A raíz de la presentación de la moción de censura en Murcia y el adelanto electoral en Madrid, en el PCPE escribimos:

Solo una interpretación fundamentada en el materialismo histórico puede arrojar luz para entender la compleja realidad sociopolítica de España. Con el único análisis que se nos propone desde los partidos del sistema y las empresas de comunicación, es imposible trascender la anécdota y lo aparente que oculta el verdadero conflicto de clases y las estrategias de dominación del bloque dominante oligárquico-burgués.

Ahora, tras el resultado electoral del 4 de mayo y tomado el tempo para salir de la avalancha informativa generada, no solo sigue vigente esta afirmación, sino que se convierte en urgente colocar un análisis que permita:

  1. Entender qué es lo que está sucediendo.

  2. Proponer las vías de superación del marco actual para salir de la derrota en la que queda posicionada la clase obrera y el conjunto de sectores populares.

La crisis estructural del sistema lo marca todo y acelera los procesos políticos haciendo que el ritmo de los acontecimientos haga que lo que escribimos hoy se quede antiguo en pocos días, así que no corresponde que en la valoración del resultado electoral entremos en elementos que no sean centrales. Consecuentemente situaremos, desde nuestra posición de clase y revolucionaria, únicamente aquellos elementos que sirvan para cumplir con los dos objetivos antes señalados y abordar los elementos secundarios únicamente como lo que son.

¿Qué está sucediendo?

La profunda crisis estructural del capitalismo que alcanza a la totalidad de la realidad de la formación sociopolítica española, hace que el bloque dominante oligárquico-burgués busque constantemente las vías que permitan darle continuidad a su dominación y resitúa cosntantemente a los agentes económicos, políticos y sociales con los que gestiona su posición hegemónica. No podemos tener fotos fijas, la dialéctica construye la realidad de la lucha de clases.

Crisis, paro, apartheid social/tecnológico, pobreza, exclusión, precariedad, infraviviendas…son un cóctel perfecto para la desestabilización social y la posterior explosión social protagonizada por los sectores populares y la clase obrera, que la burguesía necesita desactivar. El papel histórico que juega la socialdemocracia política y social/sindical siempre ha sido ese y, en cualquiera de sus expresiones organizativas, durante estos años no ha dejado nunca de serlo. Desde el triunfo de la moción de censura contra el gobierno del PP, con el gobierno de la socialdemocracia –bien del PSOE solo o en coalición con UP- la desmovilización es patente y si se exceptúa del cómputo de huelgas las realizadas en Euskadi y Catalunya, el retroceso en las movilizaciones obreras es indiscutible. El compromiso con la gestión del Gobierno, a la vez que sienta definitivamente a las organizaciones sindicales mayoritarias en la mesa del diálogo social como misión principal de su existencia de interlocutores sociales, ha hecho que, de facto, se abandone la movilización y las reivindicaciones frente a las contrarreformas laborales y de las pensiones aprobadas por los anteriores gobiernos del PSOE y PP y se abandone el conflicto social y la lucha a cuenta del manido recurso de “los otros son peores”. Nunca el recurso del mal menor aporta nada positivo a la clase trabajadora.

La progresiva desmovilización de la clase obrera, genera una constante pérdida de conciencia y referencialidad de clase que, traicionada constantemente por quienes dicen representarla, acaba apoyando en muchos casos a la opción más consecuente con ese tipo de políticas. La clase trabajadora, cuanto más desmovilizada, más permeable a la dominación ideológica burguesa. El individualismo, la competitividad y la insolidaridad se impone a los valores de nuestra clase. Este lento proceso acaba imponiéndose en amplios sectores que abrazan el discurso más reaccionario y abandonan las posiciones socialdemócratas que antes apoyaron. El despliegue de este discurso utilizando todos los medios de propaganda del sistema (prensa, radio, tv, rrss, etc.) se muestra en la repetición sistemática y de nula capacidad analítica de lo que a veces denominamos “mayoría social”, que repite irracionalmente una posición anticomunista.

Una vez hecha la tarea de neutralizar la movilización del pueblo, para que sea posible naturalizar y normalizar todas y cada una de las expresiones más execrables de la condición humana entre los sectores más vulnerables a la penetración ideológica del sistema, el bloque de dominación oligárquico-burgués ya no requiere necesariamente el concurso de la socialdemocracia y puede prescindir de ella. El siguiente paso es colocar como gestoras de la crisis a las opciones que apuestan sin ambages por una guerra para arrasar ideológicamente con las posiciones solidarias y de clase, y por políticas que erosionan los derechos históricos de la clase obrera, los servicios públicos y la protección social. Ese el papel que le corresponde al PP y a la ultraderecha de VOX.

¿Es posible que estemos en este escenario? Sin duda la dialéctica de las alianzas dentro del propio bloque de dominación oligárquico-burgués, ahora se inclina hacia esta posición en la que la gestión socialdemócrata aunque aun tiene pendiente legislar y aplicar todo el paquete de ajustes que impondrá la Comisión Europea para recibir los millones del Fondo de Recuperación, puede empezar a ser sustituida por una derecha política profundamente autoritaria y neofascista que, entrando en tierra quemada por el individualismo y el chovinismo, pretenda:

  • liquidar cualquier atisbo de resistencia obrera y popular frente a los planes de desvalorización absoluta de la fuerza de trabajo y la consecuente escalada de la pobreza.
  • imponer una superación centralista del conflicto territorial.
  • profundizar una agenda ideológica y cultural profundamente reaccionaria anclada en los valores más clasistas y patriarcales del nacional-catolicismo.
  • dar continuidad a los planes de sumisión a la estrategia más belicistas del bloque atlántico.
  • implementar una agenda económica y social neoliberal orientada a liquidar el sector público entregándolo a las garras de especuladores.

Igualmente, en esta situación se impone de definir con claridad las claves del fracaso de la vieja y la nueva socialdemocracia, y apuntar por dónde pueden ir los ejes de su futura recomposición en torno a un modelo similar al que representan los Verdes alemanes y para el que la escisión liderada por Errejón se apunta con vehemente claridad. También queda la anécdota de qué hará o dejará de hacer Pablo Iglesias, Alberto Garzón y su desaparecida y muda IU o Yolanda Díaz liderando una Unidas Podemos en horas bajas; pero para eso ya habrá tiempo y la realidad irá mostrando el camino de cada cual.

Por último señalar que el más que insuficiente resultado de la Coalición por la Unidad Comunista PCOE-PCPE, ha respondido a diversos factores que, más allá de la clarísima polarización del voto, responden sobre todo a un insuficiente desarrollo organizativo y la muy reducida capacidad de trabajo y capacidad de dirección política de masas que aun muestra el Partido y la Juventud.

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