Las cañadas reales son vías pecuarias que durante siglos han atravesado la península. Precisamente por eso, se les otorgó el título de reales, para garantizar su protección. Ello se debe a que el ganado, tiene propietario, es una mercancía de la que se extrae un valor, y como tal merece la protección regia. No ocurre lo mismo con los centenares de familias que han dado a la Cañada Real Galiana, a su paso por el sureste de Madrid, una fama totalmente distinta, en la que palabras como narcotráfico, desalojos, chabolismo son habituales. Como explica magistralmente Jorge Furtado en aquel cortometraje, “La isla de las flores”, estas familias son pobres; y lo que es peor, no tienen dueño: son libres y pueden deambular por donde quieran. Por eso, aunque ocupen la Cañada Real y sean tan reales como el ganado, no son el mismo género de mercancía, y en el orden de prioridades van por detrás de los animales.

Entre los relatos con los que el capitalismo se legitima, destaca el recurso al individuo libre. Ni la historia, ni la sociedad, ni tan siquiera el mercado, pueden con el individuo que se hace a sí mismo, el éxito o fracaso son resultado de la voluntad; es decir, ser pobre se elige. Cada uno decide su destino con su trabajo; la libertad no es para vagos, es patrimonio de la España que madruga, como en aquella maravillosa película, “El Inquilino”, en la que un empresario de apellido Madruga se anunciaba así: "quieres piso, madruga, quieres hogar, madruga, quieres encontrar, madruga". Ahora bien, de los habitantes de la Cañada Real no puede decirse que no madruguen, o por lo menos que no estén dotados de esa capacidad emprendedora que tanto alaba el sistema. A fin de cuentas, grandes fortunas comenzaron con negocios poco edificantes, como la venta de esclavos o el contrabando. ¿No es acaso eso lo que hacen los individuos que saben rentabilizar la libertad, hacer de la necesidad negocio?¿Acaso no es eso lo que hacen las compañías eléctricas, o los bancos, o las farmacéuticas,? ¿Por qué entonces criminalizar a quien tan bien aprende las lecciones del sistema?, como ocurrió, cuando, al dejar a más de 1.800 menores sin luz, se dijo que en la Cañada no hay pobreza porque tienen coches de lujo, que la electricidad la dedican para cultivar marihuana. De nuevo el relato ideológico autolegitimador: no veas clases sociales, no veas realidades colectivas, solo has de ver individuos. El mendigo no es el reflejo de un sistema económico, el mendigo es un individuo vago, cuando no un extranjero de cultura fanática, que quiere robarte, o un criminal que no madruga ni se esfuerza como tú. 

No caigamos en el juego de mirar a los actores sin ver la trama. A día de hoy, hay un gran elenco de actores y guionistas listos para que te dejes llevar, para que repitas: Ayuso sí, Ayuso no; o Sánchez sí, Sánchez no. Mientras miramos a Ayuso, o a los deportivos aparcados en la Cañada, mientras miramos los actores, no vemos el escenario. Mientras miramos a los individuos, no vemos al sistema. Mientras miramos como hombres, mujeres y niños son sepultados, no vemos al capitalismo que los sepulta. Mientras miramos los efectos, naturalizamos las causas. Mientras miramos las chabolas con la luz cortada, naturalizamos el chabolismo en el corazón del capitalismo real, democrático y madrugador.

Eduardo Uvedoble 

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