Recientemente visualicé el film Youth (La Juventud, 2016) del director italiano Paolo Sorrentino. Una obra bastante interesante en su puesta en escena cinematográfica, y a la vez sin prácticamente representación en lo que a realidad social se refiere.

Durante algo más de dos horas se nos presenta el ocaso de un gran compositor inglés muy adinerado (Michael Caine) en un balneario suizo de lujo, al que le asalta el fantasma de la mortalidad inminente y las limitaciones físicas propias de un individuo octogenario. Esto no es ninguna "rara avis". No pude menos que reflexionar sobre el número cada vez mayor de productos de consumo audiovisual que abordan la vejez del ser humano como un proceso romántico y entrañable en el que podemos echar la vista atrás con mucha más sabiduría y saborear los "buenos momentos de la juventud", siempre desde una perspectiva complaciente de sobria madurez.

Este extensísimo escaparate del sistema capitalista imperante que son las plataformas de streaming, complementadas con el goteo incesante de información que nos llega desde redes sociales y, cada vez en menor medida, desde televisión, radio, periódicos, revistas... representa en su mayoría una realidad que solo existe detrás de la pantalla, y en una ínfima minoría dominante.

En el estado español 9,28 millones de personas son mayores de 64 años, cerca de un 20% de la población total, según datos del INE.

Si nos detenemos a pensar que antes de la pandemia uno de cada cuatro hogares del país ya estaban sustentados por la pensión de una persona jubilada, no debe resultarnos difícil imaginar el peso económico que asumen actualmente los mayores de la clase trabajadora después de una vida de sacrificios personales, en lugar de descansar, viajar, descubrir, o realizarse de la manera que deseen.

En su vejez, dedican sus ya limitados recursos a la manutención de parte de ese ejército obrero que "sobra" en el mercado de monopolios, y al que no se le ofrece ni lo indispensable para llegar vivo al final del día. Hijos y nietos dependen de la pensión del abuelo, o de la abuela, si es viuda, en cuyo caso sería de menor cuantía, ya que a las mujeres herederas del franquismo siguen atadas a ese patriarcado ultrareligioso que solo reconocía "ama de casa" como oficio digno para el sexo femenino.

La masa de pensionistas a quienes la oligarquía financiera saqueó después del 2008 quedándose con propiedades que avalaban a sus descendientes estafados por esa misma élite especulativa, vuelven a asumir hoy el auxilio a los familiares más jóvenes que han sido arrojados de la rueda del mercado laboral desde el comienzo de la crisis del COVID-19, mientras se movilizan sin descanso exigiendo al gobierno incompetente de turno un incremento en sus pensiones acorde con la subida exponencial del coste de todos los medios básicos de vida.

Este sistema socioeconómico repudia a sus antiguos productores y productoras, les aísla y mantiene al margen... mientras exprime a los actuales, que no tendrán "momentos entrañables" a los que mirar en la recta final de su vida, ni posibilidad del "merecido descanso" que de manera tan efectiva vende la atmósfera mediática que nos envuelve.

Si la clase obrera no quiere marchitarse, debe organizarse en la ofensiva para liquidar el actual sistema económico criminal, reemplazándolo por uno socialista, uno capaz de ofrecer a sus mayores la dignidad que merecen, uno que suprima de raíz la explotación del hombre por el hombre y con ello la anarquía del "libre mercado"... un sistema donde los que producen sí envejezcan con dignidad y sí posean en sus retinas buenos momentos que añorar.

Lucho Bobet

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