Suele decirse que es en los momentos difíciles cuando se muestra el verdadero carácter de las personas. Esa frase es aún más válida para los sistemas sociales.

La crisis provocada por la pandemia de la Covid-19 ha hecho saltar la mayoría de las frágiles costuras del sistema capitalista, agravando sus contradicciones: crisis económica, paro, autoritarismo, control social, manipulación mediática, fractura social, etc. 

Un sector fundamental donde la incapacidad del sistema para resolver las verdaderas necesidades sociales está siendo la Sanidad, donde estamos padeciendo continuas chapuzas, improvisaciones, contradicciones, así como la falta de previsión, inversión y planificación.

La Atención Primaria, por ejemplo, está siendo un desastre en muchos casos; dándose atención sólo telefónica, algo que sonaría surrealista y cómico de no ser cierto. Con las vacunas, aparte del enorme beneficio que va a suponer para una multinacional como Pfizer, estamos asistiendo a esperpentos como que no se emplean todas las vacunas, o que algunas vacunas “sobrantes” sean utilizadas por enchufe.

Al personal sanitario, aquellos para quienes los medios de comunicación promovían hipócritamente aplausos a las 8 de la tarde desde los balcones de casa, ahora se le está sobre-explotando, cargando sobre sus espaldas, sus vidas personales y su salud (tanto física como psicológica) la incapacidad del sistema para solucionar la crisis sanitaria. Al aplicarse el estado de alarma y ser considerados personal esencial, se están produciendo abusos como: traslados de hospitales, obligación de trabajar en otras especialidades, turnos de hasta 72 horas, obligación (como en Madrid) de ir a unidades u hospitales centrados en pacientes Covid, etc. Eso sí, nada de inversión, nada de contratar el personal que realmente se necesita.

En todas estas chapuzas y en la explotación del personal sanitario siempre sale a relucir la Comunidad de Madrid. Aparte de ser la capital, es una de las comunidades donde los procesos de privatización, externalización y precarización de la Sanidad Pública están más avanzados. La avanzadilla de eso que los capitalistas llaman “colaboración público-privada” y que se traduce en regar de dinero público a amiguetes y empresas privadas, externalizar servicios y precarizar tanto el empleo como el servicio ofrecido.

Pero también se habla mucho de lo que sucede en Madrid porque le interesa a la izquierda. No se trata sólo de denunciar la evidente incapacidad de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de Madrid, sus manipulaciones y su nefasta política ultraliberal. A la izquierda del llamado “gobierno progresista” le interesa contraponerse a Ayuso para que parezca que realmente son progresistas, que realmente son de izquierdas, que realmente protegen los servicios públicos, que realmente se preocupan del pueblo trabajador.

La realidad es otra: todas las políticas de privatización y externalización de Ayuso se realizan bajo paraguas de leyes estatales, como el artículo 90 de la Ley General de Sanidad (del año 1986, mayoría absoluta socialista), en la que se establece la posibilidad de establecer conciertos sanitarios; o la ley 15/97 (aprobada bajo el gobierno de Aznar, pero jamás derogada por los gobiernos de PSOE o ahora PSOE-UP). Igualmente, es palmaria la inacción e incapacidad del gobierno central, ese gobierno tan progresista. Les vale con pasar la patata caliente a las autonomías, en vez de realizar una planificación central y una inversión real en gasto sanitario para toda la población española.

Esa izquierda pretende hacernos creer que el problema fundamental está en las formas de gestión. Y es cierto que la gestión de la crisis sanitaria está siendo en ocasiones pésima, pero no se trata sólo de eso. El problema es mucho más profundo y tiene sus raíces en la propia naturaleza del sistema capitalista, de su necesidad de beneficios, su necesidad de mantener el ciclo de reproducción del capital, su necesidad de privatizar y derivar dinero público hacia empresas privadas. Y al mismo tiempo, en el modelo de sociedad y mentalidad que se promueve permanentemente desde el sistema; una mentalidad basada en el egoísmo, el consumo y el individualismo.

Esta crisis ha puesto la necesidad histórica de la revolución socialista, la necesidad de que todo el progreso científico, económico y sanitario se ponga al servicio del pueblo trabajador, más aún en coyunturas tan graves como la actual. Sólo el Socialismo será capaz de cubrir la necesidad de una Sanidad plenamente pública, dotada de los medios necesarios, que no se base en la precarización y sobreexplotación del trabajo del personal sanitario y se asiente en una buena planificación y en inversiones extraordinarias capaces de hacer frente a pandemias y situaciones de urgencia. El éxito en la lucha contra la Covid-19 de países con políticas socialistas como Cuba, China o Vietnam, demuestra la superioridad no sólo de sus sistemas sanitarios, sino de todo su modelo social.

María Revuelta

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