Es cierto que se han hecho muchas películas sobre la tragedia humana que significó la Primera Guerra Mundial (1914-18), y en general casi todas ellas interesantes y emotivas. Permitidme, pues, que cite algunas que guardo más arraigadas en la memoria para intentar ilustrar cinematográficamente la última producción que sobre el tema se ha realizado y que más abajo comentaré, por ejemplo: “Senderos de gloria” (1957), del inigualable y deplorado Stanley Kubrick, “Johnny cogió su fusil” (1971), del guionista y realizador comunista perseguido por el macartismo Dalton Trumbo, o “1917” (2019), escrita y dirigida por el siempre sorprendente cineasta norteamericano Sam Mendes. Todas ellas altamente recomendables. Sin embargo esta nueva entrega de “Sin novedad en el frente” lleva implícita tal denuncia de los desastres de la guerra y produce tal desgarro en el espectador que, en las actuales circunstancias internacionales impuestas por un sangriento conflicto armado entre la OTAN y Rusia por Ucrania interpuesta, bien merece figurar en esta sección. Y es que hoy, como lo fue también en los albores de la primera conflagración mundial, defender la paz y denunciar al unísono los intereses espurios que motivan las guerras de rapiña (entiéndanse imperialistas) con su funesta y terrible secuela de millones de muertos es posicionarse revolucionariamente.

Alegato pacifista y antiimperialista

Se trata, por tanto, de la tercera adaptación cinematográfica de la novela homónima del escritor germano Erich Maria Remarque (1898-1970), en esta ocasión dirigida magistralmente por el cineasta alemán Edward Berger en 2022.

En consecuencia, precedida de la excelente versión clásica de 1930 del director ruso-norteamericano Lewis Millestone y de la no menos interesante coproducción estadounidense-británica llevada a la televisión en 1979 por el destacado cineasta Delbert Mann, responsable, entre otras, de la oscarizada “Marty” (1955). Sin embargo, son las versiones de Millestone y de Berger las que prevalecen por sus respectivas calidades cinematográficas y por su complementariedad temática. La primera abordando con mayor profundidad la sicología de los personajes y sus íntimas motivaciones para enrolarse en el ejército e ir a la guerra; la segunda, gracias a la más sofisticada y espectacular tecnología de hoy en día, logrando que el espectador sea testigo casi directo de los horrores de la guerra. Y ambos realizadores, ofreciéndonos con sus impresionantes filmes un soberbio alegato contra las guerras imperialistas y en defensa de la paz. De tantísima necesidad y actualidad. Por lo demás, resaltar algunas secuencias que merecen verse con particular atención: la del Alto Mando Militar, indiferente al sufrimiento y al dolor de sus tropas; la de la espeluznante muerte de un soldado francés a manos de otro alemán; o la de los ingenuos reclutas incorporándose entusiásticamente al frente donde la muerte no es ninguna novedad.           

Rosebud

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