La entidad sionista, como construcción colonial de carácter racial, solo puede existir en base a la eliminación del otro. Para justificar esa razón de existir debe construir un relato y una mística que, al igual que los nazis, justifique el genocidio en base a dos elementos.

En primer lugar, ser un pueblo o raza superior con una misión predestinada. Ser el pueblo elegido de dios y poseer un espacio vital (el gran Israel que va desde Egipto hasta Irak y desde el sur de Turquía hasta el Yemen). En la retórica sionista, lo que hoy son los pueblos árabes, en realidad es el Israel bíblico prometido por dios a Abraham. Por lo tanto, su misión es hacer cumplir su destino.

El segundo elemento, al igual que el nazismo, se basa en que para cumplir su destino solo hay un impedimento, los árabes, y en primer lugar el pueblo palestino. Por ello deben ser expulsados o eliminados. Simple.

No existe genocida que justifique sus crímenes bajo la pátina de la superioridad moral, en todas sus esferas. El sionismo no escapa de esta práctica, no debe demostrar nada, su palabra es ley. Por eso observamos como el gobierno sionista no deja de afirmar que su ejército es el más moral del mundo (sic), por que para ellos, cumplir su destino es el mayor acto de moralidad. No importa asesinar a decenas de miles, matar de hambre y sed a niños, violar, decapitar, enterrar vivos, extraer órganos y despellejar personas. No deben justificar ante nadie sus actos. Al contrario, como si de una enfermedad mental se tratara, el sionismo proyecta sus atrocidades en el otro. Por ello, después de la gloriosa operación militar del 7 de octubre, afirmó que la resistencia palestina violó mujeres y asesinó bebés, hechos demostrados como falsos.

A pesar de las atrocidades de la ocupación, hay un muro infranqueable que el sionismo no puede derribar, es la voluntad de lucha del pueblo palestino y de la resistencia árabe, hoy encabezada por Hizbullah y el Yemen. No es una lucha por riquezas, ni por poder, es una lucha por la tierra, por el derecho a existir. Por que los olivos que arranca la ocupación son más antiguos que la entidad sionista, por que los expulsados de sus casas guardan sus llaves por que la voluntad de retorno a su tierra es inquebrantable, por que esas llaves de casas derruidas con bulldozers pasan de padres a hijos y simbolizan la voluntad de ser palestinos y palestinas. No hay fuerza, por muy brutal que sea, que pueda destruir eso. Mientras quede un palestino, mientras exista un árabe, Israel se sentirá en peligro de muerte. Y así será, Israel desaparecerá, es inevitable. La epopeya empezada el 7 de octubre es el principio del fin de Israel.

Ya no existe disuasión posible, por más armas nucleares que tenga la entidad sionista, el mundo no es el de después de la segunda gran guerra, ni tampoco es el mundo de después de la contra revolución en la URSS. La debilidad de Israel como construcción del imperialismo anglo-norteamericano es evidente ante el mundo entero y en especial ante el mundo árabe.

Israel se convertirá en polvo, como un excremento de la historia bajo el sol del desierto.

Estos meses han demostrado que Israel morirá de inmediato si no está conectado a la máquina de respiración artificial del imperialismo norteamericano. Decenas de miles de colonos han abandonado la ocupación y regresado a sus tierras de origen, y conforme la ocupación sufra las consecuencias de sus actos, serán cientos de miles, por que solo los más fanáticos estarán dispuestos a morir por lo que dios le prometió a Abraham.

Ferran N.

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