La propia prensa burguesa o muchos futbolistas brasileños se han hecho eco de las manifestaciones, huelgas y disturbios contra el Mundial de Brasil y la FIFA. Es algo raro y que demuestra la magnitud de las protestas y que llegó a forzar que el ministro del interior hiciese pública una declaración en la que planteaba que "no podía garantizar la seguridad durante el Mundial".

A pesar de que las movilizaciones han descendido, el mismo hecho de que se dieran en el país con 5 campeonatos del mundo y donde el fútbol se juega descalzo y en todas las calles, ya ha cuestionado el supuesto carácter popular de los Mundiales de fútbol.

A ningún/a marxista escapa que el fútbol como cualquier deporte es expresión de la lucha de clases. El capitalismo moldea expresiones deportivas, culturales y musicales a su conveniencia. Desde su origen, los mundiales son un escaparate y forma de poder y negocio para las distintas dictaduras capitalistas que asumen la organización, los casos más conocidos son los del Mundial organizado por el fascismo italiano en 1938 y el de 1978 de la Argentina de Videla. El fútbol se expresa como quiere su clase dominante, en este caso la burguesía, y se convierte en una herramienta más para la alienación y el sometimiento de la clase obrera.

Por todo lo anterior y por la cada vez más descarada relación entre fútbol y beneficio capitalista, el Mundial de Brasil se está desarrollando en un clima de rechazo social y movilizaciones sin precedentes en el propio país. Las manifestaciones y represión militar y policial se suceden desde hace meses. La principal quejas contra el gobierno del PT no han sido solo contra el desembolso económico descomunal en construir estadios e infraestructuras para el mundial y los JJOO de 2016, se habla de 11.000 millones de dólares, sino en las condiciones de miseria en las que vive el pueblo brasileño, las muertes laborales por el ritmo frenético en el trabajo (en la construcción de estadios), las carencias en sanidad, educación, etc.

El Mundial está muy alejado de los intereses populares. Las entradas de los partidos son prohibitivas para la clase obrera, en cualquier análisis serio que se hiciera sobre la condición social de los asistentes a los partidos veríamos que la clase trabajadora es una minoría. Los estadios no tendrán un uso social en favor de las capas populares y de los 11.000 millones de dólares nada se ha destinado para acabar con las condiciones de infravivienda en las que vive el pueblo brasileño, las llamadas favelas.

Las manifestaciones ponen el dedo en la llaga sobre el camino que siguen las democracias capitalistas, por muy BRIC y gobierno socialdemócrata que sea, ya que éstas siempre priorizan el beneficio privado frente al beneficio social. Una de las consignas es "¡No quiero copa! ¡Quiero más recursos para Salud y Educación!" y la crítica es muy aguda y extendida entre la sociedad brasileña. Brasil es un país con unas desigualdades sociales más que evidentes y la organización del Mundial ha agudizado la indignación contra el gobierno del PT y su gestión capitalista. No quedan lejos las movilizaciones en Brasil contra las políticas del PT de hace unos meses.

A la edición de este periódico no se conocerá todavía el campeón del mundo de fútbol pero lo que sí que quedará claro es que la clase obrera empieza a entender que un Mundial no está hecho por y para el pueblo sino para ricos capitalistas.

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