Este 2021 hemos podido comprobar cómo la pandemia ha empeorado las condiciones de vida de la clase trabajadora y las capas populares, y esto también ha provocado el aumento de las luchas obreras.

 

En todas partes del estado español, desde Cádiz hasta Euskadi o Cataluña, las luchas obreras por defender nuestros derechos se han ido desarrollando en los diferentes sectores productivos, desde el metal hasta los servicios, en la administración pública, en los barrios y pueblos; por defender el derecho a unas pensiones dignas, a la vivienda, a la sanidad y educación públicas y de calidad para toda la población o contra la aberrante subida de la luz.

En forma de huelgas, manifestaciones, concentraciones y todo tipo de movilizaciones; el descontento de las capas populares va estallando a un lado y otro a pesar del miedo, el miedo histórico que este estado sanguinario nos ha inoculado en vena, el que se produce en esta nueva fábrica del miedo que se han atrevido a construir utilizando la COVID como excusa.

Y no sólo contamos con el miedo como freno de las luchas obreras.

El principal escollo que enfrentamos es el del oportunismo político, que asegura la victoria de las posiciones burguesas en todas esas luchas obreras.

Porque cuando estalla la espontaneidad de las masas, si los aprendizajes de la lucha las guían hacia posiciones socialistas, o lo que es lo mismo, revolucionarias, los aparatos de dominación de la burguesía en el poder y toda la maquinaria propagandística del sistema establecido, suelen ser suficiente para interferir en dichas posiciones. Aunque por si acaso, nunca están de más las voces oportunistas que utilizan el lenguaje revolucionario para acabar apoyando las políticas del poder.

Hoy en día es tan elevado el nivel de manipulación de la realidad que se puede abrir los noticieros con entradas como ésta: “Patronal y sindicatos de acuerdo con la nueva reforma laboral planteada por el Gobierno de Pedro Sánchez”...A cualquiera 50 años atrás le hubiera explotado el cerebro o hubiera pensado que de ese acuerdo no podía salir nada bueno.

Hoy en día vale esa afirmación para colocar la esperanza de una mejora. ¿Sería lo mismo con un Gobierno del PP? Sabemos que no, porque el mismo oportunismo que ahora gobierna, estaría escenificando protestas controladas, en forma de huelgas vendidas a la patronal y otras artimañas.

Si hubiera que hacer un resumen de los últimos 30 años, se podrían sintetizar en el experimento del bipartidismo como herramienta para mantener a la clase obrera en la división y la atomización.

Pues parece que el decrépito sistema de dominación política del estado español actual no encuentra la forma de regenerarse y sigue repitiendo las mismas estrategias.

Ahora toca tragarse una nueva reforma laboral como si fuera el mejor de los avances posibles para la clase obrera en estos tiempos. Y si nos descuidamos, también tenemos el esperpento de la derecha de Vox para regalarnos los oídos y embadurnarnos el cerebro con falsos cantos de sirena que nos vestirán estos avances de infernal comunismo al que hay que eliminar.

Pero sí, a pesar de todo, el empeoramiento de las condiciones de vida de la clase obrera continúa y se agudiza; de alguna manera habrá que pagar los fondos de recuperación europeos que, para variar, serán para recuperar la economía de unos pocos y para acabar de hundir la de la mayoría, la cual  incomprensiblemente aguanta la bestial subida del coste de la vida, que sigue para 2022 con la misma tendencia del último medio año: la subida indefinida.

El único camino para revertir esta situación sigue siendo el de la organización, la unidad y la lucha en torno a un programa político revolucionario.

Cuantas más experiencias de lucha y movilización, más experiencias organizativas, pero es fundamental aprender de las luchas para organizar victorias. Todas estas luchas obreras deberán encontrarse para avanzar en la conciencia revolucionaria.

Es fundamental conseguir organizar huelgas que confronten al poder y no acaben cediendo a la negociación favorable a la patronal, como ha pasado en Nissan. El ejemplo de la huelga del metal en Cádiz nos muestra que es posible, aunque la lucha no era la misma.

Pero estos ejemplos deben servirnos para extender y mantener la moral combativa, seguir resistiendo al miedo y confrontando al oportunismo y sus líderes desde las asambleas, al pie de los puestos de trabajo y en las calles de los barrios y pueblos, organizando estructuras de poder popular, avanzando hacia el contrapoder que pueda poner en jaque al poder establecido.

Para recuperar las herramientas que permitan que las luchas obreras no se queden en el simple estallido de disconformidad y protesta, hay que romper con los mensajes de conformismo y pacto social y poner las reivindicaciones de justicia social como moneda de cambio irreemplazable en cualquier negociación.

Por un 2022 militante, de avance de las luchas hacia la conciencia de la clase obrera y de su poder hacia la emancipación.

Gloria Marrugat

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