción de un hospital destinado a enfermos de Covid, a levantar en una zona desierta de las dimensiones de seis campos de fútbol. El hospital debía estar en funcionamiento para tratar el rebrote que se preveía en otoño. 45 millones de euros tienen la culpa, y una decena de empresas que rápidamente se pusieron manos a la obra: Ferrovial, Dragados, Sacyr y otros conocidos.
El 31 de octubre estaba prevista la finalización del propósito o de lo contrario, las empresas constructoras se enfrentarían a gordas sanciones, que también repercutirían en las subcontratas y cómo no, en los trabajadores que están trabajando a destajo hasta 16 horas diarias, y que habrá que ver cómo salen de ésta. Pero a fecha de hoy, la obra que iba a estremecer los cimientos de la tierra no está acabada. ¡Y menos mal!, porque para tan faraónica obra, la Comunidad de Madrid no contó con el personal sanitario. Bueno, sí, cuentan con personal voluntario y si el voluntariado no fuera suficiente, trasladarían de forma forzosa a Valdebebas, trabajadores que fueron contratados como refuerzo contra la Covid. Es decir, repiten la experiencia de movilizar al personal sanitario, pisoteando el derecho de los trabajadores a elegir el centro en el que desean trabajar y desconsiderando el desastre que generaron en los centros de Atención Primaria cuando desplazaron a más de 1000 sanitarios al hospital de campaña del IFEMA.
Un proyecto de hospital que permanecerá cerrado la mayor parte del tiempo, y que pretende arrancar sin plantilla propia, con personal precario, de acá para allá.
No han hablado del personal no sanitario: cocina, mantenimiento, limpieza, etc. porque darán por hecho que quedará en manos privadas, expertas en dar servicio con personal insuficiente y en condiciones de repugnante precariedad.
El modelo sanitario de la presidenta Ayuso, el que menos dinero destina a la Sanidad, constituye un atentado a la sanidad pública; y el pueblo trabajador ya ha entendido que lo que se prioriza en la Comunidad de Madrid son los intereses de los negocios privados y no la salud de los y las madrileñas.
La Presidenta miente compulsivamente, sin ningún decoro, y culpa del virus a las malas costumbres de los inmigrantes. Oculta la realidad de las cifras que traslada al gobierno central, premeditadamente y con retraso, añadiendo más desesperación y sufrimiento a los madrileños que se hacinan cada mañana en los cercanías y en el metro para ir a ganar sueldos de miseria.
Pero no nos confundamos, Isabel Ayuso no es una ingenua impulsiva, deslenguada e irreflexiva, ella sabe muy bien a qué intereses sirve y tiene muy clara su concepción del mundo: un mundo en el que ella y los suyos sean los explotadores y nosotros, la mayoría trabajadora, seamos los explotados.
Telva Mieres