La conformación tecnológica del mundo actual es esencialmente capitalista. Frente al discurso saludando la aparición de una “nueva” economía de plataforma, de “malla”, etc., los resultados recientes de la llamada “revolución microelectrónica” son desarrollados e implantados como técnicas del proceso de valor, como capital fijo. Se producen los desarrollos técnicos para el proceso de valoración y sirven para el dominio del capital y en ellos se prolonga el fetichismo y la alienación constitutivos de la totalidad antagonista de la sociedad capitalista. Ya Marx indicó reiteradamente la subsunción de la tecnociencia bajo el capital, la existencia de sus resultados materiales como “capital fijo”. Precisamente el que las fuerzas productivas y relaciones de producción se hayan fundido unas con otras en el crisol de lo técnico y “administrativo” conforma la ideología característica del capitalismo tardío.
Marx pensaba que la revolución constante de sus estándares tecnológicos y organizativos constituyen una peculiaridad histórica del modo de producción capitalista: a la mediación social fundada en el valor, la obtención del plusvalor y la acumulación, le es inherente la transformación constante de su base tecnológica.
Si el sistema capitalista desarrolla el mercado mundial con sus correspondientes infraestructuras de comunicación y transporte, articula la sociedad como un taller global coordinado, mecanizando y automatizando la producción, la circulación y las finanzas; todo ello constituye la realización de imperativos de la socialización capitalista. Hoy se hace evidente que los rendimientos productivos y administrativos de la digitalización son inseparables de la producción de “humanidad residual”, integrada por exclusión en el mundo capitalizado.
El proceder abstractivo y calculístico de la economía del valor desde su origen se culmina en las técnicas computacionales. Las diversas revoluciones tecnológicas de los últimos siglos han sido el medio por el que avanza la modernidad capitalista, no una transformación del modo de producción mismo.
Como Marx señaló, la intercambiabilidad solo es posible si hay una escala común a la que se remiten todas las mercancías y esto no puede ser lo diferente y peculiar de cada una de ellas (el trabajo concreto que las produjo) sino el gasto de fuerza de trabajo humana en general, el trabajo abstracto. Desde que funciona en los intercambios un “equivalente general” algo igualmente abstracto pasa a representar el valor: el dinero.
Como señala Adorno en “Introducción a La disputa del positivismo en la sociología alemana”: “El carácter abstracto del valor de cambio está aliado a priori con el dominio de lo general sobre lo particular, de la sociedad sobre sus afiliados obligatorios. No es socialmente neutral, como aparenta la logicidad del proceso de reducción a unidades tales como el tiempo de trabajo social promedio. El dominio de los hombres sobre los hombres se realiza a través de la reducción de los seres humanos a agentes y pacientes del intercambio de mercancías. La estructura total de la sociedad tiene la forma concreta por la cual todos han de someterse a la ley del intercambio si no quieren sucumbir”.
Ya Marx señaló en los "Grundrisse" que “El carácter social de la actividad, así como la forma social del producto, como la participación del individuo en la producción, aparecen aquí como algo ajeno frente a ellos. No como su comportamiento de uno frente a otro, sino como su sometimiento a relaciones que subsisten independientemente de ellos y se forman por el choque de individuos diferentes. El intercambio general de las actividades y de los productos, devenidas en condición vital para cada individuo particular, su interconexión, les aparecen a ellos mismos como ajenas, independientes. En el valor de cambio está el vínculo social entre las personas transformado en un comportamiento social de las cosas; la capacidad personal en una capacidad de las cosas”.
El capitalismo tecnológico lleva al extremo la impersonalidad de la dominación. En la era del capitalismo tecnológico creerse sujeto dejó de ser una falsa consciencia socialmente necesaria y se convirtió en puro delirio. La alienación se lleva a un extremo donde ni siquiera es representable la contraposición entre las capacidades del individuo y el poder de los aparatos que lo someten.
Marx describe la sociedad capitalista como una totalidad en proceso constante. El capital en cuanto valor valorizante es constitutivamente metamórfico. Debe adoptar diferentes formas: la de dinero, la de mercancía, la de capital productivo. “El capital, por su propia naturaleza, arranca toda limitación espacial. La creación de condiciones físicas de intercambio -de medios de comunicación y de transporte se convierte para él en gran medida en necesidad- la aniquilación del espacio por el tiempo”