En el 7º arte hay quien produce películas, quien las realiza, quien las escribe e interpreta, y por último quien las distribuye y exhibe para deleite de los espectadores. Pero ha habido y hay  personas y lugares que han dedicado toda su vida a reunir, conservar y restaurar copias de películas hechas en celuloide con el exclusivo fin de que perduren en el tiempo y sean de la apetencia de futuras generaciones. Una de esas personas, quizás la más relevante, es Henri Langlois, de quien este año París celebra el centenario de su nacimiento.

Langlois, de padres franceses, nació en noviembre de 1914 en Smyrne (hoy Izmir), en Turquía. Tras los desastres de la Iª Guerra Mundial (1914-1918) la familia Langlois vuelve a Francia y se instala en la ciudad de la luz en 1922. Allí el joven Henri Langlois se apasiona irremediablemente por el cine abandonando los estudios de derecho a los que su padre le había destinado y estableciendo una fructífera amistad con el realizador Georges Franju y con el historiador Jean Mitry, con quienes, en 1936, funda oficialmente la Cinemateca francesa. Buque insignia del arte cinematográfico mundial. Con apenas veinte años, Henri Langlois se convierte así en un prodigioso y enciclopédico especialista del cine. La colección pasa de 10 películas en ese año fundacional a más de 60.000 filmes en 1970. Es decir, cerca de 1800 películas al año son salvadas, reconstituidas y mostradas al público, evitando de ese modo que sean olvidadas, o peor todavía, destruidas para siempre. En esas circunstancias Henri Langlois se convierte de “simple” archivador de películas en auténtica memoria histórica del cine. Periodo particularmente difícil fue el de  la ocupación de Francia por los nazis, en el que Langlois y sus colaboradores salvaron de la quema innumerables obras de arte. Además de películas, los fundadores de la Cinemateca francesa consiguieron preservar también otros objetos cinematográficos de gran interés como cámaras, equipos de proyección, decorados, trajes, etc. Hasta constituir hoy día un verdadero museo del cine. Por otra parte, Henri Langlois contribuyó a la creación de varias cinematecas en el mundo, y en particular la de Cuba, que hoy dispone del mayor patrimonio fílmico de todo el Caribe.
La estrella de Henri Langlois empezó a palidecer en 1968, en vísperas del “Mayo francés”, cuando André Malraux, ministro de cultura del gobierno gaullista de Georges Pompidou, decidió destituirle de la dirección de la cinemateca por “incompetencia administrativa”. Cineastas como Charles Chaplin, Orson Welles, Stanley Kubrick, Luis Buñuel, François Truffaut, Joris Ivens, Alain Resnais, Jean-Luc Godard  protestaron enérgicamente consiguiendo incluso que se interrumpiera el desarrollo del Festival de Cannes de aquel agitado año. Ante la magnitud de las protestas, Malraux reintegró finalmente a Langlois en su cargo. En 1974 Henri Langlois recibió un Oscar “por su trabajo consagrado a la realización de la cinemateca”, y en enero de 1977 su cuerpo fue enterrado en el cementerio parisino de Montparnasse. Hoy gracias a él en la cinemateca francesa de París es posible maravillarse con las invenciones de Georges Méliès, reírse con las bromas de Buster Keaton o ver películas de todo el mundo y de todas las épocas. Ese es su enorme legado y nuestra inmensa satisfacción.
Rosebud

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