“Marruecos culpable”, “España responsable”: esta consigna que se corea en todas las manifestaciones de solidaridad con el pueblo saharaui y contra la ocupación marroquí desde hace décadas es aún vigente, más en estos momentos en los que la guerra se ha reiniciado y las agresiones al pueblo saharaui y sus activistas se recrudecen en los territorios ocupados.

Sultana Jaya sale junto a su hermana a la azotea de casa a enarbolar la bandera saharaui, una acción en apariencia sencilla pero que implica cada vez un acto de valentía, resistencia y lucha decidida en defensa de la soberanía de su pueblo.

Desde noviembre de 2020, está en  arresto domiciliario junto a su familia en la ciudad ocupada de Bojador, sufriendo todo tipo de agresiones físicas, sexuales, con inoculación de sustancias químicas desconocidas e incluso con la infección no accidental de COVID, por parte de las fuerzas de seguridad marroquíes y grupos paramilitares, a las órdenes de las autoridades.

Sultana Jaya confirmó a la relatora especial de la ONU, Mary Lawlor, que no había sido acusada de ningún delito y desconoce las acusaciones en su contra. “Me contó cómo, tras su arresto en noviembre de 2020, ha estado retenida en casa de su familia, con decenas de agentes de seguridad custodiando las puertas, día y noche, que su hermana y su anciana madre están con ella, y solo a su madre le está permitido salir a buscar comida”.

Ha sido objeto de varios ataques a lo largo del tiempo como represalia a su defensa de los derechos humanos, en 2007 uno de estos le provocó la pérdida de un ojo. Ahora es detenida por tiempo indefinido en duras condiciones. Su casa ha sido despojada de prácticamente todos los muebles y electrodomésticos, y ella, su madre y hermana duermen en una pequeña habitación. “Sultana parece estar en grave peligro, en deterioro de salud y vulnerable a nuevos ataques. Ha estado retenida así durante cuatrocientos días”, concluye la relatora.

Distintos grupos parlamentarios han preguntado al flamante ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, sobre la situación de Sultana y él ha dado la callada por respuesta. Ni siquiera se atrevió a pronunciar su nombre en ningún momento y sus intervenciones fueron una serie de generalidades, vaguedades e incluso sostuvo que el Estado español no era potencia administradora del Sahara Occidental. 

El Gobierno español tan preocupado por  la vulneración de los derechos humanos, que afirma el ministro que son “un principio rector” de la política exterior, que defienden y promocionan “en todos los países del mundo”, sin hacer distinción por país, situación o persona, declaró que la aplicación de los Derechos Humanos en terceros países “es una materia muy compleja”, que ser eficaz es ser exigente, pero también ser inteligente y que “la inteligencia en política exterior, en diplomacia, requiere discreción, no contar, no debatir abiertamente ciertos casos”.

Debe ser por eso que, en un alarde de “sigilo diplomático”, se desentienden reiteradamente de los del pueblo saharaui y eluden su responsabilidad histórica como autoridad administrativa responsable de guiar el proceso de descolonización del Sahara Occidental y que se produzca el abandono del ejército marroquí de los territorios saharauis y el cese de la violencia contra su pueblo.

Puede que el señor ministro calle y se posicione del lado de los ocupantes y los agresores, que en su equidistancia esté del lado de la dictadura de Reino Alauita, pero el pueblo español que ha dado muestras de su solidaridad y hermandad sabe de qué lado está: está con el pueblo saharaui, está con Sultana Jaya y su familia.

Sultana es un ejemplo de la resistencia y rebeldía saharauis en los territorios ocupados. A pesar de la violencia que ejercen a diario contra las mujeres, están al frente de las luchas, unen a su  pueblo, defienden su vida en libertad y organizan sus comunidades. Su lucha confronta directamente a los gobiernos de los países que, en función de los intereses económicos y estratégicos del capital, organizan intervenciones y conflictos  contra  otros pueblos, con la opresión de los mismos y el robo de sus recursos, como en este caso; cuando no, el genocidio.

Sultana es un símbolo de la lucha de todo un pueblo y nosotras, nosotros estamos con ella, en sus actos cotidianos de dignidad.

Tatiana Delgado Plasencia

uyl_logo40a.png