Una aguda y profunda crisis económica afecta de lleno a Europa y principalmente a su expresión imperialista, la Unión Europea. Una crisis que tiene una compleja realidad y cuyas causas son amplias, profundas e interrelacionadas. En muchos casos las consecuencias se confunden con las causas y eso añade aún más confusión a la determinación de la misma.

Entre los factores que influyen directamente en esta recesión y escenario europeo y mundial, uno de los principales es, sin lugar a dudas, la guerra en Ucrania con la consecuente restricción comercial y del flujo económico entre las economías europeas, pero indudablemente aquí el principal factor es el abastecimiento de materias primas relacionadas con el gas y el petróleo de Rusia hacia los países de la Europa Occidental. El encarecimiento, la escasez de materias y petróleo, el alza de precios, la especulación, todo ello produce una enorme restricción de la producción económica que determina una crisis y una recesión grave, dado que a esos factores se le une el aumento de la inflación en el marco europeo. El modelo capitalista alemán de desarrollo basado en las exportaciones competitivas de productos elaborados e industriales dotados de alta tecnología y factores de mayor productividad que permitían competir satisfactoriamente frente a  productos de otros países ha entrado en crisis. La elevación de los precios de las materias primas, el proceso inflacionario y la debilidad del euro ha provocado que la crisis económica afecte de lleno a Alemania como motor político y económico de la UE. Arrastrando a la crisis a todos los países europeos.

En el escenario actual esta posición subordinada de la UE como bloque imperialista propio con respecto a EE.UU. ha condicionado de manera fundamental el proceso de agudización de la crisis del modelo capitalista de desarrollo en Europa y ha colocado, en esa posición subsidiaria a Europa, frente a la crisis de hegemonía del imperialismo estadounidense que se convierte en el principal elemento de generación de la guerra en Europa.

Ante esta situación habría que señalar cuales son los elementos políticos con que la UE pretende superar este proceso. Hasta ahora el principal factor que se ha activado ha sido la puesta en pie de un enorme arsenal de ayudas y subvenciones públicas que en el caso alemán se concretan en 200.000 millones de euros, que suponen el 5% del PIB de Alemania y que se suman a nivel europeo a los 750.000 millones de euros establecidos para subvenciones públicas. Toda una inmensa inyección de capital público destinada a las empresas y sectores privados para intentar a través de préstamos y de los intereses de la deuda pública de los estados superar este proceso de recesión y permitir un nuevo ciclo de reproducción del capital. Aquí observamos cómo el Estado se convierte en herramienta fundamental e imprescindible para el proceso de activación, desarrollo y reproducción del capitalismo. Lógicamente este proceso de endeudamiento tiene como elemento imprescindible el aumento de extracción de plusvalía relativa conseguida a través de mayores cotas de explotación de la clase obrera, la degradación creciente de las condiciones laborales y un proceso continuo de desvalorización del valor de la fuerza de trabajo. Es una combinación malévola de un neokeynesianismo con un incremento de fórmulas “neoliberales” cuyo objetivo es acelerar y profundizar el ciclo de producción y acumulación de capitales.

En ciertos círculos anticapitalistas esto se anuncia como la “destrucción de fuerzas productivas”, colocando al capitalismo como sistema a contrapelo del desarrollo histórico y cuya consecuencia objetiva es el derrumbe y el colapso del sistema. Está visión tiene el problema de colocar los factores sociales y económicos separados entre sí, sin interrelacionarlos de forma dialéctica y separando a las fuerzas productivas del resto de factores que determinan el funcionamiento automático del capital como proceso social e histórico. La destrucción de las fuerzas productivas es consustancial al capital, forma parte del proceso autónomo de acumulación y producción del capital, no escapa a la dinámica de la lucha de clases ni al papel histórico de la clase obrera como sujeto político en la superación del capitalismo como proceso histórico. Y  dicho papel de sujeto político está, a su vez, determinado por el mismo desarrollo de las fuerzas productivas, en dos sentidos: por un lado en el proceso objetivo de la centralización del proceso productivo con el consecuente desarrollo de la capacidad productiva general de la sociedad, y por otro lado, el cada vez mayor control que el obrero colectivo tiene sobre el proceso de producción y reproducción de la vida social que hace que se supere históricamente a la burguesía como agente  y personificación social del capital.

La crisis que se desarrolla en la UE no puede superarse si no es a través de los caminos que establece el proceso de acumulación de capitales; es decir, con la destrucción de fuerzas productivas, precariedad de la condiciones sociales de la gran mayoría, y un enorme deuda pública que lastra un próximo futuro económico. Podemos decir que la UE se está destruyendo a sí misma, si sus dirigentes políticos, sociales y económicos pudieran tener conciencia real de sus acciones. Pero éstos actúan como personificación del proceso de acumulación capitalista, como agentes del proceso  de valorización y extracción de plusvalía a la clase obrera. No cabe, por tanto, ninguna expectativa, esperanza, confianza en las medidas adoptadas ni que pueda adoptar la dirigencia política de la UE. Sólo la organización política y la acción consciente revolucionaria de la clase obrera puede superar históricamente esta dinámica de un sistema que necesita de la destrucción para continuar avanzando en su proceso automático de valorización de la vida social.

Alexis Dorta

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