Marx asigna al sistema crediticio un rol bifacético, que favorece por un lado el desarrollo de las fuerzas productivas y, por otro, impulsa a la sobreproducción y a la especulación; siendo, por tanto, un factor de crisis. Señala, en relación al primer aspecto, que el crédito contribuye a la formación de una tasa media de ganancia, reduce los costos de circulación, acelera la circulación de las mercancías y moviliza capitales dinerarios ociosos para que sean invertidos productivamente. También impulsa la formación de sociedades por acciones “acelerando el desarrollo material de las fuerzas productivas y el establecimiento del mercado mundial”.

Pero, en el otro lado, el sistema crediticio “aparece como palanca principal de la sobreproduccion y de la sobreespeculación en el comercio”. Y esto sucede porque con el crédito se lleva al límite extremo el proceso de reproducción, y porque una parte sustancial del capital es empleado por no propietarios del mismo, que se embarcan en peligrosas maniobras especulativas. El crédito contribuye a la expansión de la acumulación y la producción capitalista, las cuales desembocan en las crisis y las depresiones.

La explicación de las crisis por Marx contempla la interacción entre factores reales y financieros. No pueden explicarse haciendo abstracción de las cuestiones financieras y monetarias aunque, por sí misma, la esfera financiera tampoco explica las crisis.

Marx distingue dos tipos de créditos, el comercial y el crédito bancario. El crédito comercial es el que “se conceden mutuamente los capitalistas ocupados en la reproducción”. El segundo tipo de crédito es el crédito dinerario “propiamente dicho”. Se trata de los anticipos de dinero que efectúan los bancos y prestamistas a los capitalistas industriales y comerciantes.

“En cuanto se produce una paralización a causa de demoras en los reflujos, mercados saturados, baja de precios, hay un excedente de capital industrial, pero en una forma en la cual no puede llevar a cabo su función. Hay una masa de capital mercantil, pero es invendible. Hay una masa de capital fijo, pero desocupado en gran parte por estar paralizada la producción” [El Capital].

Hoy añadiríamos las posibilidades de creación endógena de dinero bancario que es utilizado como capital para producir valor y plusvalor.

El ciclo económico iría de un estado de reposo, creciente animación, prosperidad, sobreproducción, crisis catastrófica, estancamiento, para volver al estado de reposo. En los períodos de prosperidad, el nivel del interés es mayoritariamente bajo, pues durante la recuperación hay abundante oferta de dinero, la demanda de créditos es baja y el interés es bajo. A medida que avanza la recuperación, la subida accionaria facilita nuevas emisiones por parte de las empresas, que les permiten ampliar la capacidad productiva. También aumenta la emisión de bonos empresariales, y la centralización de masas de dinero por los bancos también facilita la inversión. El dinero refluye fácilmente, la abundancia de crédito impulsa el apalancamiento; éste aumenta los precios de los activos financieros lo que induce, a su vez, a más apalancamiento. Surgen entonces precios bursátiles con poca o ninguna fundamentación en las ganancias reales, junto con otras manifestaciones de sobrevaluación de los activos, lo que da alas a la especulación y puede, bajo el látigo de la competencia, seguir impulsando la acumulación de las empresas. Por esta vía llega un momento en que aparecen la sobreacumulación y la sobreproducción, y el dinero ya no refluye tan fácilmente; aumentando la tasa de interés, en especial la que pagan las empresas con peores calificaciones crediticias. La caída de la rentabilidad y el aumento de la tasa de interés deprimen el precio de las acciones y otros activos, empeorando el clima de los negocios.

La antítesis entre la mercancía y su figura del valor, o sea, el dinero, se exacerba en la crisis, convirtiéndose en contradicción absoluta. Cuando se llega a la depresión, la tasa de interés vuelve a bajar, pues la demanda de crédito se debilita al extremo.

En el enfoque de Marx, el crédito no es el factor determinante del ciclo capitalista, que se realiza, en principio, sustentado en fondos de la empresa. También es un error describir dicho ciclo capitalista como dependiente enteramente de la creación endógena de dinero bancario, como parecen sugerir los modelos postkeynesianos.

El crédito potencia los movimientos cíclicos de la acumulación, pero no los determina. La acumulación de capital es la que rige el movimiento cíclico del interés y no al revés. Condiciones favorables para la generación de plusvalía y su realización dan lugar a una tasa de interés baja; cuando esas condiciones empeoran, sube la tasa de interés. A su vez, esa subida incide en la acumulación y realización de los valores. Por eso, el crédito potencia y acelera la tendencia a la sobreproducción y sobreacumulación, pero no la determina.

La teoría de la acumulación y crisis de Marx debe entenderse en la interacción entre los fenómenos “reales”, vinculados a la acumulación, y lo financiero. La explicación se fundamenta en esta interacción, y por eso es imposible entender las dinámicas concretas de acumulación y crisis haciendo abstracción de la instancia financiera, inherente al modo de producción capitalista.

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