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En un artículo anterior analizábamos el auge del running y todo el negocio que mueve, confirmando que en el sistema capitalista ni correr es gratis.

Se mercantiliza todo, incluso nuestro tiempo y la forma de relajarnos; siendo estos deportes tan simples, ejemplo perfecto de cómo todo tiene una vuelta más para invertir nuestros salarios en cosas que no necesitamos, pero nos obligan a necesitar.

Pues bien, dentro de este mercado de locura runtástica encontramos el meganegocio por excelencia, las carreras o maratones.

Explicamos un poco como funcionan estas quedadas deportivas. Una persona se inscribe para correr una carrera de 5, 10, 21, 42 kilómetros o los que los cuerpos aguanten y pagan una cuota por dicha inscripción. A cambio una camiseta y un ratillo de deporte. Mínimo gasto para los organizadores, que nos crean la necesidad de acudir allí a hacer algo que podemos hacer gratis en la calle de al lado. Un negocio redondo.

A esto, por supuesto, podemos sumar la cantidad de infraestructura que estas carreras conllevan. Por poner un ejemplo, en la carrera más grande del mundo, la de Nueva York, se llegan a congregar 50.000 personas como deportistas y cerca de 2 millones de personas como espectadores y espectadoras. Simplemente ya con las inscripciones de los y las deportistas, que ronda los 250 dólares, la organización ingresa más de 12 millones. A esto hay que sumar hoteles, compras, publicidad, viajes, etc. de deportistas y público. En fin, un negocio de lo más rentable.  

         

Así pues, las carreras se convierten en un caramelito para las empresas patrocinadoras, que por un módico precio pueden mostrar su marca a millones de personas congregadas o que siguen el evento a través de los medios de desinformación. No es de extrañar que las grandes multinacionales se maten por patrocinar, e incluso organicen sus propias carreras.

En fin, un ámbito más en el que hacer negocio, aumentar beneficios y generar gasto al pueblo trabajador. Un negocio más del engranaje del putrefacto capitalismo.

Y por supuesto, un negocio más en el que lavar las caras de empresas y multinacionales. Empresas que explotan a trabajadores y trabajadoras en todas partes del mundo, que especulan, que juegan con precios, ofertas, demandas, acciones… organizan maratones en pro de algún acto bonito, para tapar sus vergüenzas y dar su cara más bondadosa. Pasan así a ser patrocinadores de carreras solidarias: contra el cáncer, contra la guerra, a favor de los niños y niñas enfermas, recogen comida para algún comedor social o hacen colecta para alguna organización sin supuesto ánimo de lucro. Carreras en las que supuestamente todo lo recolectado va a alguna buena causa. ¿Alguien se cree que dichas empresas no obtienen ningún beneficio?

Empresas que tienen sus plantillas haciendo horas extras sin remunerar o reciben salarios irrisorios, que explotan a niños y niñas de países lejanos por el precio de una barra de pan al mes, que maquinan lo máximo posible para quitarnos hasta la sangre. Nadie se cree que organicen eventos benéficos porque realmente les interese algo lo que pasa con esas pobres personas. ¿Qué beneficios obtienen? Por un lado, ese: limpiar sus caras de explotadores y que su marca se asocie a algún acto benéfico, y así no sentirnos tan mal cuando nos dejamos parte de nuestro sueldo en sus beneficios. Por otro lado, la publicidad, que nunca es mala. Además, casualidad de la vida, se suelen organizar cerca de sus centros, por si de paso te das una vuelta y haces alguna comprita. Y ya, pensando en grandes carreras, si tienes una cadena hotelera, una compañía de transportes, de ropa, de zapatillas deportivas; pues fíjate, negocio seguro, redondo y beneficioso (en lugar de benéfico).

Por desgracia, en esta sociedad todo vale. El Corte Inglés asesina en Bangladesh, en Taiwan  o donde le toque montar sus talleres de explotación y miseria; pero nos da una camiseta rosa y se convierte en un ejemplo de lucha por la mujer y su cáncer de mama. Multinacionales responsables, directa o indirectamente, de la expoliación de la sanidad pública, donan unas migajas de sus beneficios para comprar una máquina de resonancia y se convierten en salvadores del pueblo. Ejemplos de hipocresía y doble moral que no esconden más que eso, búsqueda de beneficios económicos.

Todo negocio, todo beneficios, todo asegurar este sistema que se hunde, pero que aguanta con uñas, dientes y todo lo que puede. Que organiza actos para que pensemos que aún así son buenos, que es el mercado, amigo, pero que en el fondo tienen sus corazoncitos. Cuando lo único que tienen es un interés en sus cuentas bancarias y en asegurar que su estatus se perpetúe.

Ante esto decimos: ni carreras contra el cáncer, ni maratones caritativas por comida, ni migajas para pobres. Organicemos eventos a favor de la sanidad pública, para acabar con la pobreza en el mundo, contra las guerras. En definitiva, contra el capitalismo.

Alba AK

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