4. OFERTA Y DEMANDA
¿Qué son salarios altos y qué salarios bajos? Los salarios sólo pueden calificarse de altos o de bajos comparándolos con alguna norma que nos permita medir su magnitud.
Las relaciones entre la oferta y la demanda de trabajo se hallan sujetas a constantes fluctuaciones, y con ellas fluctúan los precios del trabajo en el mercado. Si la demanda excede a la oferta, suben los salarios; si la oferta rebasa a la demanda, los salarios bajan, aunque en tales circunstancias pueda ser necesario comprobar el verdadero estado de la demanda y la oferta.
Os equivocaríais de medio a medio si creyerais que el valor del trabajo o de cualquier otra mercancía se determina, en último término, por la oferta y la demanda. La oferta y la demanda no regulan más que las oscilaciones pasajeras de los precios en el mercado. Os explicarán por qué el precio de un artículo en el mercado sube por encima de su valor o cae por debajo de él, pero no os explicarán jamás este valor en sí. En el instante mismo en que la oferta y la demanda se equilibran y dejan, por tanto, de actuar, el precio de una mercancía en el mercado coincide con su valor real, con el precio normal en torno al cual oscilan sus precios en el mercado.
5. SALARIOS Y PRECIOS
Los precios de las mercancías no se determinan por los precios del trabajo. Todos los escritores anticuados de economía política que sentaban la tesis de que los salarios regulan los precios, intentaban probarla presentando la ganancia y la renta del suelo como simples porcentajes adicionales sobre los salarios. Ninguno era capaz, naturalmente, de reducir los límites de estos recargos porcentuales a una ley económica.
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4. OFERTA Y DEMANDA
¿Qué son salarios altos y qué salarios bajos? Los salarios sólo pueden calificarse de altos o de bajos comparándolos con alguna norma que nos permita medir su magnitud.
Las relaciones entre la oferta y la demanda de trabajo se hallan sujetas a constantes fluctuaciones, y con ellas fluctúan los precios del trabajo en el mercado. Si la demanda excede a la oferta, suben los salarios; si la oferta rebasa a la demanda, los salarios bajan, aunque en tales circunstancias pueda ser necesario comprobar el verdadero estado de la demanda y la oferta.
Os equivocaríais de medio a medio si creyerais que el valor del trabajo o de cualquier otra mercancía se determina, en último término, por la oferta y la demanda. La oferta y la demanda no regulan más que las oscilaciones pasajeras de los precios en el mercado. Os explicarán por qué el precio de un artículo en el mercado sube por encima de su valor o cae por debajo de él, pero no os explicarán jamás este valor en sí. En el instante mismo en que la oferta y la demanda se equilibran y dejan, por tanto, de actuar, el precio de una mercancía en el mercado coincide con su valor real, con el precio normal en torno al cual oscilan sus precios en el mercado.
5. SALARIOS Y PRECIOS
Los precios de las mercancías no se determinan por los precios del trabajo. Todos los escritores anticuados de economía política que sentaban la tesis de que los salarios regulan los precios, intentaban probarla presentando la ganancia y la renta del suelo como simples porcentajes adicionales sobre los salarios. Ninguno era capaz, naturalmente, de reducir los límites de estos recargos porcentuales a una ley económica.
6. VALOR Y TRABAJO
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2. PRODUCCIÓN, SALARIOS, GANANCIAS
Voy a encaminar vuestra atención hacia el aumento efectivo de salarios operado en la Gran Bretaña en la década que va de 1849 a 1859.
Todos conocéis la ley de las diez horas, o mejor dicho, de las diez horas y media, promulgada en 1848. Los portavoces oficiales de la burguesía en el campo de la Economía afirmaban que la duodécima hora, que se quería arrebatar al capitalista, era precisamente la única en que éste obtenía su ganancia. Amenazaron, con el descenso de la acumulación, la subida de los precios, la pérdida de mercados, el decrecimiento de la producción, la reacción consiguiente sobre los salarios y, por último, la ruina. ¿Y cuál fue, en realidad, el resultado? Que los salarios en dinero de los obreros fabriles aumentaron a pesar de haberse reducido la jornada de trabajo, que creció considerablemente el número de obreros fabriles ocupados, que bajaron constantemente los precios de sus productos, que se desarrollaron maravillosamente las fuerzas productivas de su trabajo y se dilataron en proporciones inauditas y cada vez mayores los mercados para sus artículos.
En la misma época en que se implantaba la ley de las diez horas y se producía el subsiguiente aumento de los salarios, tuvo lugar en Gran Bretaña una subida general de los jornales de los obreros agrícolas. No debéis dejaros fascinar por los altisonantes tantos por ciento en el tipo de salario, sino preguntar siempre cuál era la cuantía primitiva del jornal.
De 1849 a 1859 el tipo medio de salarios de los obreros del campo en la Gran Bretaña experimentó un aumento del cuarenta por ciento, aproximadamente.
Una mayor demanda provoca una mayor oferta y no un alza definitiva de los precios del mercado.
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1. PRODUCCIÓN Y SALARIOS
El volumen o la magnitud de la producción nacional varía continuamente. No es una magnitud constante, sino variable, y no tiene más remedio que serlo, aun prescindiendo de las fluctuaciones de la población, por los continuos cambios que se operan en la acumulación de capital y en las fuerzas productivas del trabajo.
Indudablemente, la voluntad del capitalista consiste en embolsarse lo más que pueda. Y lo que hay que hacer no es discurrir acerca de lo que quiere, sino investigar su poder, los límites de este poder y el carácter de estos límites.
2. PRODUCCIÓN, SALARIOS, GANANCIAS
Es absolutamente cierto que la clase obrera, considerada en conjunto, invierte y tiene forzosamente que invertir sus ingresos en artículos de primera necesidad. Una subida general del tipo de salarios determinaría, por tanto, un aumento en la demanda de estos artículos de primera necesidad y provocaría, con ello, un aumento de sus precios en el mercado. Los capitalistas que producen estos artículos de primera necesidad se resarcirían del aumento de salarios con el alza de los precios de sus mercancías. Pero, ¿qué ocurriría con los demás capitalistas, que no producen artículos de primera necesidad? Y no creáis que éstos son pocos. ¿Cuál sería la situación de estos capitalistas que no producen artículos de primera necesidad? Estos capitalistas no podrían resarcirse de la baja de su cuota de ganancia, efecto de una subida general de salarios, elevando los precios de sus mercancías, puesto que la demanda de éstas no aumentaría. Sus ingresos disminuirían, y de estos ingresos mermados tendrían que pagar más por la misma cantidad de artículos de primera necesidad que subieron de precio. En estas ramas industriales, la cuota de ganancia no sólo descendería en simple proporción al aumento general del tipo de los salarios, sino que este descenso sería proporcionado a la acción conjunta de la subida general de salarios, del aumento de precios de los artículos de primera necesidad y de la baja de precios de los artículos de lujo.
El capital y el trabajo se desplazarían de las ramas menos rentables a las más rentables; y este proceso de desplazamiento duraría hasta que la oferta de una rama industrial aumentase proporcionalmente a la mayor demanda y en las demás ramas industriales disminuyese conforme a la menor demanda.
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Una de las contribuciones cruciales de Engels fue su crítica de la noción de la conquista humana de la naturaleza, haciendo un diagnóstico de la incapacidad de la sociedad humana, y en particular del modo de producción capitalista, para prever las consecuencias ecológicas de sus acciones; identificando ya las consecuencias físicas no deseadas de la interferencia del ser humano con la naturaleza, como la tala de bosques y la desertificación. Engels, en palabras de Needham, señalaba que “puede llegar un día en el que la lucha del ser humano contra las condiciones adversas de nuestro planeta se haga tan severa que haga imposible la continuidad de la evolución social”, refiriéndose a una posible extinción de la especie humana. El biólogo J.B.S. Haldane consideraba a Engels la “fuente principal” de la dialéctica materialista.
Citando a Needham: “Marx y Engels tuvieron la audacia de afirmar que [el proceso dialéctico] se da de hecho en la propia naturaleza en evolución, y que el hecho admitido de que se da en nuestro pensamiento sobre la naturaleza se debe a que somos, y nuestra mente lo es también, parte de la naturaleza. No podemos considerar la naturaleza más que como una serie de niveles de organización, una serie de síntesis dialécticas. De la última partícula al átomo, del átomo a la molécula, de la molécula al agregado coloidal, del agregado a la célula viviente, de la célula al órgano, del órgano al cuerpo, del cuerpo animal a la cooperación social, se completa la serie de niveles organizativos. Nada más que energía (como llamamos ahora a la materia y el movimiento) y niveles de organización (o las síntesis dialécticas estabilizadas) han sido necesarios para construir nuestro mundo”.
La ciencia admite que la era geológica del Holoceno, que comenzó hace casi 12.000 años, llegó a su fin en los años 1950, y ha sido desplazada por la era del Antropoceno,
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La valoración más sucinta y penetrante de las contribuciones de Engels a la dialéctica de la naturaliza hecha por un científico natural se encuentra en un panfleto titulado “Engels como científico” del científico marxista J.D. Bernal de 1936: “el concepto de naturaleza se consideraba siempre en su conjunto y como proceso”. Al comentar la primera de las tres leyes dialécticas o principios ontológicos que Engels había tomado de Hegel Bernal subraya su carácter fundamental para el pensamiento natural. Engels dice “las llamadas constantes de la física no son en general más que la designación de puntos nodales donde la adición o sustracción cuantitativa del movimiento trae consigo un cambio cualitativo en el estado del cuerpo en cuestión”. El enfoque de Engels, como señalaba el matemático marxista británico Hyman Levy, apuntaba ya al concepto de “transición de fase” que se utiliza en la física moderna. Este principio dialéctico se aplica hoy también a la biología: por ejemplo, el aumento de la densidad de población en microorganismos (un aumento cuantitativo) puede llevar a un cambio en la expresión genética, llevando a la formación de algo nuevo (un cambio cualitativo).
La segunda ley de Engels (la interpenetración de los opuestos), según la explicación de Bernal, remite a dos principios conectados: 1) todo implica su opuesto y 2) no hay líneas rígidas y fijas en la naturaleza.
La negación de la negación, tercera ley dialéctica informal de Engels, trata de indicar que todo lo que hay en el mundo, en el curso de su desarrollo histórico o evolución en el tiempo, está destinado a generar algo distinto, una nueva realidad emergente, con nuevas relaciones materiales y niveles emergentes, a menudo por el efecto de factores recesivos o elementos residuales previamente superados pero que aún se conservan en el presente.
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Para Engels el punto de partida para una comprensión racional del medio ambiente se hallaba en la máxima de Francis Bacon de que “solo se dominará a la naturaleza obedeciéndola”, esto es, descubriendo y conformándose a sus reglas. Sin embargo para Marx y Engels este principio baconiano, en la medida en que se aplicaba en la sociedad burguesa, se usaba como una “astucia” para conquistar la naturaleza y someterla a las leyes de acumulación y competencia del capital. La ciencia se había convertido en un mero apéndice de la obtención de beneficios y se consideraban los límites de la naturaleza únicamente como obstáculos a superar.
Esta profunda perspectiva crítica-materalista llevó a Engels a enfatizar el sinsentido del tópico de la “conquista de la naturaleza”, como si la naturaleza fuera un territorio extranjero que pudiera ser sometido a voluntad, como si la humanidad no se encontrara ya en medio del metabolismo terrestre. A cada paso los hechos nos recuerdan que nuestro dominio sobre la naturaleza no se parece en nada al dominio de un conquistador sobre el pueblo conquistado, que no es el dominio de alguien situado fuera de la naturaleza, sino que nosotros pertenecemos a la naturaleza, y que todo nuestro dominio sobre ella consiste en que, a diferencia de los demás seres, somos capaces de conocer sus leyes y de aplicarlas.
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Para poner en su justo contexto nuestro título comenzaremos citando a Paul Blackledge: “La concepción de Engels de la dialéctica de la naturaleza abre un espacio desde el que se pueden entender las crisis ecológicas como derivadas del carácter alienado de las relaciones sociales capitalistas”. Y Walter Benjamin en 1940 en los “Paralipomena” de su Tesis sobre filosofía de la historia resalta que “Marx decía que las revoluciones son la locomotora de la historia mundial. Pero quizás sea al contrario. Quizás las revoluciones sean un intento de los pasajeros a bordo del tren (es decir, de la raza humana) para tirar del freno de emergencia”.
En el Anti-Dühring, Engels señala que la clase capitalista era “una clase bajo cuya dirección la sociedad corre hacia el desastre como una locomotora cuya válvula de seguridad está atrancada y el conductor no logra abrir”. Engels defendía que “si el conjunto de la sociedad moderna no ha de perecer debe llevar a cabo una revolución en el modo de producción y distribución”. Al igual que Marx, Engels estaba horrorizado por los “holocaustos victorianos” del colonialismo británico, tales como las hambrunas producidas por la destrucción de la infraestructura ecológica e hidrológica en India y la expropiación y exterminio devastadores infligidos a la ecología y el pueblo irlandés. Para Marx y Engels las fuerzas productivas se refieren a algo más que la simple tecnología. Marx insiste en que el instrumento o fuerza de producción más importante son los propios seres humanos. Así, la expansión de las fuerzas productivas se refiere a la expansión de las habilidades y poderes productivos humanos.
En el análisis de Engels (igual que en el de Marx) la producción nunca se considera como un fin en sí mismo, sino más bien como un medio para la creación de una sociedad más libre e igualitaria, dirigida al proceso de un desarrollo humano sostenible. Como la antropóloga marxista Eleanor Leacock señala, en la Dialéctica de la naturaleza Engels trató de elaborar una base conceptual que permitiera entender la interdependencia completa de las relaciones sociales humanas y las relaciones humanas con la naturaleza.
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Después de la Segunda Guerra Mundial aparece la escuela de Chicago cuyo principal ideólogo fue Milton Friedman que propone sustituir las inversiones directas de los estados por políticas monetarias como forma de impulsar el crecimiento. De esta forma los estados pierden capacidad de control económico y el poder pasa a los bancos gestionados por actores privados (con las consecuencias que todos sufrimos desde fines del siglo XX).
El “Estado de bienestar” propuesto desde el informe Beveridge (1942) e implantado en EEUU y Europa Occidental hasta los años 70 del siglo pasado se basaba en aumentar la intervención directa del Estado en la economía para garantizar unos derechos sociales mínimos para todos los ciudadanos (seguridad social, educación, sanidad, pensiones, desempleo...) con unos servicios públicos que se mantendrían con impuestos proporcionales a la riqueza. Tanto la escuela ordoliberal como la austríaca y la de Chicago consideraban esto demasiado, la antesala del comunismo, llamándolo despectivamente “Estado benefactor” o “Estado providencial”. Así, desde los 70 estos nuevos liberales reciben apoyo y financiación de empresas y partidos de “derecha” y nace el término neoliberal, que se diferencian tanto de los liberales keynesianos (rechazan la idea de que el libre mercado necesite “correcciones”) como de los liberales clásicos. Para estos nuevos liberales el derecho natural o constituyen únicamente las relaciones económicas y lo político está subordinado a lo económico, concibiendo la libertad únicamente en términos económicos y no políticos.
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