Hace ya unas cuantas décadas que los “españolitos” no necesitamos cruzar a Francia simplemente para ver un desnudo en las pantallas como así nos relataba Vicente Escrivá en su película de 1973. Ya no somos aquellos reprimidos que viajábamos a Biarritz o Perpignan para ver “películas verdes”, resultado del nacionalcatolicismo entonces imperante (aunque la Iglesia Católica continúe llevándose más del 1% del PIB español) y también el capitalismo español se ha modernizado, en buena parte bajo la forma de privatizaciones masivas (entre ellas las del sector energético) pilotado alternativamente por el ala izquierda o derecha del capital. Más aún, ahora son la oligarquía dominante y sus gobiernos de turno quienes nos proyectan sus infames películas “verdes” sin necesidad de cruzar los Pirineos. La última de ellas, la de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética de España, aprobada por el Congreso el pasado Jueves 13 de mayo.

Más allá de la verborrea sistémica plagada de “retos”, “sostenibilidad”, “resiliencia”, “no olvidar a ningún territorio ni a ninguna persona” y, ¡cómo no!, el nuevo mantra de la “descarbonización”, la nota de prensa del Ministerio para la Transición Ecológica deja entrever las verdaderas intenciones detrás de esa pretendida transformación de los modelos de producción y consumo cuando afirma que el texto “llega en un momento clave para activar las palancas de recuperación económica”. Sólo una semana antes, la ministra había manifestado su confianza en que los Fondos de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la UE movilizarán un volumen total de unos 100.000 millones de euros de inversión pública y privada, y ya sabemos qué significa eso de la colaboración público-privada: gasto público y beneficio para los monopolios a costa de nuevas agresiones a condiciones laborales (entre ellas las ya anunciadas medidas privatizadoras del sistema de pensiones) y de vida de la clase trabajadora. De hecho, el gobierno español ya prevé destinar a la “recuperación verde” más del 40% de los 70.000 millones de euros de los fondos que llegarán de la UE entre 2021 y 2023. La transferencia masiva de fondos públicos a los monopolios a cuenta del “Green New Deal” a la española ya está en marcha. ¡Y lo que es peor!, con la excusa de una pandemia y un cambio climático que el capitalismo ha provocado y/o contribuido decisivamente.

“Estimulación de la inversión privada”, “impulso de nuevos modelos de negocio” o “avance en la dinamización de los sectores económicos aplicando una perspectiva verde”, son algunos de los fundamentos declarados sobre los que el gobierno “de progreso” pretende asentar su “transición ecológica”. ¿Alguien realmente cree que el mismo sistema de producción que nos conduce al colapso ambiental, la proliferación de guerras de rapiña, la muerte de decenas de miles de emigrantes a las puertas del mismo imperio que les expulsó de sus hogares,…, puede sustentar un modelo de desarrollo respetuoso con los límites físicos del planeta y que atienda a las necesidades de la inmensa mayoría social?

Un reciente estudio del Grupo de Energía, Economía y Dinámica de Sistemas (GEEDS) de la Universidad de Valladolid (1), utilizando un modelo que integra restricciones biofísicas, económicas, sociales y tecnológicas a nivel mundial, concluye que la masiva sustitución de los vehículos de gasolina o gasóleo por los eléctricos no logrará per se una reducción de la emisión de gases de efecto invernadero compatible con la estabilización del clima y podría toparse con la escasez de minerales clave como litio y manganeso. Además, las contradicciones economía-energía en un sistema basado en el crecimiento continuo pueden contrarrestar los iniciales beneficios de la sustitución. El único modelo de los cuatro ensayados capaz de lograr los vitales objetivos climáticos es el que combina la sustitución eléctrica con una drástica reducción en la demanda de transporte dentro de lo que denominan “paradigma del decrecimiento”.

Las publicaciones científicas no escapan a las exigencias de las clases dominantes y quienes han realizado el estudio evitan hablar de capitalismo, sustituyéndolo por la ambigua expresión “economías orientadas al crecimiento” y, pese a las graves evidencias encontradas por el propio estudio, limitan su propuesta a “evolucionar hacia un nuevo sistema que satisfaga las necesidades humanas prescindiendo del crecimiento continuo”. Las y los comunistas sabemos que el decrecimiento dentro del capitalismo sólo significa masiva destrucción de fuerzas productivas, hambre, miseria y guerra imperialista. Una ciencia realmente independiente incluiría un quinto modelo en el estudio en lugar de insistir en la búsqueda de soluciones que no cuestionan el sistema depredador: el modelo del socialismo científico, basado en la aplicación del conocimiento a la producción de bienes en función exclusiva de su valor de uso para resolver las necesidades de la inmensa mayoría de la humanidad. Y es que el análisis científico nos lleva a la misma conclusión a ambos lados de los Pirineos, el capitalismo será incapaz de regenerar el mismo medio ambiente que lleva dilapidando desde hace siglos, por mucho que se transite por su orilla izquierda.

José Barril

 (1)The limits of transport decarbonization under the current growth paradigm. Energy Strategy Reviews 32 (2020).

 

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