Maquinando sobre las respuestas enlatadas a preguntas insistentemente banales, noto la tentación de sentarme en un diván y atender sesiones de un psicoanalista. Vaya por delante que jamás he entendido este método porque, seguramente, nunca me he visto en una situación de incomprensión de la realidad; pero llega algún día donde te desborda el sonido de la mediocridad hasta convertirse en ruido infernal interno; ¿qué hago yo para merecer esto? Me voy y repaso mentalmente las tipologías físico-temperamentales de la clasificación cerrada de Kretschmer y no averiguo si los ínclitos pertenecen al grupo de pícnico-ciclotímico, atlético-viscoso o leptosomático-esquizotímico. Qué más da..., si todos dicen lo mismo.
Al grano. Acaba de finalizar la Olimpiada de París donde los comentaristas de distintas disciplinas no han narrado el desarrollo de las pruebas; se han puesto la bandera de las 50 estrellas y la han flameado de tal manera que se desconoce si se han perdido alguna de ellas. Hasta la sazón hemos podido escuchar el empleo de términos anglosajones en disciplinas como el atletismo y natación: ¿por qué emplear “trials” para referirse a campeonato nacional o pruebas de selección?..., pues los majaderos cronistas tenían todos los datos de todos y cada uno de los competidores de esa bandera, obviando los de los otros países.
Pasamos al siguiente esperpento, éste escrito. En un periódico deportivo de ámbito estatal, artículos de opinión sobre los juegos destacan el ranking del medallero encabezado por el país de las 50 estrellas, logrado, in extremis, en las últimas pruebas en disputa permanente con el país de la bandera de las 5 estrellas (una grande y las otras cuatro pequeñas); ¿será una demostración de la superioridad de las 50 sobre las 5?, ¿qué querrán transmitir estos plumillas?
¿Una sorpresa?, nooo..., ¡una vulgaridad! Aparece el análisis sobre las medallas conseguidas por ..., ¡Cuba!, y concluye el pigmeo que firma el artículo, proclamando el fracaso de los deportistas cubanos por la situación tan delicada que padece la población en la isla. ¿Por qué Cuba y no otros países? ¿Qué lugar en el medallero tienen otros países europeos, o latinoamericanos, o asiáticos, o africanos? En total han participado 206 equipos de comités olímpicos y 123 de ellos no han conseguido ningún metal. Cuba continúa configurándose en la diana de los centros del poder mediático internacional al que los grandes grupos de los media trasladan a un corresponsal para que dé cuenta de la caída de la Revolución: muchos de ellos ya se han muerto. (Por la dimensión del artículo, omitimos opinión sobre las medallas conseguidas para otros países por deportistas formados en Cuba; si imputáramos medallas en función del origen de los deportistas, el medallero transmitiría otra realidad)
En los juegos olímpicos del Marqués de Coubertin no había lugar para la exclusión de deportistas. Sin embargo, el negocio que comporta para las multinacionales estas convocatorias, expresan un ejercicio oculto de lucha de clases a nivel internacional que es utilizado por el imperialismo para hegemonizar la imagen, el sonido, el papel y hasta las redes. Es apestoso el hedor que se desprende en la argumentación a la exclusión de Rusia y Bielorrusia. El lavado de cerebro, alimentado desde el franquismo por estos “demócratas de toda la vida”, dejan huella en sus lugares del crimen organizado de sus centros de redacción-elaboración: ¡los juegos olímpicos son suyos! e imponen las reglas del juego en sus órganos, incluido el COI. Causa perplejidad la participación de Taiwán, que no es miembro de Naciones Unidas, y la exclusión de los citados. Son tan cretinamente burdos que a los deportistas soviéticos les llamaban “rusos”, y ahora a los rusos los llaman “soviéticos”. Y causa estupor, rabia y asco la participación de la entidad sionista en el momento álgido de su proyecto genocida del pueblo palestino.
La próxima cita en cuatro años será en Los Ángeles. Para entonces, con seguridad, la correlación de fuerzas habrá cambiado como consecuencia de la crisis del capitalismo en su fase final, y con ello las alianzas, y ya veremos en qué situación de supervivencia se encuentra el sionismo, pero, mientras tanto, la respuesta es:
EL IMPERIALISMO, ¡¡IMBÉCIL!!
Víctor Lucas