No son las ideas las que determinan la situación económico-social de los hombres, sino que es la situación económico-social de los hombres la que determina sus ideas.

La “Unión de lucha por la emancipación de la clase obrera” de Petersburgo fue, bajo la dirección de Lenin, la primera organización de Rusia que llevó a cabo la fusión del socialismo con el movimiento obrero.

Los populistas rusos de la década del 90 cerraban os ojos a la situación de los campesinos pobres, a la lucha de clases en el campo, a la explotación de los campesinos pobres por los kulaks y ensalzaban el desarrollo de las haciendas de éstos. En realidad actuaban como portavoces de los intereses de los kulaks.

En la obra “¿Quiénes son los ‘amigos del pueblo’?” Lenin traza las tareas fundamentales de los marxistas rusos. Estos debían, ante todo, tomando como base los dispersos círculos marxistas, organizar un Partido obrero socialista único. Señalaba, además, que habría de ser precisamente la clase obrera de Rusia, aliada con los campesinos, la que derribase la autocracia zarista, después de lo cual el proletariado ruso, aliado a las masas trabajadoras y explotadas y juntamente con los proletarios de otros países, marcharía por el camino directo de la lucha política abierta hacia la revolución comunista victoriosa.

Los “economistas” afirmaban que los obreros sólo debían luchar en el terreno económico, dejando la lucha política a cargo de la burguesía liberal, a la que los obreros debían apoyar. Lenin reputaba estas prédicas de los “economistas” como propias de renegados del marxismo, como la negación de la necesidad de un partido político independiente para la clase obrera, como un intento de convertir a la clase obrera en un apéndice político de la burguesía. Los “economistas” rusos predicaban las mismas ideas que los llamados “bernsteinianos”, es decir, los partidarios del oportunista Bernstein.

Cap. 1: La lucha por la creación del Partido Obrero Socialdemócrata en Rusia (1883-1901)

En la década del 80 la jornada de trabajo, en las fábricas y empresas industriales no era nunca inferior a 12 horas y media, y en la industria textil llegaba hasta 14 y 15 horas. El trabajo de la mujer o del niño se explotaba en grandes proporciones. No se tomaba ninguna medida de protección del trabajo, lo que originaba accidentes en masa y constantes muertes de obreros. No se conocía el seguro obrero, y la asistencia médica sólo la obtenía el que pagaba. Los obreros vivían en condiciones horribles.

En 1875 se organizó en Odesa la “Unión de obreros del Sur de Rusia”. Esta organización obrera, la primera de todas, no vivió más que 8 o 9 meses, siendo aniquilada por el gobierno zarista. El Petersburgo se organizó en 1878 la “Unión de obreros rusos del Norte”.

Hasta la aparición de los grupos marxistas la labor revolucionaria, en Rusia, corrió a cargo de los populistas, que eran adversarios del marxismo. El primer grupo marxista ruso se creó en 1883 bajo el nombre “Osvobozhdenie Trudá” (Emancipación del Trabajo) organizado en el extranjero, en Ginebra, por Pléjanov.

Marx y Engels enseñaron que el derrocamiento del poder del capital y la transformación de la propiedad capitalista en propiedad social no pueden realizarse en modo alguno por la vía pacífica, que la clase obrera sólo conseguirá esto mediante la aplicación de la violencia revolucionaria contra la burguesía, por medio de la revolución proletaria, instaurando su dominación política, la dictadura de proletariado, la cual deberá aplastar la resistencia de los explotadores y crear una nueva sociedad, la sociedad comunista sin clases.

Los populistas no comprendían el papel de vanguardia de la clase obrera. Entendían que la fuerza revolucionaria fundamental no era la clase obrera, sino los campesinos.

Con matar individuos sueltos no se derrocaba la autocracia zarista, ni se destruía la clase de los terratenientes.

¿En qué consistían las falsas ideas fundamentales de los populistas, a las que Pléjanov asestó un golpe demoledor?

Cap. 1: La lucha por la creación del Partido Obrero Socialdemócrata en Rusia (1883-1901)

Hasta la década del 60 del s. XIX existían en Rusia muy pocas fábricas y empresas industriales. Predominaba la economía feudal de los terratenientes nobles basada en la servidumbre de la gleba.

Los residuos del régimen de servidumbre, las enormes contribuciones pagadas al Estado y los rescates agobiantes que había que abonar por la tierra a los terratenientes, que no pocas veces excedían de los ingresos arrojados por las explotaciones campesinas, conducían a la ruina y al empobrecimiento de las masas campesinas y obligaban a los campesinos a marcharse de la aldea a ganar un jornal. Se iban a las fábricas y a las empresas industriales, suministrando a los fabricantes mano de obra barata.

La Rusia zarista era una cárcel de pueblos. Las numerosas nacionalidades no rusas de la Rusia zarista hallábanse completamente privadas de derechos. El gobierno zarista encendía conscientemente las discordias nacionales, azuzaba a unos pueblos contra otros, organizaba progromos de judíos y matanzas entre tártaros y armenios en la Transcaucasia.

El gobierno zarista se esforzaba en ahogar toda manifestación de la cultura nacional y seguía la política de “rusificar” a la fuerza a las nacionalidades no rusas.

Durante 25 años, de 1865 a 1890, el número de obreros, solamente en las grandes fábricas y en los ferrocarriles, aumentó de 706.000 a 1.433.000, es decir, más del doble. Más rápido aún fue el desarrollo que comenzó a adquirir en Rusia la gran industria capitalista durante la década del 90 que se debió, en primer lugar, a la intensa construcción de ferrocarriles.

El propio desarrollo de la industria moderna contribuye por fuerza a inclinar la balanza cada vez más en favor del capitalista y en contra del obrero, y que, como consecuencia de esto, la tendencia general de la producción capitalista no es a elevar el nivel medio de los salarios, sino, por el contrario, a hacerlo bajar, o sea, a empujar más o menos el valor del trabajo a su límite mínimo.

Aun prescindiendo por completo de la esclavización general que entraña el sistema de trabajo asalariado, la clase obrera no debe exagerar ante sus propios ojos el resultado final de estas luchas diarias. No debe olvidar que lucha contra los efectos, pero no contra las causas de estos efectos; que lo que hace es contener el movimiento descendente, pero no cambiar su dirección; que aplica paliativos, pero no cura la enfermedad. En vez del lema conservador de: «¡Un salario justo por una jornada de trabajo justa!», deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: «¡Abolición del sistema de trabajo asalariado!»

Voy a concluir, proponiendo la siguiente resolución:

  1. Una subida general del nivel de los salarios acarrearía una baja de la cuota general de ganancia, pero no afectaría, en términos generales, a los precios de las mercancías.
  2. La tendencia general de la producción capitalista no es elevar el nivel medio del salario, sino reducirlo.

uyl_logo40a.png