Queda casi probado que Juan Roig no tiene mala fe. Tras minuciosas pesquisas, estamos en condiciones de proclamar que su bondad y desprendimiento están fuera de toda duda y que, cuando ha tenido que tomar decisiones cochinas para el juicio humano, ha sido siempre en legítima defensa.

Carece de importancia decir, que el empresario se ha hecho a sí mismo; en realidad, todos los empresarios se hacen a sí mismos, son valientes, bien nacidos, arriesgados y avispados. No como los currantes, que vienen siendo pusilánimes, cortos de vista y poco dotados para los negocios.

Juan Roig ha dado muchas y grandes limosnas a la Fundación FAES y para demostrar que es un hombre sin adscripciones, tuvo la paciencia de explicar que visitó en varias ocasiones la sede del PP para hablar con sus dirigentes sobre la marcha de la economía, porque estaba pasando muy malas noches y jura por lo más sagrao que los apuntes que aparecen en el libro B de Luis Bárcenas a nombre de Mercadona no son de él.

Juan Roig no es un hombre antojadizo. Dicen que es un hombre austero, poco codicioso y, no nos extraña, con 11 millones que gana anualmente, más los poquitos dividendos que la empresa reparte entre los accionistas, no vamos a decir que sea un menesteroso, pero suponemos que para llegar a fin de mes, el pobre hombre tendrá que apretar los muslos, como el resto de los mortales.

Él lo ha dicho claramente, sin esconder el rostro: “hemos tenido que subir los precios una burrada porque si no, hubiera sido un desastre”. Estaba Don Juan muy preocupado porque veía que se le rompía la cadena de producción. Y no hay cosa más hermosa que escuchar a un hombre honrado contar muy constreñido lo del aceite de girasol y la guerra de Ucrania y por más que nos volvamos locos, si Mercadona ha cerrado el 2022 con 718 millones de beneficios, tendremos que aceptar que hemos de tener un poquito de continencia y sobriedad si no queremos que en 2023 bajen las ganancias y condenemos a la familia Roig a las estrecheces y carencias que padecemos los humanos.

El accionista sabe muy bien cómo hacer crecer el negocio y de vez en cuando hace advertencias y recomendaciones que nos son muy útiles para entender cuál es la mentalidad de estos intrépidos y descollantes empresarios, que se hacen a sí mismos encaramándose sobre los hombros de quienes engrandecen sus dividendos: “hay que imitar la cultura del esfuerzo de los bazares chinos...” Díjolo Juan, punto redondo.

¡Ay Don Juan, qué socarrón es usté!

No nos tire de la lengua y ruegue usté a Dios que no nos abra más los ojos del entendimiento, que como a nosotros se nos ocurran algunas recetas chinas, a usté se le acaban las ganancias y lo vemos reponiendo chopped en las estanterías de Mercadooooooona.

Telva Mieres

uyl_logo40a.png