El pasado 15 de abril comenzó en Sudán una serie de enfrentamientos armados de gran virulencia, entre el ejército regular de este país africano y el grupo paramilitar conocido como Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR). Los hechos son de extrema gravedad: en su último informe, de mediados de mayo, la ONU hablaba de como mínimo más de 600 civiles inocentes muertos, unas 5 000 heridas y heridos, más de 700 000 personas desplazadas y casi 150 000 refugiadas huidas al extranjero. Además, los combates amenazan con extenderse hasta desembocar en una guerra civil total, que asolaría el país y podría incluso afectar a sus vecinos, algunos de los cuales ya sufren conflictos abiertos: Libia, Sudán del Sur, Chad o República Centroafricana.

De un lado, el ejército está encabezado por Abdel Fattah al-Burhan, líder de la junta militar que gobierna Sudán desde el golpe de estado de octubre de 2021. Del otro lado, Mohamed Hamdan Dagalo (alias Hemetti) dirige las FAR, los antiguos paramilitares "Janjawuid" (jinetes armados), hasta hace muy poco aliado del propio al-Burhan. Juntos habían participado en el golpe de 2021, deponiendo al gobierno civil de Abdala Hamdock, que trataba de llevar a cabo un proceso político de democratización, tras salir de otro golpe de Estado en abril de 2019, el cual a su vez había expulsado a Omar al-Bashir, militar en el poder desde 1989, igualmente golpista.

En este periodo de ya más de un mes, se han negociado varias treguas breves por razones humanitarias: para la atención médica de las heridas y heridos, para tratar de paliar la grave escasez que sufre el pueblo sudanés (agua potable, alimentos, electricidad, etc.). Pero todas estas treguas han sido rotas y los combates son fuertes en Jartum, la capital del país, y en Omdurman, la ciudad vecina.

Las pugnas por el poder son tensas y responden en buena medida a los esfuerzos de las distintas facciones militares por servir a los intereses de las potencias imperialistas extranjeras (EE. UU., Francia, las satrapías árabes) que las apoyan, financian y arman; para que a su vez les faciliten el acceso barato a las ingentes riquezas y recursos de Sudán. Instrumentalizando las tensiones étnicas resultantes de la colonización, en 2011 ya trocearon el Estado sudanés en dos: entre el norte (árabe, musulmán, ganadero) y el sur (etnias negras, cristianas y animistas, agrícolas), para así controlar mejor el sur, donde se encuentra el 75-85 % de la producción petrolífera.

Sudán también es un importante productor de oro: el 12.º del mundo según cifras oficiales, si bien la extracción real podría ser mucho más alta, pues mucha minería es aún informal. Hoy por hoy, una gran parte de las exportaciones de oro sudanés van a Emiratos Árabes Unidos (EAU) a precios por debajo del mercado. Precisamente, EAU parece estar apoyando a las FAR, que bajo su antiguo nombre de "Janjawuid" tuvieron una importante responsabilidad en el genocidio étnico en la región de Darfur (oeste, más de 300 mil muertes y 2.7 millones de personas desplazadas, según la ONU). El ejército estaría más bien bajo la órbita de Arabia Saudí.

Pero además, Sudán tiene importantes recursos hídricos y tierras fértiles alrededor del río Nilo. Asimismo cuenta con acceso al Mar Rojo, por donde pasan rutas vitales para el abastecimiento energético y el comercio mundial. En los últimos años, China ha ido ganando influencia económica en el país (infraestructuras, transporte, tecnología, petróleo, etc.), de modo que la reciente desestabilización del país, al borde de la guerra, le podría ser útil al imperialismo yanqui para tratar de frenar los lazos comerciales Sudán-China.

Frente a la gravedad de la situación, la Coalición de Fuerzas de la Libertad y el Cambio (en la cual tiene un papel importante el Partido Comunista Sudanés, a pesar de estar su militancia perseguida y hostigada) llama a que se depongan de inmediato las armas para acabar con el derramamiento de sangre de víctimas civiles inocentes y con la violación de los derechos básicos de la población, a llevar ante la justicia a sus responsables, a buscar soluciones políticas y a poner en marcha un gobierno civil hacia la democratización del país y el poder popular.

Fernando

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