Caminaba el otro día por las calles de mi ciudad, después de una temporada fuera, y llamó mi atención los balcones de cada barrio de ésta, llenas de banderas españolas –más como una declaración de dominancia que como una muestra de “patriotismo” - y un balcón en concreto, en el centro de un barrio obrero, enarbolando la bandera franquista con total impunidad. Esto pasa en mi ciudad, pero estoy seguro de que al lector/a le resulta familiar, puesto que es una nueva regla social que se ha instalado en todos los municipios españoles de bien. Hoy, esta nueva realidad de normalización de lo que sutilmente llaman “preconstitucionalismo”, es decir, el régimen fascista de toda la vida, se ha extendido hasta el punto de que somos bombardeados con noticias del avance de la extrema derecha en España y no produce ningún tipo de preocupación en la sociedad. El fascismo no ha cambiado su esencia, pero sí ha sabido adaptarse para avanzar en un país cuya esencia ya estaba manchada por ideologías fascistas que se quedaron en un segundo plano para sobrevivir y que hoy resurgen públicamente sin ningún tipo de pudor.

Hablar del avance del fascismo y de la extrema derecha en el estado español es hablar de la crónica de una muerte anunciada. El grado de normalización y de legitimidad con la que el fascismo enarbola sus símbolos en este país no es casual ni tampoco una cuestión de “nostálgicos”. Es simple y llanamente, la expresión tangible de la historia de la lucha de clases en el Estado español.

El avance de VOX, de la extrema derecha y del fascismo puede verse desde dos perspectivas diferentes:

- para la socialdemocracia y el liberalismo, se trata de algo excepcional y circunstancial a momentos de crisis económicas, y prácticamente, algo con lo que hay que lidiar dentro del juego de la democracia ya que todas las opiniones son respetables.

- para quienes intentamos analizar la sociedad de manera científica aplicando el marxismo leninismo, el avance del fascismo va absolutamente vinculado al desarrollo de la lucha de clases y tiene su origen en el propio sistema capitalista y en el carácter de clase del Estado. A las pruebas nos remitimos analizando la financiación de VOX y las grandes fortunas nacionales e internacionales que hay detrás de sus cuentas.

Volviendo a la anécdota con la que comenzaba este artículo y que no quiero dejar pasar como un simple “chascarrillo”, tener colgada en el balcón de tu casa la bandera de la Falange sería penado y perseguido en un país con una mínima conciencia democrática y antifascista, sin embargo, en un estado en el que no ha existido ningún tipo de depuración de responsabilidades por los crímenes cometidos por el fascismo durante 40 años, tener colgada una bandera “preconstitucional” es simple decoración. Es más, en el 2019, la Fiscalía General del Estado consideraba un delito la incitación al odio hacia el nazismo, es el perfecto ejemplo de cómo en la actualidad el estado sigue defendiendo al fascismo y al nazismo en lugar de condenarlo.

En el PCPE venimos caracterizando el avance del fascismo y de la extrema derecha como “proceso de fascistización” de la sociedad. La implantación del fascismo es progresiva, no se da de la noche a la mañana, y puede dar lugar a distintos escenarios, dada la complejidad de los procesos sociales, las peculiaridades de cada contexto y la autonomía relativa de los fenómenos políticos.

En el contexto actual de desmovilización absoluta del movimiento obrero y popular, debido en gran medida al papel de la socialdemocracia, al estado no le hace falta quemar ese último cartucho que es el fascismo, no obstante, mantiene la hoguera encendida por lo que pueda venir. VOX cumple exactamente con esa función, juega un papel político e ideológico importante para el mantenimiento del bloque de dominación oligárquico burgués en España y normaliza el discurso reaccionario, clasista, misógino y xenófobo en nuestro día a día.

Su discurso no es novedoso, en cuanto rascamos un poco su programa electoral, nos damos cuenta que es una mezcla entre liberalismo económico y defensa a ultranza de los valores católicos, misóginos y retrógrados del franquismo sociológico.

Nos estaríamos equivocando y menospreciando la capacidad del estado y del capital para mantener su dominación si nos tomamos el avance de la extrema derecha y el fascismo como algo anecdótico, porque nunca se fue y si hace falta, la oligarquía lo utilizará sin ningún tipo de reparo.

Desde la honestidad militante y revolucionaria, el PCPE y la JCPE queremos aportar al conjunto de la clase trabajadora y de los sectores populares nuestras propuestas y análisis para combatir al fascismo.  

En primer lugar, el trabajo contra el fascismo y la extrema derecha no está desligado del resto de luchas en las que la militancia del PCPE y la JCPE estamos presentes día a día. En el proceso dialéctico de toma de conciencia de las masas, el antifascismo es una consigna “natural” entre el pueblo que lucha por sus intereses.

En ese proceso, existen muchas reivindicaciones con las que podemos y debemos trabajar para elevar la conciencia del pueblo trabajador. Desde la lucha por la recuperación de la memoria de nuestras heroínas y héroes que pelearon en la guerra civil, la retirada de los símbolos falangistas, la necesaria respuesta contra cualquier tipo de agresión fascista o el combate contra el discurso de odio a la inmigración.

En estas luchas y muchas más, el PCPE y la JCPE tenemos claro que la unidad es absolutamente necesaria para alejar a las masas del discurso de la extrema derecha, y esto sólo se hace creando las estructuras necesarias para la participación política de la clase obrera, animando al debate y a la progresiva toma de conciencia que haga pasar de la lucha concreta a la pelea contra el sistema capitalista. 

La militancia de este Partido y de su Juventud tiene un compromiso firme con la lucha antifascista porque luchamos con la convicción y la confianza en la victoria contra el capitalismo.

¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!

Javi Ortega

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