Como tantas otras referencias que la comunicación de masas ha instalado ya en el imaginario colectivo, tenemos la famosa tabla de Rose de la película Titanic. Esa tabla amplia como para albergar a dos personas y que sin embargo fue la tabla desde la que la desconsolada Rose dejó hundirse al que fuera el amor de su vida. Sí, desde entonces, han sido cientos de miles los que se han preguntado por qué narices Rose no dejó hueco a su amado Jack. En fin, en estos casos en los que la ficción, la eterna ficción que alberga no solo los sueños y esperanzas de las encallecidas manos del ser humano sino también sus enigmas y obsesiones, desde esa ficción habrá preguntarse qué tendrán ciertos lugares que siempre cuesta compartirlos, acaso es que desde arriba se ven cosas que los de abajo no comprenden y Rose sabía que la supervivencia de Jack era ya del todo imposible, que si intentase subir ambos peligrarían, o tal vez, como decía aquel, que hay que deshacerse de la escalera después de haber subido, y entonces Jack era solo eso, una escalera, el medio para ascender Rose a una existencia mejor.

Sea como sea, todo esto viene a colación de nuestra superempoderada vicepresidenta segunda del gobierno, ministra de trabajo y economía social y última esperanza roja de la socialdemocracia ecopacifista y proatlantista, Yolanda Díaz. Con la virtud política de ser gallega, como tanto otros líderes, y experta conocedora en alianzas, bases, movimientos, alternativas, asambleas abiertas, espacios en común, fusiones, corrientes y mareas, y ahora también escuchas.

Nuestra Yolanda ha sabido estar siempre ahí, flotando sobre alguna tabla con la que no hundirse tras cada naufragio político que ha conocido, es una superviviente de las derivas, flotando hasta llegar allí donde apuntaban los vientos de cada momento. La cantinela es siempre la misma, ser el primero en dar el diagnóstico de defunción de un proyecto para así saltar rápidamente a otro, dividiendo con la bandera de la unidad, es la reina roja de Alicia en A través del espejo, hay que cambiar de casilla para salvar el cuello, hay que reclamar la importancia de unir, de juntar, de hallar los puntos en común, de escuchar lo que demanda la gente pero siempre para estar a flote en algo nuevo y de paso dejar atrás a los Jacks de turno.

Desde luego que la supervivencia es meritoria, vista en abstracto claro, porque la realidad es concreta, y dejando a un lado las indudables habilidades de nuestra Yolanda, hay que preguntarse por el que se hunde, por el Jack de cada naufragio, por quién aúpa a Rose para luego ser tragado cual cordero en sacrificio por las profundidades del océano. A las puertas de otro posible estallido social, la izquierda del sistema, es decir, las instancias políticas que el capitalismo emplea para ser el discurso social que sirva de correa de transmisión con la clase obrera, tiene en nuestra Yolanda al peón perfecto para dar por finalizada la reforma del sistema de partidos del régimen del 78, para volver a poner en su lugar al bipartidismo turnista predilecto de la ideología liberal. Yolanda hará de todas esas aspiraciones millenial del 15m que a base de indignarse prometían todo sin atacar nada, su Jack hundido en el oscuro abismo. Porque así ha sido la cuestión, desde el 2014 hasta ahora hemos asistido no solo al teatro de figurantes políticos que vienen y van para dejarlo todo como estaba pero peor, con más explotación y represión, también hemos vivido cómo han desarticulado las grandes movilizaciones, cómo el gigante dormido de la clase obrera, que hace 10 años parecía empezar a espabilarse no ha sido más que un Jack encaramado a la tabla de Rose. Es lo que ocurre cuando la clase obrera navega bajo pabellón ajeno. 

Y cuál es esa tabla espaciosa, casi más bien tabla de planchar porque en ella la oligarquía se ha planchado el traje para volver a lucirlo como nuevo. Esa tabla que aparenta salvación pero ha sido sepultura, esa tabla es el diálogo social, una reformulación de la paz social de siempre, conciliación de clases podríamos decir siempre y cuando entendamos que se trata de conciliar la explotación con la sumisión, la explotación de la clase obrera y la sumisión a la oligarquía. Que se trata de asumir pasivos el papel de mula de carga y así dar estabilidad y orden a la misma estructura que históricamente nos ahoga, son los presupuestos de guerra de 1914, es el compromesso storico de los setenta, son los pactos de la Moncloa. Diálogo, escucha, acuerdo o pacto, social, colectivo, nacional o estatal, es lo mismo porque el estado es un instrumento de clase y de lo que se trata es de salvaguardar el poder de la clase dominante.

Eduardo Uvedoble.

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