Durante estos días, los medios de comunicación dedicaron gran tiempo y recursos a mantener vivo el recuerdo mitificado, que ellos mismos habían construido en los países capitalistas sobre lo que era o más bien sobre lo representó John F. Kennedy. La falta de rigor y de análisis de la figura y obra del personaje es la tónica dominante en las crónicas y editoriales, como hace 50 años. Así hemos podido encontrarnos afirmaciones del tipo, de que Kennedy se preocupó por la clase trabajadora estadounidense, por acabar con segregación racial en EEUU; o que en política exterior hizo un considerable esfuerzo por rebajar la tensión con URSS en plena Guerra Fría, que trató de desarrollar un programa de apoyo a las masas populares latinoamericanas para facilitar el acceso a la educación y sanidad a aquellos amplios sectores que en América Latina se veían privados de los más elementales derechos, como consecuencia de las condiciones de explotación a los que eran sometidas las masas por sus gobiernos títeres del imperialismo; incluso algún supuesto investigador, se atreve a afirmar que si Kennedy no hubiese sido asesinado el 22 de noviembre de 1963 y hubiese podido terminar su mandato, habría parado la devastadora intervención imperialista en Vietnam.

Por la necesidad e importancia que tiene para la clase obrera y las masas populares deshacerse de concepciones idealistas acerca de un imperialismo de rostro amable, dependiente de la buena voluntad de determinado personaje carismático prefabricado por los medios de comunicación de masas, nos hemos decidido a realizar un artículo respecto a la trayectoria política de J.F. Kennedy y las consecuencias sus tres años de presidencia, sin caer en los tópicos que desde hace 50 años se vienen alimentado y difundiendo en la prensa burguesa, tratando para ello de centrarnos en una serie hechos en muchos casos desconocidos por el gran público.

Se ha puesto siempre de relieve los aspectos más destacados de la presidencia de Kennedy, pudiendo parecer que su carrera política se iniciara en 1960 cuando realmente no es así. Su carrera política comienza en 1947 siendo elegido diputado en el Congreso y seis años después es elegido senador por el estado de Massachusetts. En este periodo el senador Kennedy adopta posición política en asuntos trascendentes que por un lado, permiten prever algunas de las importantes decisiones que adoptó durante su presidencia, y por otro ponen en entredicho sus supuestas convicciones democráticas, tan cacareadas por los medios.

En enero de 1949 en plena cruzada anticomunista, Kennedy expresaba en la Cámara de Diputados su punto de vista cuando los comunistas chinos tomaron el poder en Pekín: “Nuestros diplomáticos y consejeros, los Lattimore y los Fairbank, estaban tan preocupados con la imperfección del sistema democrático en China, que no tuvieron presente nuestros enormes intereses en una China sin comunismo… ahora, esta Cámara debe asumir la responsabilidad de impedir que la fuerte avalancha de comunismo se trague toda Asia”. Los consejos pronunciados por Kennedy fueron fielmente seguidos por Truman, y en junio de 1950 Estados Unidos intervino Corea matando a 2 millones de coreanos en tres años de guerra. La aspiración de dominar la zona de Asia ya estaba claramente insertada en la estrategia de expansión imperialista de EEUU y plenamente interiorizada por los elementos más destacables de la élite política y económica norteamericana.

En marzo de 1947 Truman promulgó la Orden ejecutiva 9835, que tenía como objetivo “la localización de personas desleales” en el gobierno americano. El encargado de dirigir estas investigaciones fue el senador de Wisconsin J. Mc Carthy, que en 1954 fue “censurado” por el Senado por atacar a algunos generales a los que acusaba de no ser lo suficientemente severos con los presuntos comunistas. John F. Kennedy nunca se opuso a las actividades que dirigía Mc Carthy, que tuvieron como resultado la ejecución de Julius y Ethel Rosemberg, acusados de ser responsables de la muerte de 50.000 soldados norteamericanos en Corea, y el encarcelamiento de cientos de activistas, dirigentes sindicales y miembros del Partido Comunista. La Connivencia de Kennedy y los demócratas con la “caza de brujas” desatada por Mc Carthy que se extendió durante toda la década de los cincuenta, fue evidente no sólo por no condenarla sino también por votar cada año a favor para financiar las actividades anticomunistas desatadas por el FBI. Kennedy ya conocía perfectamente los mecanismos del Estado para asegurar el control social, y no tenía el menor reparo en ponerlos en funcionamiento para preservar la posición hegemónica de las clases dominantes.

Después de su paso por la cámara de Diputados y el Senado, en 1960 se presenta como candidato a la presidencia por el Partido Demócrata enfrentándose a Nixon, al que gana con un margen escaso de votos. Kennedy construyó su discurso durante la campaña presidencial en torno a tres cuestiones fundamentalmente: acabar con el desempleo y extender entre las capas populares del seguro sanitario y poner fin a la discriminación racial en el ámbito interno (nueva frontera); y contener el avance del comunismo en América Latina y Asia, en política exterior.

Los resultados de lo que se denominó “la nueva frontera” fueron totalmente inapreciables. No sólo no consiguió mejorar las condiciones de vida de los sectores más castigados sino que continuó con la política económica de sus predecesores, reforzando la posición de la facción de la oligarquía vinculada a la industria armamentística alcanzando el presupuesto militar durante su presidencia el 50% del presupuesto del Estado, reduciendo los impuestos a las multinacionales, y produciéndose como consecuencia de las medidas aplicadas una mayor concentración de la riqueza por parte de la élite económica. John F. Kennedy no tuvo el mayor reparo, a pesar de sus promesas, en exigir a los sindicatos que renunciasen a sus reclamaciones salariales y en empobrecer a amplios sectores de la clase trabajadora. Pero si en las primeras medidas que adoptó como presidente, dejó claro que en ningún caso iba a sacrificar o agredir los intereses de las clases dominantes para que la clase trabajadora adquiriese una mayor parte en la distribución de la riqueza nacional, el siguiente paso fue dejar claro que sus buenas palabras contra la discriminación racial, eran simplemente un señuelo electoral que le ofreció muy buenos resultados y el que algunos “ ingenuos”, como el Dr. King quisieron comprar.

Kennedy obtuvo entorno al 70% del voto negro con su promesa de poner fin a la discriminación racial, pero no adoptó ninguna medida concreta durante su mandato y ni tan siquiera hizo cumplir aquellas que ya habían sido promulgadas y que le permitía al presidente acabar con la segregación racial. Sin duda, la cuestión racial para Kennedy era solamente un elemento a tener en cuenta en dos aspectos: el electoral, ya que el apoyo de la población negra aseguraba el acceso a la presidencia de EEUU, y en plano social, era necesario mantener cerca a los líderes negros que representaban socialmente a la capas de la pequeña burguesía y cuyo discurso se limitaba a exigir igualdad en el ámbito jurídico y político, para arrinconar a aquellos otros líderes que, en palabras de Malcolm X, “representaban a los negros de las plantaciones de algodón” y que centraban sus reivindicaciones en torno a la situación de pobreza de los trabajadores negros, con un discurso en clave clasista que penetraba con facilidad entre la comunidad negra. Para ello, la administración Kennedy con respecto a la cuestión racial se manejó en esta dialéctica: apoyar y visibilizar a los líderes negros cuyo discurso era asumible para las élites blancas, mientras el FBI llevaba adelante un programa masivo de contraespionaje (Cointelpro) el cual tomó 296 medidas en contra de los grupos negros entre 1956 y 1970 con el objetivo de destruirlos, utilizando todos los medios incluido el asesinato de sus líderes.

La imagen que Kennedy trasladaba a la opinión pública nacional e internacional de haberse comprometido con la eliminación de segregación racial, por medio de gestos como el recibimiento de la marcha sobre Washington en 1963 liderada por el Dr. King, contrastaba con los hechos de sus políticas. Durante su mandato se produjeron importantes conflictos y manifestaciones contra la segregación y la discriminación que fueron brutalmente reprimidos por la policía, sin que las autoridades federales tomasen medidas para evitar el encarcelamiento masivo y la violencia sobre la población negra. Al final de su presidencia el porcentaje de parados entre los blancos era del 4,8%; entre los no blancos del 12,1%. Una quinta parte de la población blanca vivía bajo el umbral de la pobreza; la mitad de la población negra vivía por debajo de ese mismo umbral. Los hechos muestran con rotundidad que las afirmaciones que hace la prensa burguesa respecto al gran avance que la administración Kennedy había supuesto en derechos y mejoras sociales para la para población negra son falsas y carecen del más mínimo rigor.

(fin de la Primera Parte)

ToTe Fernández

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