Las movilizaciones y disturbios a raíz del ingreso en prisión de Pablo Hasel nos dejan una serie de lecciones y aprendizajes de gran interés para el futuro, con especial atención a lo ocurrido el 20 de Marzo en Madrid.


El primero es el que ha quedado más evidente: la socialdemocracia (PSOE-Podemos) reprime al movimiento popular de la misma manera que los partidos de la derecha. Con una única diferencia, la socialdemocracia reprime prometiendo que no lo hará. Tras años oyendo a Podemos, IU y PCE hablar de antifascismo y de la derogación inmediata de la Ley Mordaza en cuanto llegasen al gobierno, la realidad que nos encontramos es la de unas tasas  de represión igual o mayor que en los años de gobierno de Rajoy. A la misma vez que desde la izquierda del pacto social se habla de anomalías democráticas por el encarcelamiento de Hasel, se niegan a dar la orden ministerial que impida su entrada en prisión y apoyan la reafirmación de la fiscalía y judicatura en la condena.

Hemos visto a las delegaciones de “El Gobierno más progresista de la historia” prohibir las movilizaciones del 8M e identificar y amenazar con multas a compañeras. También han ocurrido detenciones durante la manifestación por la sanidad del 27F en Madrid, que terminó con provocadores fascistas escoltados por antidisturbios, mientras a un compañero de CGT le trasladan esposado a comisaría.

El gobierno socialdemócrata es el mismo responsable de la escalada represiva que vivimos estos días con despliegues policiales desorbitados y casi nunca antes vistos. A la lista anterior de ejemplos hemos tenido que añadir el caso 20 de marzo con más de mil antidisturbios dispuestos a impedir por la fuerza que el derecho a manifestación sea una realidad.
En este contexto de represión y violencia contra nuestra clase por parte de los aparatos de represión estatales es perfectamente comprensible un estallido de rabia en las calles. Uno de nuestros derechos más básicos, expresarnos libremente, se está poniendo en serio peligro. Así, hemos visto calles y contenedores ardiendo y alguna que otra sucursal bancaria en llamas, como respuesta popular a esta situación.

La rabia ante los ataques que sufrimos a través de la dictadura capitalista es perfectamente comprensible y natural. Sin embargo es necesario extraer de estas semanas una serie de aprendizajes y reflexiones. La respuesta popular espontánea es algo normal ante el grado tan atrasado de organización del que parte en la actualidad la clase trabajadora, aunque es necesario diferenciarla de la autodefensa y del vandalismo.

La confrontación con un cordón policial que nos impide salir en manifestación o hacer una barricada son hechos que en sí no son ilegítimos. Ahora, cabría preguntarnos, realizados como acciones individuales y fuera de la organización colectiva de masas, ¿cómo nos acercan estos actos al objetivo final? Difícilmente lo consiguen pues no responden a una posición de fuerza del movimiento popular organizado, sino a acciones marginales que son fácilmente reprimidas por el estado y sus fuerzas represivas. El objetivo ahora es conseguir transformar este deseo de libertad, la rabia y la indignación en organización obrera y popular que confronte las estructuras de poder del capitalismo, para que la acción de masas organizada impida la represión sobre el movimiento obrero y popular.

El camino para conseguir conformar esta organización, base del poder de la clase obrera y el pueblo, pasa ahora por reforzar la unidad de las luchas populares, la amplia participación asamblearia y democrática en el ámbito obrero, vecinal, etc., y sobre todo, continuar con las llamadas a la movilización. Pasa por aprender de los errores y aciertos que se han cometido.

Es el momento de dotar al movimiento popular de las herramientas que le permitan no ser inmovilizado por los aparatos de represión estatales. Contamos con una ventaja, el capitalismo no cesa en su explotación a la clase trabajadora y la rabia contra él puede fluctuar, pero siempre vuelve. Mañana volveremos a las calles, esta vez con la fuerza y capacidad de atravesar cordones de mil antidisturbios, sacar a nuestros presos y presas de las cárceles y tomar por la fuerza lo que la burguesía protegida por la policía, jueces y fiscales nos niega: el control de nuestras vidas.

Julio Hernández

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