Las mujeres somos cosas, cosas que se pueden comprar y vender. Estamos hechas, diseñadas para la satisfacción de los hombres, en todas sus necesidades, sobre todo las sexuales.

Las mujeres somos un objeto de deseo, a la entera disposición de las fantasías masculinas por muy degradantes, violentas o sublimes que estas sean. Desde que somos niñas estamos disponibles, se nos condiciona nada más abrir los ojos, se nos viste de rosa y se nos marca como al ganado.

Las mujeres tenemos que sentir placer con las prácticas sexuales que los hombres deciden y les gustan, nuestro placer es secundario o no importa.

Estos planteamientos básicos del patriarcado deben ser el mantra de los hombres que acuden a la prostitución, de los que organizan fiestas sexuales o tramas de abuso y venta de mujeres incluidas menores.

A tenor de lo sucedido, Eustasio López, presidente del Grupo Lopesan, el mayor operador turístico de Canarias, pertenece a este grupo, en la creencia de que su clase y su dinero lo amparan y se permite el lujo, desgraciadamente no tan exclusivo, de prostituir jóvenes para su deleite.

Así lo relata el auto  de procesamiento del Juzgado de Instrucción 2 de Las Palmas de Gran Canaria, que imputa presuntos delitos de prostitución de menores, agresión sexual y trato degradante a seis hombres que habrían utilizado a mujeres vulnerables, entre ellas, al menos doce menores de edad, para fiestas sexuales en yates y mansiones bajo la apariencia de eventos organizados por  la falsa agencia de modelos “Lovas”.

El juez considera que se aprovecharon de la "vulnerabilidad" de chicas que, "tanto por su minoría de edad como por la situación de falta de solidez familiar", incluso varias procedían de centros de menores tutelados. Señala que los procesados " actuaron con conocimiento de que eran menores o al menos con indiferencia ante esa posibilidad". Eran captadas como  'gogos', animadoras y azafatas de eventos por  Agustín Alemán, Yino,  y desde el principio la violencia era imperante, las fotografiaba desnudas para coaccionarlas, está acusado de 24 presuntos delitos de prostitución de menores, dos delitos de agresión sexual y otros dos de trato degradante.

A pesar de lo grave de lo sucedido ninguna de las múltiples  instituciones que han premiado o exaltado al prócer de la patria ha “resollado”,  expresión canaria que significa que nadie ha dicho ni mu.  De algo tiene que servir ser la fortuna número 87 del estado español.

La cuestión está en el juzgado, pero confiar no confiamos en que se haga justicia, dada la implicación entre judicatura, empresariado y políticos, todo un entramado al servicio de la burguesía, del que Eustasio López  y sus compas de jolgorio son “dignos” representantes.

No habrá justicia porque las mujeres que se ven abocadas a la prostitución ya sea por motivos económicos o sociales u obligadas bajo extorsión o engaño, acabarán siendo las juzgadas, criminalizadas y estigmatizadas mas allá de lo que diga la sentencia.

Porque justicia sería que nadie se viera obligado a ejercer la prostitución porque no tiene ningún otro recurso económico, justicia sería que este empresario no se apropiara de la plusvalía de sus trabajadores y trabajadoras y no fuera felicitado por ello y justicia sería que estas mujeres recibieran todo el apoyo y desde luego una justa indemnización económica. Justicia sería que perdiera todos sus privilegios y su empresa fuera socializada.

El nivel de normalización es tal, que el que cuatro ricachones con la ayuda de un proxeneta organicen una trama o red de prostitución “exclusiva” no sorprende. Después de todo, no solo los hombres burgueses pagan por sexo, ni son los únicos que abusan de menores. Es indignante la impunidad que disfrutan y el escarnio al que se somete a las mujeres que ejercen la prostitución.

Escarnio del que participa toda la sociedad incluido cierto sector del feminismo, abanderado de la abolición por decreto, que convierte a personas objeto de la explotación extrema en delincuentes, que revictimiza y culpabiliza a esas mujeres y lo que es peor les roba todo su protagonismo, su voz, a la hora de plantear propuestas para afrontar este problema.

En su moralismo y reformismo recurren una y otra vez al punitivismo, a más multas, más cárcel, penas más altas. Exigen la abolición de la prostitución, como si eso se pudiera conseguir sin cambiar las condiciones sociales y económicas de las mujeres, sin confrontar el sistema de explotación y opresión, sin educar en igualdad para que los hombres no sean violadores, agresores o consumidores de mujeres.

Tatiana Delgado Plasencia.

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