Basta poner la radio en el coche de camino al trabajo,  mirar media portada de un diario plegado en la barra de cualquier cafetería, o hacer más de 2 ‘cliks’ en el idolatrado Google, para que nuestro cerebro se vea impregnado del mensaje “todo está muy mal por culpa de Putin”.

Este anuncio clasificado con barra libre auspiciado desde el minuto -1 por los gigantescos lobbies de información integral , propiedad de una selecta minoría de capitalistas con intereses muy definidos dentro del conflicto, ha contaminado a las masas trabajadoras más desinformadas con una concepción pueril que los posicione rápida e inequívocamente en el “lado bueno de la historia”. Baste decir que esta estrategia ni es nueva, ni es más sofisticada que la de otros episodios del pasado reciente de la humanidad, y que debería resultar evidente “a estas alturas de la película”, que cualquier acontecimiento histórico no puede ser “obra y gracia” de uno o varios individuos, sino que responde al cambio cualitativo que ha sido conformado gradualmente por elementos cuantitativos y por las coordenadas espacio-temporales del suceso en cuestión.

Pero existe otra propuesta de análisis, una que pretende ser más sesuda, y que ha germinado/florecido en el discurso de muchos y muy variados elementos de izquierda, lo que atomiza aún más la conciencia del Proletariado y por lo tanto, también su potencial de movimiento a la hora de luchar por sus intereses.

No pocas voces vinculadas al movimiento popular de las masas trabajadoras (partidos políticos, sindicatos, organizaciones anticapitalistas, antifascistas… etc) aluden a consignas de equidistancia como “ni imperialismo yanki, ni ruso”.

¿Es Rusia una potencia imperialista?

Desde luego no es una pregunta fácil o cómoda, lo que añade razones para intentar resolverla.

Lenin firmó que “el imperialismo es el sistema de relaciones económicas del capitalismo contemporáneo”, y a la luz de la historia, pocos o ninguno han sabido identificar la fase imperialista del capitalismo como Vladímir Ilich Uliánov.

Vamos a ver algunos datos recientes referentes a la economía rusa:

Entre el 2019 y 2020, 44.000 fortunas millonarias abandonaron Rusia, quedando como residentes 269.000 que superaban el millón de dólares. Esta cifra es 3 veces inferior a la de la India, y 81 veces inferior a la de EEUU (Credit Suisse Research Institute,  2021: 20).

En 2020, la riqueza mediana neta (diferencia entre activos y pasivos del individuo, evitando las interferencias estadísticas de los extremos) de los ciudadanos rusos era de 5.431 dólares, lo que representa poco más del 5% de la riqueza mediana neta en el Estado español (Credit Suisse Research Institute, 2021:105-108).

En 2021, sólo 24 compañías rusas forman parte de las 2.000 mayores empresas a nivel mundial (ninguna de ellas se encuentra entre las 50 primeras y solo 2 aparecen en el listado de las primeras 300).

La inversión extranjera directa emitida por Rusia en 2020 fue de 6.500 millones de dólares, por debajo de países como Chile, México o Emiratos Árabes Unidos. Esta cifra representa apenas un 18% de la inversión alemana, un 15% de la francesa, un 7% de la inversión estadounidense y un 6% de la japonesa. Las inversiones extranjeras hacia Rusia cayeron un 70% entre 2019 y 2020, a causa del impacto de la pandemia y, sobre todo, de la bajada de precios en el petróleo y otras materias primas. Rusia aparece como un país muy dependiente de la producción de hidrocarburos y otros productos primarios (Informe de La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, UNCTAD, 2021).

Las exportaciones rusas están compuestas sobre todo por combustibles, materias primas, metales y productos químicos (The Observatory of Economic Complexity, 2021).

El Top 500 de la revista global de negocios ‘Fortune’ muestra que los capitales rusos no juegan ningún papel en los sectores clave de la economía imperialista, monopolizados por los países occidentales: aeroespacial y defensa, finanzas, tecnología, telecomunicaciones,… (Fortune, 2021).

En definitiva, informes recientes asumidos por los organismos económicos occidentales nos dibujan una potencia capitalista intermedia, con una participación en la división social del trabajo para nada protagónica, y con pretenciones expansionistas propias de cualquier estado burgués en una fase de desarrollo histórico determinada.

Lucho Bobet

PCPC-PCPE

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