La historia se repite y si procuramos analizar los hechos con perspectiva, siempre se pueden sacar lecciones de lo ocurrido para evitar, al menos, caer en los mismos errores.
Desde el fin de la dictadura franquista en el Estado español, a través de los llamados Pactos de la Moncloa entre el movimiento comunista, representado por el PCE, y el nacionalismo catalán, los cuales pactaron con la corona española las condiciones para mantener el statu quo franquista en el marco de la modernización capitalista, casi 50 años después, podemos comprobar, al menos, dos tendencias de los mencionados movimientos pactistas:
- El movimiento nacionalista catalán siempre ha sido liderado y dirigido por la facción o facciones de la burguesía catalana interesada en romper con la burguesía española en el marco capitalista.
- El movimiento comunista se ha descompuesto, debilitando hasta la mínima expresión, la existencia de un Partido Comunista que unifique las fuerzas de la clase obrera, desechando su necesidad y diluyéndose en movimientos socialdemócratas que solo persiguen mejoras reformistas en el marco capitalista.
Como consecuencia de ello, el Govern de la Generalitat de Catalunya se lo turnan las fuerzas nacionalistas, que aún pudiendo desarrollar políticas progresistas a través de ERC, optan por defender los intereses de la burguesía y, cuando éstas se agotan, pasan el turno a las fuerzas socialdemócratas con representación en el Estado español, vinculadas al PSOE o al ya desmantelado movimiento comunista, transformado hoy en día en las distintas fuerzas reformistas y oportunistas representadas por PODEMOS o SUMAR a nivel estatal y por COMUNS en Catalunya.
Este es el juego de las instituciones del Estado burgués en las últimas décadas, que, aprovechando el miedo que dejó la dictadura a unas generaciones y la derrota ideológica que la derrota temporal del socialismo en el este de Europa provocó en las siguientes, mantiene huérfana a la clase obrera de conciencia y organización para la lucha de clases.
La clase obrera y sectores populares en Catalunya tenemos la obligación de reflexionar sobre esta realidad para encontrar la forma de construir los mecanismos que nos permitan unirnos, más allá de las banderas y frente a los cantos de sirena que pretenden un capitalismo de rostro humano, pues la única patria que podrá sostener nuestras vidas en condiciones dignas solo puede estar fundamentada, precisamente, en los intereses de la humanidad, y no en los del capital.
El movimiento de pensionistas, por una vivienda digna, por la sanidad, la educación y los servicios públicos en general, el movimiento sindical, el movimiento estudiantil, todos los movimientos populares deben confluir en un marco unitario donde no quepan concesiones a las fuerzas capitalistas. En los barrios y pueblos, en los centros de estudio y de trabajo, tenemos que ser capaces de construir de nuevo un tejido social que nos permita organizar las luchas para conseguir victorias.
Unirse a la lucha por un nuevo estado catalán, a pesar de que se plantee como republicano, o unirse a la lucha por un Estado español con las “cloacas” desembozadas jamás nos llevará a un cambio revolucionario de la realidad si no aprendemos de estas lecciones.
Frente a este pacto de gobierno que nos devuelve al autonomismo de 1978 no hay más que decir sino que el único pacto útil es el que sirva para organizar la ofensiva obrera y popular, el poder obrero capaz de combatir un capitalismo en crisis permanente que solo es capaz de ofrecer más explotación, menos derechos y más miseria, que solo encuentra salida en las guerras y la represión.
Para la clase obrera y los pueblos, de Catalunya, de España y del mundo, la única salida es la revolucionaria, la que nos permita construir el futuro en el Socialismo-Comunismo.
Glòria Marrugat