Ana, una joven profesora interina de primaria, a la que la pandemia ha obligado a adaptarse en su trabajo para garantizar, en la medida de lo posible, la educación a su alumnado con los pocos medios que aporta el Estado. Es una de las miles de educadoras a las que se les exigió un sobre esfuerzo tanto en el confinamiento como en la vuelta a las aulas, de las esenciales que tuvieron que afrontar de un día para otro clases y tareas on line con jornadas maratonianas.

Le preguntamos cómo afectó el confinamiento a su trabajo, siendo profesora y con el cierre de los centros educativos, nos cuenta que “El confinamiento fue muy duro debido a que lo viví sola, mi hermana es sanitaria y mis padres son personas de riesgo”.

“Soy maestra y el curso pasado fui tutora de un grupo de sexto de primaria. El confinamiento cambió radicalmente la manera de desempeñar mi trabajo. De realizar un trabajo presencial con un grupo-clase de 25 alumnos pasé a no poder comunicarme con ellos de manera directa y tener que hacerlo por vía telemática con sus familias”.

En mi caso pude ver las grandes dificultades que presentan ciertas familias no sólo a nivel de recursos económicos y tecnológicos sino también a nivel competencial con el uso de herramientas tecnológicas. Familias sin conexión a internet con las que tuve muchas dificultades para comunicarnos, familias en las que los padres y madres trabajaban y necesitaban el ordenador y no podían acceder con facilidad a los recursos que yo les ofrecía o familias que vivieron las consecuencias más duras de la pandemia con la pérdida de algún familiar o del trabajo”.

“Durante este confinamiento he visto como las familias, en la mayoría de los casos las madres, tenían que desempeñar su trabajo, gran parte en mi caso trabajaban en supermercados o eran profesoras de instituto y cuando su jornada laboral finalizaba tenían que ponerse con sus hijas a trabajar en las actividades escolares”.

Cuando hablamos con ella sobre sus actuales condiciones laborales, nos cuenta que este año y debido a las medidas tomadas por la Consellería d’Educació es el primer curso que le han adjudicado una vacante desde julio…”El año pasado no comencé a trabajar hasta finales de septiembre... Se podría decir que han mejorado porque han aumentado los recursos personales en los centros educativos, se necesitan más maestras y profesoras pero esta situación es provisional, pero mi incertidumbre laboral continúa, pues no podemos olvidar que en poco tiempo vendrán los recortes y la situación empeorará”.

Además, las medidas que conlleva la pandemia han reducido su vida social al máximo para protegerse a ella, su familia y su círculo más cercano.

“En el trabajo tenemos que extremar las precauciones, lo que conlleva un aumento del trabajo a realizar cuidando las medidas sanitarias del los alumnos y adaptando la planificación y la programación educativa a la situación actual”.

Cuando le preguntamos sobre el cambio de las tareas de cuidados, nos cuenta que se ha encargado de realizar las tareas que podían suponer un riesgo para sus padres, que al ser mayores son personas de riesgo.

Actualmente no recibe ningún tipo de ayuda o subvención, durante el verano recibió la prestación por desempleo…“porque cubría una baja indeterminada desde finales de septiembre y cesé el 30 de junio”.

En definitiva, ha vivido este año con tristeza por la situación sanitaria…”preocupación por la salud de mis familiares y mis amigos e incertidumbre por no saber cómo va a evolucionar todo. Además, como ya he comentado, trabajar durante el confinamiento, sin las medidas necesarias y con las dificultades de la familia, se hizo bastante difícil”.

Le gustaría que la situación sanitaria mejorara para poder volver a la normalidad lo antes posible…”y, por supuesto, mayor inversión en servicios públicos como la sanidad o en educación”.

Secretaría Feminista

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