DESTACADO

Cuando vives en un sistema que mercantiliza todo lo que puede, hasta salir corriendo sale caro. Y es que, un deporte tan simple y sencillo como correr se ha convertido en todo un negocio que mueve una cantidad ingente de dinero.

Tiempo atrás, salir a correr no requería más que unas zapatillas (o remontándonos mucho ni eso) y buen pulmón para no caer rodando. Ahora, toda la mercantilización que nos rodea ha llevado a exigir una gran equipación. Salir a correr, anteriormente llamado hacer footing y actualmente llamado running, ha pasado a ser un escaparate de moda y complementos. Zapatillas con amortiguación, supinación o pronación, valor mínimo 100 euritos de nada; equipación que transpire pero abrigue, cortavientos, mallas de diseño; reloj con cronómetro y pulsómetro, GPS, medidor de velocidad, altitud, ritmo; móvil con una buena plataforma de pago para reproducir música, unos buenos auriculares, cuanto más pequeños y caros mejor, y la foto de rigor, no vaya a ser que nuestras RR. SS. no reciban los likes que nos merecemos por hacer un ratito de ejercicio. Precio total, un par de meses de salario mínimo.

Y ya, si quieres correr en manada, la cosa va sumando. Las maratones o carreras populares han pasado a ser también todo un negocio en el que pagas tu inscripción por el mero hecho de salir corriendo. Millonarias son las cifras que ingresan las organizaciones de maratones y carreras. Las empresas, que no se pierden una, patrocinan los eventos (seguro que con algún fin benéfico limpia caritas) y convierten el deporte en otra cuenta de sus negocios. Carreras contra el cáncer, patrocinadas por empresas mercenarias y asesinas, o incluso carreras de empresa, para “unir” plantillas, aunque lo que “separa” a las plantillas sea las condiciones penosas en las que se encuentran. Mercantiles que nos venden el atrezo y luego nos abducen a su causa, haciendo que no corramos porque sí, sino para que su logo corporativo luzca resplandeciente, adueñándose de nuestro tiempo libre. No basta con las plusvalías, el capitalismo del siglo XXI nos consume como personas a mayor gloria del amo de la mercantil.

Y otra cosa importante, nos equipamos, pero ¿por dónde corremos? Probablemente, los dueños de esas empresas que mercantilizan y crean falsas necesidades correrán por las playas o parques de sus barrios pijos, con sus verdes jardines y su aire y sus calles algo más limpios. Sin embargo, aquellos que trabajan doce horas para pagarse las zapatillas de la marca de moda correrán por sus barrios de la periferia, llenos de suciedad, sin zonas verdes, y llenitos de contaminación por la cantidad de edificios y coches que los rodean. En definitiva, el mismo deporte se convierte… en otro deporte.

Porque todo es cuestión de clase y ni el deporte se libra de esta división entre los que todo tienen y entre los que todo lo trabajan. Afectando, por supuesto, a nuestra salud de forma directa. Ni que decir tiene que vivir en barrios con zonas verdes, con instalaciones deportivas, con espacios abiertos, etc. afecta y mucho a nuestra salud física y mental.

Y así todo, en este sistema que todo lo vende, todo cuesta. Efectivamente, el sistema crea necesidades que no existen, convierte nuestros momentos de distensión, momentos necesarios para nuestra salud, en momentos de consumo y exhibición. Y si no entras en este juego de consumo y complementos, te conviertes en una o un rarito que no entra en los cánones establecidos.

Por ello mismo, reivindiquemos el deporte popular, reivindiquemos que nuestros barrios cuenten con las instalaciones que necesitamos, con nuestros parques y zonas recreativas, reivindiquemos que no todo se venda, que no todo valga.

Alba AK.

uyl_logo40a.png