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Editorial Enero 2021

En general resulta poco común reconocer la derrota, mucho más aun en una sociedad fundamentada en la competitividad en la que si eres un perdedor (loser lo llaman para globalizar el término), eres un apestado. Pero nosotros somos revolucionarios y si analizamos e interpretamos la sociedad para transformarla no podemos hacernos trampas al solitario.

No hablamos de una derrota definitiva, ni mucho menos, pero sí de un paso atrás importante y un aprendizaje muy amargo sobre la capacidad de nuestro enemigo para, en las peores circunstancias, aprovechar las condiciones más adversas para sacar ventajas. Sí, efectivamente sabemos que es una escapada a la nada, que este sistema no tiene vía de escape definitiva y que está condenado a ser derrotado por un proletariado triunfante como clase en el poder, pero la realidad es que han sabido interpretar muy acertadamente el momento económico y político y lo han aprovechado.

¿Cómo? Dijimos al principio de la pandemia que el capitalismo iba a guiarse por la máxima popular cubana de que “lo que sucede conviene” y así ha sido. Un proceso de destrucción de fuerzas productivas que ha dado pie a un acelerado proceso de concentración y a un próximo nuevo ciclo de reproducción del capital para los supervivientes. Con más de 1.600.000 fallecidos a mitad del mes de diciembre en el mundo, 50.000 en España y una caída en nuestro país del PIB pronosticada por la OCDE del 11.6%... 2020 ha sido una oportunidad de oro para los sectores más avanzados y poderosos de la oligarquía mundial, esos que de marzo a junio duplicaron sus beneficios según la revista Forbes.

Mientras tanto, son la clase trabajadora y los sectores condenados a proletarizarse de la pequeña y mediana burguesía los que, sin más referencia política e ideológica que el pacto social o el fascismo, padecen la ofensiva sin cuartel de la burguesía superviviente. La gestión de la socialdemocracia tiene un marcado carácter de clase a favor de las empresas del Ibex y muy pronto olvidaron las promesas relativas a la derogación de las reformas laborales, privatizaciones o la Ley Mordaza. El resultado de la gestión de los llamados agentes del diálogo social (CCOO y UGT) mejor no calificarlo, pues su inoperancia para defender los intereses de la clase trabajadora, solo es comparable a su creciente incapacidad para propiciar la movilización incluso de su afiliación.

La Vanguardia.

Con todas las dificultades propias del proceso de construcción de la vanguardia, este ha sido un año de gran complejidad que, al interno, hemos superado con notable éxito al lograr mantener la actividad partidaria durante el confinamiento y realizar bien el XI Congreso. Pero, pese a algún que otro avance con las dos jornadas de movilización propiciadas durante esos mismos meses, aun mantenemos al externo asignaturas pendientes en lo relativo a la capacidad de propiciar y/o participar de forma organizada, activa y constante de las estructuras obreras y populares y de la movilización de masas. Se han dado pasos, pero aun son absolutamente insuficientes, en cuanto a nuestra capacidad de dirección política de las masas (pueblo consciente y organizado en defensa de sus intereses y necesidades de clase), con las consecuencias que ello acarrea a la efectividad del accionar de estas mismas. Sin conducción política de la vanguardia, no hay trasmisión posible de la ideología revolucionaria a las masas y éstas quedan en manos del reformismo o el discurso del nuevo fascismo que, reproducido por la pequeña burguesía y el lumpen, se abre espacio de forma creciente entre sectores de la clase obrera y el pueblo.

Armar la contraofensiva obrera y popular en 2021

Organizarla con los mimbres que tenemos y con los que habremos de levantar en un proceso, no exento de complicaciones, fundamentado en la progresiva adquisición y maduración de la conciencia de las masas como fruto de su propia experiencia de movilización y lucha. En ese escenario, profundamente dialéctico, con avances y retrocesos, tiene que estar la militancia comunista interviniendo. Con inteligencia y flexibilidad táctica en aras del proyecto estratégico de convertir a las masas en protagonista de su propia experiencia de confrontación con la realidad de la dominación burguesa.

La socialdemocracia política, las organizaciones de masas bajo su control y los agentes sociales sindicales durante este año solo propiciarán movilizaciones orientadas a defender la gestión del gobierno de coalición, frente a los ataques de una derecha cada vez más reaccionaria y protofascista.

Nuestra intervención tiene que ser a la ofensiva, sin complejos, en contacto directo con las masas, llamándoles a organizarse, sabiendo que nuestro mensaje es el único que les ofrece un escenario de emancipación y avance social. Quienes objetivamente padecen las consecuencias de una sociedad dividida en clases y la totalidad de contradicciones que ésta genera, necesitan oír el ruido de sus cadenas para liberarse.

Solo la militancia comunista lo puede hacer sin caer en la ciénaga del reformismo y el postmodenismo estéril que divide y debilita todas las luchas.

Nuestras prioridades:

  1. Enfrentar la tendencia a normalizar la sobreexplotación de la clase trabajadora y la pobreza, con un discurso contundente que las denuncie sin tapujos y eufemismos a los culpables. Un 26.1% de pobreza y exclusión social y más de 120 millones de horas extras no pagadas durante 2019, tienen que disponer nuestras conciencias para la organización y la lucha.

  2. Explicar las privatizaciones como una estrategia delictiva de acumulación de riqueza de la oligarquía con resultado evaluable de pérdida de servicios sociales y muertes (sanidad, residencias de ancianos, dependencia, suministros…)

  3. Atacar el flanco más débil de la superestructura del poder burgués, golpeando a la monarquía y la corrupción del sistema.

  4. Confrontar la legitimación de una contrahistoria acientífica de España y el avance ideológico entre la clase trabajadora de valores profundamente reaccionarios propios del nacionalcatolicismo.

  5. Tras el discurso antisindical y el ataque sin cuartel al movimiento obrero y los procesos revolucionarios, existe toda una estrategia destinada a doblegarnos y volver a situarnos en el escenario de semi esclavitud o “servidumbre imperfecta” que denominaban los llamados padres del liberalismo siglos atrás. Frente a ello, no hay “mal menor” aceptable, la política de conciliación de clases y el pacto social marca el calendario de las cadenas y el hambre. Hay que hacer de cada lucha obrera una oportunidad para la unidad, la solidaridad y el sindicalismo de clase. Con una tasa de desempleo actual del 16.2% que previsiblemente superará el 20% en 2021, no hay excusas para empezar a levantar los más diversos escenarios de lucha obrera. Desde la negociación colectiva, a la lucha por el empleo o la defensa de las pensiones públicas y la exigencia de la derogación de las reformas laborales del PSOE y el PP, en la decisión de enfrentar la ofensiva de la burguesía, está la base de nuestra victoria.

La lucha obrera y popular necesita la fuerza de la unidad comunista.

2021 tiene que ser un año de avance en la unidad de acción de los partidos y organizaciones marxistas –leninistas. El Marco Unitario acordado entre el PCOE y el PCPE, con un indudable compromiso con la dirección política de masas, desarrollando todo un complejo proceso de trabajo práctico de alianzas y avance táctico en los más diversos espacios de intervención política, marca el camino al que llamamos a unirse a todos los y las comunistas del Estado Español. La efectividad del proceso requiere camaradería, confianza, debate ideológico, respeto, ética revolucionaria… y mediante la intervención directa como partidos comunistas y a través de las más diversas intermediaciones sociales en las que interviene nuestra militancia, contrastarse con la realidad para fortalecerse.

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